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Primoz Roglic se hizo ciclista de golpe. Como suena. Era un saltador de esquí juvenil. Un chaval con alas que formaba parte de la selección eslovena campeona del mundo. Eso. El mundo a sus pies, pensaba. Hasta que un día saltó mal desde el trampolín ... largo. Exceso de confianza. Perdió el equilibrio ya en el aire y cayó sobre el hielo como la paloma que recibe un disparo. El golpe. Se deslizó sobre la pista como un muñeco roto, inerme. Inconsciente, con la nariz reventada y fuertes contusiones cerebrales. Al despertar reconoció su error. La arrogancia. Le había faltado respeto al desafío. No volvió a ser el mismo y con 21 años dejó el esquí. De golpe, también. Ni siquiera tenía entonces bicicleta. Ahora, con 29 años, es el primer líder de este Giro que subió en la contrarreloj inicial al Santuario de Luca, en Bolonia, el bello escenario donde el esloveno golpeó a la primera y con fuerza a todos sus rivales.
El reloj no engaña. Roglic superó en los 8,2 kilómetros de la etapa inicial en 19 segundos a Simon Yates, en 23 a Nibali y en 28 a Miguel Ángel López, que estuvo bien, y a Dumoulin, que estuvo mal. Majka se dejó 33, por 35 de Tao Greogheganm , 42 de Pello Bilbao, 45 de Víctor de la Parte y 1 minuto y 7 segundos de Mikel Landa, el peor parado entre los aspirantes al podio. La 'crono' entre Bolonia y el Santuario de Luca se le atragantó al alavés, sobre todo, en el tramo que le beneficiaba, los dos kilómetros finales cuesta arriba. Crispado. De pie. Sin encontrar sitio en la bicicleta. Se retorcía en la última rampa. No se terminaba nunca. Atrapado en su jadeo. Landa, que tantas ganas le tiene a este Giro, tropezó en la primera baldosa. Acusó el golpe y lo reconoció. «No he empezado como quería. Debería haberlo hecho mejor», se fustigó.
Esta vez no fue la mala suerte su guillotina. Arrastra su maleficio privado, hecho de tantas caídas. Antes de partir sólo pedía que la mala suerte le diera tregua. Fue el decimotercero en salir. ¿Número gafe? No. La larga galería que sube al santuario paralela a la carretera tiene 666 arcos. El número del diablo. Por eso hicieron así este enorme pórtico. Querían que fuera como una culebra, como un demonio, a los pies de la Virgen. Landa ni pinchó, ni sufrió una avería, ni se cayó.
Cubrió el tramo llano desde Bolonia sin demora. Alcanzó la curva que iniciaba el ascenso a San Luca y ahí se clavó. «No me he encontrado bien en la parte final», confesó. Cogió aire y trató de mirar más allá. Al fin y al cabo, este Giro suma solo ocho kilómetros de asfalto. «Tengo veinte días para corregirlo», se animó. Y hasta se regaló un consejo. «Tendré que ser más agresivo y tratar de recuperar tiempo cualquier día». Sabe que, como demostró en Asturias y la Lieja-Bastogne-Lieja, está al nivel de los mejores. El Giro le acaba de abofetear nada más comenzar. Pero, y Roglic es el mejor ejemplo, los malos golpes también traen fortuna.
La historia del esloveno es la de un milagro ciclista. El santuario que corona Bolonia está acostumbrado a hechos extraordinarios. Hasta allí subieron los peregrinos en procesión para que cesaran las tormentas que arruinaban las cosechas. Y salió el sol. Lo llaman el 'Milagro de la lluvia'. Roglic es también insólito. Llegó tan tarde al ciclismo que casi nadie se fijó en él. Venía de un país sin mucha tradición, Eslovenia, y de otro deporte. En el Giro de 2016, casi de puntillas, ganó la contrarreloj de Chianti. Primer golpe sobre la mesa. El ciclismo había descubierto a un rodador. Un año después venció en una etapa alpina del Tour. ¿También escalador? Desde entonces no ha dejado de acortar plazos.
Cuarto del pasado Tour, ha iniciado esta temporada encadenando victorias. Y así ha abierto el Giro. De rosa. Solo el italiano Ciccone batió el tiempo de Roglic en el tramo de subida a Luca. Hizo 6.03, por 6.06 del esloveno (a 20km/h en dos kilómetros al 9,7% de desnivel), 6.07 de Yates, 6.17 de Majka, 6.20 de De Plus (gregario de Roglic), 6.23 de Dumoulin, 6.25 de Nibali y 6.50 de Landa. Pero Ciccone, que salió con la bicicleta normal y no con la 'cabra', se dedicó a pasear en le primer tramo, el llano. Buscaba ser el líder de la montaña. Roglic quiere mucho más.
Ya mira por encima del hombro al resto en la clasificación general. Los que más se arriman son Yates y Nibali, tan viejo como peligroso. El siciliano, bien afilado para la contrarreloj por los ingenieros de la escudería McLaren (patrocinador del Barhain), nació con colmillos. Tiene dos Giros en su currículo, más el Tour y la Vuelta. Es historia viva de este deporte. E Italia es su territorio. Lo defenderá con los dientes. Nada más acabar la etapa, siguió atacando. Le lanzó un dardo a Simon Yates, que la víspera se había autodesignado como «gran favorito». «Si yo fuera uno de mis rivales estaría cagado», dijo el británico. Nibali le contestó con sarcasmo en el santuario boloñés. «Igual tengo que irme ahora al baño... Hay que respetar a los rivales». No ha hecho más que empezar y ya resuenan los golpes en el Giro. Bien.
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