Era uno de esos días en los que llueve tanto que los pulmones respiran agua. Branquias. Casi cinco horas submarinas y, de repente, toca bracear en el colle Passerino, un muro de cuatro kilómetros al 10 por ciento de pendiente. Era el momento para que ... en el día más oscuro todo se aclarara. Y emergió de ese mar la cabeza atrevida de Mikel Landa. En su currículo hay más ataques que victorias. Es su sino: ser valiente. Cuando el frío había hinchado los pómulos de los favoritos y las manos parecían de hielo, el alavés abrió la carnicería del Giro camino de la meta en Sestola. Bernal, con su espalda intacta, se sumó enseguida al ataque de Landa. Sólo Carthy y Vlasov pudieron seguirles. Yates, Bardet y Evenepoel cedieron una docena de segundos; Nibali, Hindley, Sivakov, Buchmann y Soler, medio minuto; Bennett, más de un minuto, y Almeida, descartado ya, casi cinco. Ya ruedan cabezas en este Giro donde Landa y Bernal ejercen de matarifes.
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El alavés siempre ha tenido fama de rebelde. Preside un corriente única, el 'landismo'. Primero le tocó vivir con la generación de Froome y cuando esa camada se ha marchitado han surgido jóvenes como Pogacar que parecen igual de inaccesibles. Landa, por esa fragilidad contra el cronómetro que parece un ancla clavada en la tierra, está condenado a quedarse casi siempre a orillas del éxito. Lo asume. Su reto íntimo es otro: dar espectáculo. A eso se dedica mientras confía en que algún día la fortuna al fin le premie. ¿En este Giro quizá? A eso ha venido. Se vio en la tremenda cuarta etapa. A la primera mostró su rebeldía.
Los campanarios de Piacenza, punto de salida, pinchaban las nubes, bajas, cargadas. Día negro. El Giro del frío y la lluvia. El diluvio pasaba por Parma, ciudad de historia revoltosa, y terminaba en Sestola, en la falda de la subida a Pian del Falco, donde la carrera italiana descubrió a José Manuel Fuente. Aquel maravilloso rebelde. Dalmacio Langarica, director del KAS, le llevó al Giro de 1971 por la baja a última hora de Mascaró. A Fuente, tan desordenado, le llamaba 'el turista'. El joven corredor asturiano comenzó al revés la carrera, descolgado a diario. Langarica le pilló fumando en la habitación. No podía con él.
Pero llegó la décima etapa, la de Sestola. Era el 30 mayo, el cumpleaños de María Elena, su novia. Fuente, 'El Tarangu', convirtió ese día en un regalo. Atacó de lejos. Llegó a Sestola en la fuga. Gandarias y Uribezubia, sus compañeros, le lanzaron y ganó por primera vez en el Giro. En Milán, tras la última etapa, tocaba fiesta. Como venía Luis Knörr, patrón del KAS, Langarica ordenó a todos lucir el traje oficial. Fuente llegó con retraso, con una camisa rosa, pantalón amarillo y sombrero. En la chaqueta escondía, claro, el paquete de tabaco.
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En el ciclismo moderno no se puede ser como Fuente, pero sí al menos como Landa. Un toque pirata. La etapa era un mar azotado por la tormenta. Olas de lluvia. Tiempo de naufragio en Emilia Romaña camino de los Apeninos. El Ineos no defendió la maglia rosa de Ganna. Su capitán, está claro, es Bernal. La escuadra británica dejó navegar a un fuga de 25 corredores entre los que iban el vencedor de la etapa, el estadounidense Joe Dombrowski, y el nuevo líder, Alessandro De Marchi.
El cielo abrió sus esclusas. La vida abordo del pelotón se convirtió en un martirio bajo el aguacero. El recorrido entró así en una sucesión de puertos, Castello de Carpineti y Montemolino, calificados de tercera categoría pero que parecían colosos. Entonces, mientras en la fuga cogían ventaja Taaramae, Hermans y Jull-Jensen, Landa ordenó a su equipo, el Bahrain, correr al abordaje. Como le gusta. Valls se puso a tirar cuesta arriba y Mohoric, hacia abajo. Así, con la espada en los dientes, entraron en el colle Passerino, la última cuesta, cuya cima estaba a sólo dos kilómetros del final en Sestola.
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Delante, Dombrowski y De Marchi atraparon a Taaramae y Jull-Jensen con tiempo de sobra para repartirse el botín de la etapa. Detrás, Pello Bilbao aceleraba al servicio de Landa. Enseguida se ahogó Almeida, líder del pasado Giro durante dos semanas. Todos llevaban la cara de quien va al desolladero. Entumecidos. Con el frío corriendo bajo la piel. Hacía falta echarle valor. Landa. Él lo hizo. Saltó por la derecha cuando más dolía. Luz sobre el Giro. Simon Yates, el gran favorito, no pudo responder. Ni Evenepoel. Ni Nibali, Bennett, Soler, Hindley, Bardet...
Sólo Vlasov y Bernal, con una tremenda arrancada que despeja las dudas sobre su estado de forma, se subieron a la ola de Landa. Ellos y Carthy, el tercero en pasada Vuelta. Los cuatro -más Ciccone, que había atacado antes- alcanzaron con ventaja las calles empedradas y empapadas de Sestola, donde duerme el eco rebelde del 'Tarangu' y ahora el de Landa. Por la curva del fondo asomaban apresurados Evenepoel y Yates, que llevaban en la piel el primer corte de sangre provocado por Landa y Bernal.
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