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Simon Yates reabrió un Giro que parecía cerrado y en manos de Egan Bernal. El elipse parcial del líder sucedió a 4 kilómetros de la cima de un puerto nuevo, Sega di Ala. Una pared (11 kilómetros al 9,8%). Una montaña claustrofóbica en ... la que los ciclistas no avanzaban. Tras tantos días oscuros de frío, pegaba duro el calor. Pegajoso. Derretidos en sudor, los candidatos se fundían. Primero desistió Ciccone, luego Vlasov, Carthy y Bardet. El Ineos, el equipo de Bernal, seguía al frente del rodillo descontando rivales con el ritmo triturador de Castroviejo y Dani Martínez. Todo se dirigía hacia otro triunfo del líder. Y no. Nada es seguro en el Giro.
Yates soltó un martillazo justo donde empezaba un kilómetro al 16%. Probó y saltó a por el atrevido Almeida. Yates retaba así a Bernal, que, de repente, cedió. Sorpresa. Alarma. Su primer síntoma de debilidad. El líder penó hasta la cima. Se exprimió a chepazos sobre esa quebradiza espalda que tanto le maltrata. No iba. «He pasado un mal día», confesó. «He intentado seguir a Yates y no he podido. Estaba más fuerte que yo», admitió. Mantuvo la sangre fría. Hizo cuentas. Le sacaba más de cuatro minutos a Yates en la general. El temple del campeón en plena crisis.
Se calmó y se fijó en Caruso, el segundo en la clasificación (a dos minutos y medio), que acababa de atraparle. Bernal cogió aire y pidió socorro a su compañero Dani Martínez, que le animaba. Pero no podía seguirle. Tuvo que levantar otra vez el pie. Más aire. Y llegó Pello Bilbao, que se puso a tirar de ese grupo para defender la medalla de plata de Caruso. Entre todos limitaron la pérdida.
En la cima de Sega di Ala, donde ganó fugado Daniel Martin, el británico Yates distanció en casi un minuto a Bernal. No es un abismo. Aún está a más de tres minutos de la maglia rosa, pero... demostró que el Giro no está tan resuelto como parecía. A Yates le quitó Froome la edición de 2018 con una ataque lejano y suicida en La Finestre. Ahora le quedan dos etapas de montaña para descabalgar a Bernal. El líder no es inaccesible. Todos lo han visto. Empieza otro Giro. ¿Será sólo un día malo del colombiano? Yates quiere preguntarlo en alto. Ya es tercero, a un minuto de Caruso y a 3.23 de Bernal, lejos aún. Hará falta una gesta suya o un hundimiento del líder. Ahora sabe que tiene que probarlo.
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Bernal se despertó en los Dolomitas. Es un lugar anfibio, de montaña y ríos, como la cordillera colombiana donde creció. En casa. Al fin apareció el sol para iluminar este fantástico escenario, oculto en la etapa del lunes por la niebla. Canazei, la salida, es un paraíso formado por las paredes del Pordoi, la Marmolada... Las catedrales que el Giro no quiso pisar hace tres días por el mal tiempo y la presión de algunos ciclistas. No todos. Bernal lamentó que le caparan la que hace tres días fue su victoria en Cortina d'Ampezzo.
No hace tanto, en 2011, Mikel Nieve ganó una etapa aún más bestia, de 229 kilómetros, de siete horas y media de frío con la Marmolada y el Giau como testigos. La memoria del ciclismo guarda joyas así, escenas inolvidables que son la esencia de este deporte que empieza a no ser lo que fue. El ciclista navarro cumplió este miércoles 37 años. Su oficio ahora es distinto: pone sus piernas al servicio de otros, de Simon Yates. Y por él se puso a acelerar la subida al Passo di San Valentino, el penúltimo puerto. Yates, que no había podido cara a cara con Bernal, no se resignaba. Encargó a Nieve acortar la ventaja de la fuga en la que ya sólo resistían los más fuertes: Moscon, Pedrero, Martin y Bouchard.
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Nieve puso la escapada a tiro en la cima. Y se vio involucrado en una caída cuesta abajo. Patinazo. Media docena de dorsales entre bicis rotas. Ciccone, hábil, salió de la voltereta en pie y, sin pausa, tiró hacia delante aunque luego pagó ese esfuerzo extra. En cambio, Evenepoel se columpió en el guardarraíl. Sobre ese filo escalofriante. Tiene fresco su vuelo hace nueve meses por un barranco del Giro de Lombardía. Desde entonces no había competido. Volvía a verse ahí, tirado. El miedo que hiela la sangre. Tenía un corte en el antebrazo izquierdo. El joven belga se apoyó con las dos manos en el quitamiedos. Como resoplando. Nieve, que corre en un equipo rival, se arrimó a él y le consoló. Un gesto que le talla. Los dos se reincorporaron como pudieron a una jornada que volaba por delante.
En Sega di Ala. Daniel Martin, ganador de etapas en el Tour y la Vuelta, quería completar la colección en este Giro. Era el mejor de la fuga. Lo demostró. Sólo la arrancada desde atrás de Yates y Almeida cuestionó su triunfo. Pero el portugués, enrabietado por haber tenido que remolcar tantos días a Evenepoel, no llegó a tiempo. Tardó 13 segundos más. Martin lo celebró con ganas en la meta. Y Yates, que entró a medio minuto, reabrió este Giro por la grieta que había mostrado Bernal, que sigue con margen en el liderato pero que ya no parece tan invencible.
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