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La cima del Zoncolan tiene forma de anfiteatro. Hay hasta un telón de niebla. Y luces, las de los coches del Giro que enfocan a los corredores. Todos con su máscara agónica en este colosal teatro alpino. Aparece primero Lorenzo, que se apellida Fortunato. Apenas ... 59 kilos. Un colibrí. Lleva el maillot del Eolo, el equipo de Alberto Contador. Un alumno del madrileño. Fortunato, más que fortuna, ha tenido fuerza y coraje para jugársela desde abajo y ganar la etapa entre los fugados. El foco lo ve: entra emocionado, llorando. «Nunca lo hubiera imaginado», repite entre risas y llanto. A unos segundos viene Traknik, rostro y piernas de cemento. Chilla roto mientras da la última pedalada tras subir haciendo eses las rampas más crueles, como borracho de esfuerzo. Así es el Zoncolan. Lo saca todo. Te quita la piel.
Y al fondo, tras el velo gris, se mueve una figura rosa, de piel de bronce y dientes blancos que muerden el aliento. Es Egan Bernal, el líder, más líder aún, que acaba de rematar al renacido Simon Yates, que ha alejado al resto y que ha doblado el cuello a Evenepoel. El Zoncolan, por su ladera más humana y en apenas tres kilómetros verticales, eligió a Bernal para este Giro y designó a Yates, que le cedió 11 segundos, como su rival. A 39 segundos llegaron Caruso y Ciccone, unos metros por delante de Buchmann, Martin y Carthy. Vlasov, con la mandíbula desencajada, perdió más de un minuto. Y Evenepoel, minuto y medio. El joven belga ya no ganara su primer Giro.
Bernal le saca en la general 1 minuto y 33 segundos a Yates, que parece ir a más, como si hubiera aprendido la lección de su hundimiento ante Froome en 2018. El tercero en la tabla es Caruso, a 1.51. A dos minutos está Vlasov. A más de dos, Carthy y Buchmann. Ciccone, a tres. Y Evenepoel se acerca a los cuatro minutos de demora. Abrigado ya, Bernal pedía calma con el temple de un viejo rey, aunque sólo tiene 24 años. «He corrido tranquilo. No necesito atacar en cada etapa. He seguido a Yates y luego he acelerado para dejarle. He hecho una buena carrera y les saco a mis rivales una buena distancia», resumió. Ni la niebla oscurecía el rosa de su maglia, más brillante que nunca.
La etapa se empezó a romper casi sin querer antes del Zoncolan. Gorka Izagirre iba de muy niño a ver a su padre competir en carreras de ciclocross. En casa, pedalear es como andar. Un instinto. Si aprendió sobre descensos de barro, como para no bajar bien en asfalto. Eso hizo. Con un estilo fácil, deslizándose sin estrés. Bailando agarrado a las curvas de la Forcella Monte Rest, la cuesta que precedía al Zoncolan. Y así, como por inercia, sólo le pudieron seguir tres de sus compañeros en el Astana, Vlasov, Luis León y Tejada, más Bernal y su fiel Castroviejo, y Pello Bilbao, otro gran funambulista. El resto tuvo que pagar su error con esfuerzo extra para enlazar. Sobre todo, Evenepoel, de nuevo en fuera de juego cuesta abajo. Algo le pasa con el freno. ¿Efecto colateral de su caída en el Giro de Lombardía? ¿Falta de pericia? Quizá un poco de todo.
Se juntaron en el valle. Tregua. Mientras, la fuga de Fortunato, Mollema, Bennett, Traknik, Oliveira y Covi volvía a alejarse. El Astana tiró a por ellos porque quería ganar la etapa con Vlasov, un espigado ruso criado en Italia que admira a Pantani, pero no iba a ser su día. Ni etapa, ni Vlasov. El Zoncolan estaba destinado a Fortunato y el Giro, aunque aún falta la gran montaña, se encamina hacia el palmarés de Bernal. El ganador del Tour 2019, tapado por la eclosión el año pasado de Pogacar, reclama su corona en el ciclismo mundial. La peleará. Y lucha por algo más.
A Bernal le pasa ahora algo como lo que le sucedió a Gino Bartali en 1948. Alcide di Gasperi, primer ministro italiano, le 'ordenó' que ganara aquel Tour para calmar la revuelta desatada en el país por el asesinato de un dirigente comunista. Bartali cumplió la misión ante Louison Bobet en el Izoard. Ahora es Colombia la que anda revuelta por una reforma tributaria contra la que se ha levantado la población. Los incidentes y la violencia no cesan. Bernal se ha impuesto en este Giro «dar una alegría» a su país. A eso se dedicó en el Zoncolan.
Sabe de dónde viene. Cuando en su casa había para comida, no había para nada más. Sus padres, Flor y Germán, salían de madrugada y volvían de noche. A Germán, antiguo ciclista frustrado, no le gustaba que el chaval pedaleara. Le llevaba al monte para someterle a recorridos brutales. Quería así quitarle las ganas. Y no. No claudicaba. Fabio Rodríguez, exgregario de Rominger y entrenador de jóvenes talentos, cuenta en el libro 'Bernal y los hijos de la cordillera, que Egan no era el más fuerte, pero sí el más determinado. «Siempre hacía más de lo que se le pedía». Se ajustó al lema de su escuela ciclista: «Sufrir espabila».
YEEEESSSS!!!! Victoria de Fortunato en el mítico Monte Zoncolan! Grandísima victoria para nuestro equipo @EoloKometaTeam después de tanto trabajo! @AurumBikes pic.twitter.com/3YIOmo9xA4
Alberto Contador (@albertocontador) May 22, 2021
Vino al Giro tras meses de dolor por su frágil espalda. Con dudas sobre si esa bisagra soportará la fuerza de sus piernas. El Zoncolan lo comprobó. Bernal puso a Moscón, Narváez, Castroviejo y Dani Martínez a amontonar peldaños de dureza en la parte más suave de la montaña. Y cuando ya en la niebla, con las cunetas nevadas y los focos encendidos, le atacó Simon Yates, actuó con frialdad. Dejó hacer al británico y se pegó a su rueda. Se giró para comprobar cómo se rendían los otros, incluido Evenepoel, y luego, con una de sus arrancadas felinas, se quitó de encima al británico. Entre tanta violencia, descorchó un momento de fiesta para Colombia.
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