Castroviejo, con gesto hundido, al entrar segundo en la meta. AFP

Solo Guerreiro impide el triunfo de Castroviejo en el Giro

El vizcaíno no puede soltar al portugués, que le remata en la cima de Roccarasso, donde Kelderman le quita la segunda plaza a Pello Bilbao

Domingo, 11 de octubre 2020, 17:06

Al llegar segundo a la cima de Roccaraso, Jonathan Castroviejo, rostro hinchado por el frío y la agonía, soltó un último aliento y agachó la cabeza. A 150 metros del final, en un pulso a cámara lenta sobre una rampa bruta, no había podido con ... el portugués Rubén Guerreiro, que logró ir algo más allá en la frontera del dolor. Castroviejo, que era el mejor de la fuga, había atacado a 6 kilómetros del final. A por su gran día. Determinado. Pero le resistió Guerreiro, que, aunque había sufrido en el puerto anterior, se había recuperado al olor de la meta. De la sangre. El luso tiene chispa. Es un escalador. Acabó segundo tras Kuus en el Acebo en la Vuelta 2019. El vizcaíno lo sabía. Quiso ahogarle a ritmo. Como una boa. Pero venció la cobra portuguesa con un destello. Guerreiro entró en la meta con rabia por su triunfo, como ajustando cuentas. Castroviejo, cabizbajo, vacío, lamentaba haber perdido una ocasión que nunca le dejan tener a un gregario como él, el mejor del mundo en su entregado oficio.

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Dos portugueses impiden que el Giro sea vizcaíno. Rubén Guerreiro batió a Castroviejo. Y entre los candidatos al podio, otro luso, Joao Almeida, mantuvo el liderato con medio minuto sobre Keldemann y 39 segundos sobre Pello Bilbao, que cede la segunda plaza. A todos les machacaron 208 kilómetros de lluvia y cuestas. Con el termómetro a ratos por debajo de los diez grados en este Giro otoñal. Circularon como congelados. Solo Hamilton y Hart se movieron en la subida a Roccarasso para recortar apenas un puñado de segundos. El resto esperó a la rampa final, la que había visto la derrota de Castroviejo. Ahí, Fuglsang y Keldermann fueron más que Majka, que cedió 3 segundos, y Pozzovivo, a 6. Encadenados llegaron Nibali y Bilbao, a 14, Almeida a 18 y Kruijswijk a 22. Siguen todos juntos tras la maglia rosa de Almeida. Así llega el Giro a la jornada de descanso que Castroviejo llenará de lamentos.

Cuando empieza, uno no siempre sabe qué tipo de ciclista va a ser. De eso hay muchos ejemplos. Jonathan Castroviejo, por ejemplo. Era un juvenil de talla baja, compacto y elástico que vestía el maillot del equipo Punta Galea, el club de Getxo, su paisaje. Logró ser el mejor de su generación y, ya como amateur, se proclamó campeón de Euskadi contrarreloj. Un aviso para el futuro. Era completo. Recién llegado al campo profesional le ganó un prólogo a Cancellara en su casa, el Tour de Romandía. Estaba claro: sería contrarrelojista. Y algo más. Mucho más. El ciclista del barrio de Romo se convirtió en el gregario perfecto. Ayudó a Quintana a ganar el Giro de 2014. Ya tenía claro su perfil. Iba a ser el corredor que siempre tira del que al final gana una gran vuelta.

Con 33 años se dedica a eso. A hombros con esa misión acudió al pasado Tour. Tenía que escoltar a Egan Bernal. Pero el colombiano se vino abajo. De repente, sus gregarios quedaron libres. Kwiatkowski y Carapaz lo aprovecharon para pelear por etapas. Castroviejo no pudo. Le reclamó Geraint Thomas para el Giro. El vizcaíno se bajo del Tour en marcha, renunció al mundial y se puso al servicio de Thomas en este Giro. Todos los líderes le quieren a su lado. El plan cambió cuando el galés patinó sobre un botellín y se rompió la pelvis. Su retirada soltó las cadenas que ataban a Castroviejo, que, libre por una vez, atacó en la etapa del Etna. Ahí le cogieron antes de la meta. Primer aviso.

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Castroviejo trata de llegar solo

El segundo ha llegado en esta novena etapa. Fría, larga, llena de montaña camino de los Abruzzos, de la pancarta de Rocarasso donde Fausto Coppi ya había triunfado en 1953 mientras iniciaba su romance con la 'Dama Bianca'. Aquel adulterio que escandalizó a Italia tuvo como decorado esta región de terremotos donde no dejaba de llover al paso de la actual edición del Giro. Como no hay un equipo con talla para mandar, muchos buscaron la fuga desde la salida. Eran tantos los aspirantes y tantos los intentos que la velocidad media de la primera hora superó los 50 km/h. A esa marcha se subieron en la escapada unos pocos elegidos, Castroviejo, Guerreiro, Visconti, Warbasse, Sepúlveda, Frankiny, O'Connor y Bjerg. Repasada la lista, Castroviejo era el favorito si la fuga sobrevivía al mal tiempo y los cuatro puertos.

Sobrevivió. La decena de triunfos que guarda el vizcaíno en su palmarés son contra el cronómetro, la única modalidad en la que puede correr para sí mismo. Logró el bronce en el Mundial de 2016 y rozó ese puesto en los Juegos de Río 2014. Froome le quitó la medalla. Nunca ha ganado una etapa en línea. Para pelear por una han tenido que enfermar Bernal y caerse Thomas. Su oportunidad. El vizcaíno pasó revista en la fuga. Quería llegar solo. Aceleró a 6 kilómetros del final. Empapado. Tiene potencia. Los demás claudicaron salvo Guerreiro. Al portugués le costó soldarse a la rueda de Castroviejo. Sufrió al límite. Pero lo hizo. La meta esperaba encima de una pared. Ninguno de los dos tienen maña en duelos así. El portugués, campeón de su país en 2017, llegó con dos bocanadas más de aliento y con ellas gritó su mejor triunfo mientras Castroviejo callaba su lamento.

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