Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Los violines tienen alma. Así se llama el cilindro de madera, del tamaño de un cigarillo, que une sin pegamento las dos tapas del instrumento. Es de abeto. Y algunos de los mejores árboles están en la laderas del Passo Manghen, orientadas al sur. El ... sonido del violín pasa por el alma. Hasta la frase suena bien.
También el Giro, que acaba de llegar a su última cima, tiene alma. La de Richard Carapaz, que ya tiene la carrera ganada. La de Pello Bilbao, que logró su segundo triunfo en esta edición en la cumbre del Monte Avena. La de Vincenzo Nibali, que fue fiel a sí mismo y atacó hasta el final. La de Primoz Roblic, que se estrujó hasta más allá de la última frontera del sufrimiento para agarrarse al tercer cajón del podio que en el Monte Avena le arrebató Mikel Landa por 23 segundos y que, casi seguro, el esloveno recuperará en la contrarreloj final. Y la de Landa, condenado de nuevo a ver desde la orilla cómo otros (antes Aru y Froome y ahora Carapaz) ganan una gran vuelta con su esfuerzo. El destino maltrató al alavés. Ni se llevó la etapa, en la que fue segundo tras Pello Bilbao, ni seguramente subirá a un podio que ahora ocupa y que ha merecido.
Dientes apretados en la salida. Nervios. El insoportable silencio previo a una batalla cuerpo a cuerpo. Con esa electricidad en el ambiente, la última etapa de montaña se desmelenó desde el inicio por las rampas de la Cima Campo. El Movistar no dio abasto. Tuvo que dejar que se fueran dos gregarios de 'Superman' López (Pello Bilbao y Cataldo) y uno de Nibali (Caruso). Con ellos se largaron también Nieve, Dunbar, Masnada y Zakarin. Al fondo ya amenazaba la cortina de piedra más alta de este Giro, el Passo Manghen, con sus seis últimos kilómetros al 10% de desnivel. Una cuesta para escuchar cómo suena el alma de este deporte. A los escaladores. La orquesta celeste del Astana anunció el inicio del concierto. Puso el ritmo. Y dio paso a su mejor solista, 'Superman' . El colombiano sembró el pánico. Alientos desatados. Enseguida se quedó con los otros dos de su especie, Landa y Carapaz, el líder del Giro. Unos metros por detrás, Nibali y Roglic se topaban con sus límites. La montaña se les vino encima. Pero no les enterró.
Mientras López, Landa y Carapaz se pegaban a la fuga de Pello Bilbao y Caruso justo en la cima, Nibali , Roglic y Sivakov se agarraban al descenso. Lo que no habían podido con las piernas cuesta arriba lo compensaron con el riesgo en media docena de curvas. Enlazaron. Quedaban más de cien kilómetros hasta la meta en el auditorio de los Dolomitas, donde mejor retumba el ciclismo. Y en el Manghen había hablado alto y claro el doble alma del Movistar. Carapaz y Landa eran más fuertes que Nibali y Roglic, los únicos que les cuestionaban el triunfo en el Giro. Eso neutralizó la subida siguiente, la del Passo Rolle. Los enemigos del Movistar bastante tenían con no hacer ruido y estropear el festival del equipo del líder. Esa tregua la aprovecharon Pello Bilbao, Nieve, Dunbar, Ghebreigzabhier, Kangert, Ciccone y Madouas para reclamar un par de minutos de ventaja. Buscaban la etapa que clausuraba la montaña y, casi, el Giro.
La debilidad de Roglic alimentó la ambición del Movistar. Carapaz, que debe una parte de su éxito a la renuncia de Landa, quiso devolverle el favor y meterle en el podio. Un premio de consolación. El equipo español endureció el tramo final, camino de los dos puertos que cerraban la jornada, el Croce d'Aune y el Monte Avena, encadenados. Y en el primero le soltaron los grilletes a Landa. Esta vez no estaba López, al que había tirado un aficionado. El colombiano se enzarzó a manotazos con el imprudente hincha. Mientras, Landa ponía su marca al final del Giro. Salto en pértiga. Se fue a por la tercera plaza del podio, a por los 47 segundos que le sacaba Roglic, que recibió una sanción de 10 segundos por ser empujado por dos aficionados. Landa necesitaba ese tiempo y al menos un minuto más de renta para la contrarreloj de Verona. Ni pestañeó. Le habían permitido quitarse un momento su camisa de fuerza. ¿'FreeLanda'? Más bien, un rato de libertad condicional.
Pero Nibali, con Carapaz a rueda, le atrapó en el descenso. Juntos los tres entraron en la falda del Monte Avena. Cogieron a los fugados, a Nieve, a Ciccone, a Pello Bilbao, que se les unieron. El reloj alejaba a Roglic, que se dejaba eso, hasta el alma, en este majestuoso concierto entre las paredes de los Dolomitas. Carapaz, con el Giro ya en el bolsillo, se puso al servicio de Landa. Tiró. Como Nibali. Entraron en el kilómetro final con Ciccone y Bilbao, dos dorsales con aguijón, pegados. Carapaz lanzó un sprint en plena agonía entre ciclistas vacíos tras tanto Giro. Landa, esta vez con las manos en la parte alta del manillar, no cerró bien la curva final. Por ahí, listo, certero, le remató Pello Bilbao, cada vez más afinado francotirador. La felicidad del vizcaíno, que ha ganado dos etapas, compartía montaña con la decepción del alavés. Su compañero Carapaz va a llevarse el Giro. Su equipo, el Movistar, ha dominado la carrera. Y él ha sido clave en esos dos éxitos. Pero ni tuvo premio en el Monte Avena ni, casi con toda probabilidad, conservará el tercer cajón del podio tras Carapaz y Nibali. Roglic está a apenas 23 segundos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.