La decimosegunda etapa tenía miedo antes de empezar. Temor al virus tras el positivo de 17 policías que escoltan la caravana de la carrera. Y pavor al mal tiempo, la lluvia, la niebla y las carreteras submarinas que rodeaban Cesenático, cuna y panteón de ... Pantani. 'Marco e presente', se leía en las pancartas. A la ciudad del 'Pirata llegó primero el más resistente y afortunado de la fuga, el ecuatoriano Jonathan Narváez. Viene del frío, de los 3.000 metros de altitud de su pueblo andino, pegado a la frontera colombiana. Está hecho a pedalear sobre hielo. El pinchazo del ucraniano Padun, otro ciclista glaciar, le benefició. Narváez se quedó así con una etapa que se clavó en los huesos de los favoritos, aunque todos resistieron en pie. Almeida sigue como líder, con Kelderman y Pello Bilbao al acecho.
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La caravana del Giro se enteró por la prensa de que habían dado positivo por coronavirus 17 de los policías que acompañan a la carrera de bicicletas eléctricas que precede al paso del pelotón. Eso generó aún más inquietud. El corredor belga Thomas de Gendt expresó en la salida su temor a que los responsables de la corsa rosa no les estén contando toda la verdad. «No tengo ganas de correr. La situación va en la dirección equivocada y parece que la organización está ocultando cosas. Estamos discutiendo entre los corredores si debemos seguir en carrera», denunció De Gendt antes del inicio de la jornada.
La salud de los miembros de la caravana del Giro está en juego. Los ciclistas hablaron antes de dar la primera pedalada. Decidieron salir. Hay malestar por la relajación de las medidas anti-Covid que han visto en la primera mitad del Giro. El presidente de la UCI, David Lappartient, ha exigido que se someta ya a test rápidos (de saliva) a todos los ciclistas. La continuidad del Giro está en juego.
Hasta hoy se habían detectado nueve casos de coronavirus, incluidos los ciclistas Simon Yates, Steven Kruijswijk y Michael Matthews. Dos equipos, el Mitchelton y el Jumbo, optaron por dejar la carrera. Ahora se suman 17 policías. La organización asegura que no han compartido hoteles con los agentes que circulan a diario junto al pelotón. Pero hay ciclistas que dudan. No es esa su experiencia. Chad Haga, corredor del Sunweb, denuncia en 'cyclingnews' que mienras los equipos hacen todos los esfuerzos por aislarse incluso en los comedores de los hoteles, luego se cruzan con turistas en los pasillos y los vestíbulos.
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El Giro comenzó sin virus. Todo el pelotón superó una prueba PCR antes de partir en Sicilia. «Pero ahí, en Sicilia, compartimos hoteles de playa con cientos de clientes», apunta Brent Bookwalter, del Mitcchelton. «Utilizamos los mismos ascensores y escaleras que los huéspedes», aporta Lawson Craddok. Los hoteles parecen el punto débil de la burbuja antivirus del Giro.
En el Tour, los equipos se mantuvieron siempre al margen del resto de los clientes de los establecimientos hoteleros. La carrera llegó a París sin ningún infectado. El Giro, apenas superado su ecuador, está en peligro. Además, se han disparado los casos en Italia. La siguiente ronda de controles PCR está prevista para el lunes, segunda jornada de descanso. Antes, la organización hará test rápidos a todo el pelotón.
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Y mientras la pandemia azota la carrera, el mal tiempo se ensaña con los corredores. La etapa por los paisajes de Pantani resultó una tortura. Giro invernal. Aun así, hubo voluntarios para meterse en la fuga. Narváez, Padun, Clarke, Carretero, Torres, Boaro, Pellaud, Hansen... Entre todos acumularon 14 minutos de renta. La etapa era suya. El día se puso negro. Las nubes, rasas, lo taparon todo. Las cuestas, breves pero una tras otra, fueron como el gota a gota. El equipo NTT, el de Pozzovivo, fijó un ritmo en el pelotón que redujo el grupo al formato de una escapada. Apenas una quincena de dorsales resistieron. Eso sí, estaban todos los que cuentan, incluido Pello Bilbao, el tercero de la general, que ya piensa en la contrarreloj del sábado.
De la última cota a la meta en Cesenático quedaban casi treinta kilómetros. Pozzovivo no logró ejecutar a nadie. Y cedió el testigo al equipo de Almeida, el líder, el portugués que crece con el paso de las jornadas. Un detalle: era el único en manga corta. Inmune al frío. Sus gregarios en el Deceuninck tiraron con calma del grupo hasta la playa donde creció Pantani.
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Allí ya había llegado Narváez, otra perla (23 años) como Richard Carapaz y Jonathan Caicedo de la cantera ecuatoriana. El técnico vizcaíno Josean Fernández, 'Matxin', lo descubrió en una Vuelta al Besaya juvenil. No dudó y le hizo hueco en el filial del Quick Step (antecesor del Deceuninck). Escalaba bien y tenía el récord mundial juvenil de persecución en velódromo. El Ineos, la escuadra de Bernal y Froome, le reclamó. Y con ese maillot, calado por este Giro otoñal, entró feliz en la meta de Pantani, que está en el cielo para sus miles de devotos. De allí arriba, de su casa a 3.000 metros, viene Narváez, un sherpa de los Andes que ha llegado al país de los Apeninos y que sabe de sobra lo que es el mal tiempo. Tuvo tiempo para desabrocharse el chaleco, mostrar la marca que le paga y persignarse. Gracias al cielo, que le trajo la lluvia y una pizca de suerte.
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