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Cuando a Gianni Savio, descubridor de tantos ciclistas, le presentaron a Egan Bernal, torció el gesto. «Pero si es un niño». Aunque ya era mayor de edad, el joven colombiano parecía verde, sin hacer. A Savio le mostraron entonces los datos de una prueba de ... esfuerzo de aquel enclenque chaval. Se frotó los ojos. Y entonces se oyó la palabra mágica: «Fuoriclasse».
Bernal es un 'fuera de clase', un purasangre. En 2019, con 22 años, ganó el Tour. Y ahora, con 24, acaba de vencer en su primer Giro. En agosto, eso tiene planeado, estará en la Vuelta con la meta de completar la colección a una edad en la que nadie lo ha conseguido. En la contrarreloj final de Milan, donde ganó su compañero Filippo Ganna, Bernal conservó sin problemas su ventaja sobre el ejemplar Damiano Caruso y el británico Simon Yates, sus dos acompañantes en el podio de este Giro que ha reivindicado a su dominador. Y él, el líder colombiano, no ha olvidado su origen. Le duele su país, metido en otra ola de violencia. A ellos, a los que luchan por salir de la pobreza de la que él viene, les dedicó también la victoria. Un regalo para aliviar a Colombia.
El Duomo de Milán escuchó el himno de ese país y puso el marco a la emoción de Bernal. Su grito liberador. Aire para soplar tantos meses de rehabilitación, de incertidumbre. «Han sido casi dos años sin poder estar bien en una gran vuelta por la lesión», recordó. Por los dolores en la espalda. Pese a ese lastre, que ahí sigue, gestionó los 30 kilómetros planos de la 'crono' como el resto del Giro. Con temple. No arriesgó nada. «No quería perderlo todo por un fallo. Siempre sufro mucho en las 'cronos', pero en esta he disfrutado», contó.
Tenía dos minutos de renta sobre Caruso y más de tres con Yates. Le cedió 30 segundos a Caruso y se limitó a llegar con margen, lejos del mejor tiempo de Ganna. El italiano se quedó con la última etapa pese a un pinchazo. Tuvo esa mala suerte y la fortuna que de su gran rival, Cavagna, trazó mal una de las últimas curvas y se incrustó contra las vallas. Por 12 segundos sobre el francés, Ganna coronó la gran jornada del Ineos. Ya es el Giro de Bernal, con 1.29 sobre Caruso, que recibe así el premio a un vida de gregario ejemplar, y 4.15 por delante de Yates, demasiado intermitente.
Las tres semanas de este Giro ha corrido en paralelo a la evolución física y mental de su ganador. Todo ha ido rápido en la vida de Bernal. Ganó el Tour 2019 cuando no era el líder de su equipo. Acortó plazos. Parecía el inicio de su era, pero le traicionó la espalda. Una vieja lesión en un cuerpo tan joven. Ese dolor le tumbó en el Tour de 2020, que vivió la eclosión de otro dorsal aún más precoz, Tadej Pogacar. Bernal entró en duda. Su nombre comenzó a figurar entre interrogantes. Las molestias seguían y siguen ahí. Y por eso no incluyó el Tour en su calendario de esta temporada. Quería probarse en el Giro. Renacer.
Comenzó la 'corsa rosa' al abordaje. En el primer test en subida estuvo con Mikel Landa, que al día siguiente tuvo que retirarse por caída. ¿Hasta dónde hubiera llegado el alavés? Otra pregunta que queda sin respuesta en la trompicada biografía del escalador de Murgia. Bernal volvió a brillar en la tierra de Campo Felice y el 'sterrato' de Montalcino. Dominó en el Zoncolan y sentenció en la fría y recortada etapa del Passo Giau. A esa altura de la carrera, no tenía rival. Pero el Giro, tan cambiante de clima, es impredecible. Lo enseña su historia.
El colombiano se dejó seducir por la euforia. Tenía ventaja de sobra y el blindaje del mejor equipo, con corredores a su servicio como Castroviejo, Dani Martínez y Filippo Ganna. Aun así, cometió un error. Quiso seguir a Simon Yates, pletórico de repente, en la tremenda subida a Sega di Ala. Bernal reventó. Mostró una grieta. «Ese día no me falló la espalda, sino la cabeza», reconoció. Dani Martínez le remolcó hasta la meta y salvaron el liderato. Ya en el hotel, Castroviejo le recomendó «calma, que corriera tranquilo, que no volviera a cometer el mismo fallo». El valor de un gran gregario. Bernal hizo caso. Y no saltó a por Yates en Alpe di Mera. Dejó que el británico le recortara medio minuto. Podía permitírselo.
Y el sábado, en la última etapa de montaña, el Ineos protegió a su líder. No fue Yates el rival, sino un siciliano que suma una década como gregario modelo y que se regaló ese día una etapa digna de un campeón, de un 'fuoriclasse', con un ataque lejano. Con el apoyo y la entrega incondicional de Pello Bilbao, Caruso generó el momento más complicado que ha vivido Bernal en este Giro. «Tuve miedo», confesó el líder. De nuevo, mantuvo la mente fría. Evitó el pánico y dejó que sus dos muletas, Dani Martínez y Castroviejo, le hicieron la mayor parte del trabajo. A Bernal le tocó sólo rematarlo. Apenas le cedió tiempo a Caruso y distanció a Yates. El Giro, el primero que corre, ya era suyo y lo recogió tras la contrarreloj de Milán.
El primer colombiano que ha ganado del Tour es el segundo, tras Nairo Quintana (2014), que vence en el Giro. Bernal está de regreso y el ciclismo ya espera su pelea con Roglic y Pogacar. «Ganar aquí después de lo que he pasado es especial», declaró al borde de las lágrimas.
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