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El abrazo de una madre. La de Fabio Jakobsen esperaba en la meta de Santa Cruz de Bezana. Su hijo, que acababa de sumar el tercer triunfo en esta Vuelta, cumplía 25 años. Pero no se emocionaron por eso, sino porque ha podido cumplir un ... año desde aquella brutal caída el 5 de agosto de 2020 en la Vuelta a Polonia. Ella le veló en el hospital cuando el ciclista neerlandés creía que se moría, cuando sólo le quedaba un diente, tenía la garganta devastada y el rostro sostenido con 130 puntos de sutura.
Jakobsen sabe que es un milagro. «Les dedico esta victoria a los médicos que me atendieron», compartió el día que se terminó su trabajo en esta Vuelta que va ya hacia la lluvia y la montaña asturiana. «Hay que morir con las botas puestas», anuncia 'Supermán' López, compañero de Encic Mas. «No tengo nada que perder», avisa Bernal. Ellos y Haig tienen dos cimas, los Lagos y el Gamoniteiro, para acabar con Eiking y Martin, los dos primeros de la general, y, sobre todo, para tratar de impedir que Roglic gane su tercera Vuelta consecutiva. En Asturias, y con mal tiempo, todo puede suceder.
A los ciclistas siempre les acecha el peor peaje, el de las caídas. De Colindres, al lado de Laredo, salida de la decimosexta etapa, era Juan Manuel Santisteban. Gregario modelo del KAS. Con planta y potencia para, como él decía, meterse en el bolsillo a líderes como el 'Tarangu' Fuente y llevarlos hasta la meta. Santisteban ganó en Laredo, ante sus paisanos, en la Vuelta de 1974. Dos años después debutó en el Giro y se mató en la primera jornada. Había pinchado González Linares y le esperó. Tiraba de él en una curva cuesta abajo cuando se giró para ver cómo venía su compañero. Siempre al servicio de otros. Algo pasó. Dicen que había una botella en el piso. Perdió el control. Se partió la cabeza.
Las caídas forman parte del lenguaje de este deporte. Y cada vez suenan más. Landa, por ejemplo, viene de un grave tropiezo en el Giro; Roglic, de un trompazo en el Tour; Valverde tuvo que dejar esta Vuelta por un patinazo... Y Enric Mas perdió el equilibrio nada más salir de Laredo. Cayó de culo. Del mal, el menor. Susto. A su alrededor vio a otro montón de víctimas. Su compañero Oliveira se dolía con un tobillo magullado -el Movistar llega diezmado al tramo clave de la ronda-. Ciccone, con los dientes de un plato clavados en la rodilla derecha, y Vanmarcke tuvieron que retirarse... Sí continuaron, aunque muy tocados, Jonathan Lastra, Aritz Bagües y Joan Bou, que llevaban la piel al aire, roja, tras pasar por la lija del asfalto.
Bou era el elegido por el Euskaltel para meterse en la fuga. La montonera lo impidió. Tuvo que darle relevo en esa misión su compañero Mikel Bizkarra. Tan cerca de Euskadi, tenía que verse el maillot naranja. «No era el mejor recorrido para Mikel, pero con lo de Bou ha tenido que apechugar», comentó su director, Jorge Azanza. Bizkarra izó la bandera del Euskaltel en una escapada compartida con Claeys, Bol, Vanhoucke, Dewulf y el estadounidense Quinn Simmons, un portento de 20 años. Los seis repasaron al sol algunas postales de la infinita Cantabria. Fue su premio.
La meta en Santa Cruz de Bezana les quedaba demasiado lejos. El Deceuninck no les regaló nada. La escuadra belga sólo pensaba en celebrar a lo grande el 25 cumpleaños de su baza más veloz, Jakobsen, ya ganador de dos etapas. Era, en teoría, la jornada más llana de lo que resta de carrera. ¿Llana en Cantabria, conocida como 'La Montaña'? Merece el nombre. El trazado sólo tenía un puerto oficial, el alto de Hijas, pero escondía una ristra de repechos tan verticales como la cota de San Cipriano, camino del paraíso anfibio de las dunas de Liencres.
Josean Fernández 'Matxin' conoce bien los secretos del asfalto cántabro. Mandó al UAE ahogar a Jakobsen en San Cipriano para cimentar la candidatura de su baza, Trentin. Casi. Jakobsen cedió medio minuto. Poco. Le rescató su equipo; gregarios como Senechal a quien había criticado días atrás por no haberle remolcado como él quería. Olvidado aquel encontronazo, sus compañeros del Deceuninck acabaron con la fuga y le llevaron hasta el complicado acceso a Santa Cruz de Bezana. Viento, curvas, subidas cortas... Jakobsen esperó. Aprovechó la descarga precipitada de Meeus y levantó otra vez los brazos para festejar su vigesimoquinto cumpleaños. Su madre corrió a abrazarle porque ya ha pasado un año desde que comenzó su segunda vida.
Y la Vuelta recomienza ahora con dos etapas hechas para que que todo cambie. Hasta el clima. Llega un adelanto del otoño. La meta de los Lagos de Covadonga es patrimonio histórico de esta carrera. Allí han ganado Marino Lejarreta, Herrera, Delgado, Pino... y Pinot, el último, en 2018. Esta primera etapa asturiana tiene otro invitado, la doble ascensión previa a la Collada Llomena, de 7,6 kilómetros al 9,3% de pendiente. Doble subida y doble descenso por carreteras quizá empapadas. Cuidado con el peaje de las caídas. La segunda jornada asturiana es aún peor, mejor, con aguacero asegurado y los puertos de San Lorenzo, la Cobertoria y final en el Gamoniterio, primo hermano del Angliru. Los rivales de Roglic ya disponen de escenario de sobra para retar al esloveno antes de la contrarreloj final en Santiago de Compostela.
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