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En la llanura padana rugen las fábricas de Ferrari, de Ducati... Allí está el circuito de Ímola. En un país repleto de montañas, esta zona es el oasis para la velocidad. De este paisaje horizontal es un joven velocista italiano, Alberto Dainese, apellido que comparte ... con la marca de ropa para motociclistas que ha vestido a pilotos como Agostini, Rossi y Lorenzo. Dainese, campeón de Europa sub'23 en 2019, no era el favorito, pero estaba en casa, en el circuito plano de Reggio Emilia, y en las dos últimas pedaladas del sprint superó a Fernando Gaviria. El colombiano, que ya saboreaba el triunfo, solo miraba de reojo a la derecha. Pendiente de la sombra de Demare, que no le remontaba. Descuidó el flanco zurdo y por allí, aprovechando el rebufo, abrió gas Dainese. Si el martes ganó el primer africano negro, esta vez lo hizo el primer italiano en esta edición. Cuando subió al podio, Dainese se encontró con que ya estaba descorchada la botella de prosecco, que ha resultado ser el peligro oculto de este Giro. Conviene apartarse de la dirección del corcho.
En la salida, en Santarcangelo di Romaña, no estuvo Biniam Girmay, el ganador de la etapa anterior, el primer africano negro que vence en el Giro y en una gran vuelta. Su hito histórico para el continente africano irá para siempre acompañado de una anécdota dolorosa. Durante la ceremonia del podio el martes, el corredor eritreo resultó lesionado. Al manipular el tapón de la enorme botella de vino espumoso que recibe cada ganador, el corcho salió disparado hacia su ojo izquierdo. El golpe le llevó al hospital. Allí le detectaron un hematoma en la córnea y le aconsejaron reposo. Girmay ha dejado el Giro tras escribir la primera página del futuro que viene: los ciclistas del África subsahariana.
Ya tienen atletas y futbolistas. En su inolvidable sprint del martes ante Van der Poel en Jesi, Girmay abrió la puerta para los ciclistas de su tierra. Con su misión cumplida, hizo la maleta y se fue a su casa europea, al cercano San Marino, a recuperarse para levantar la bandera africana en el próximo Tour. Con 22 años y su enorme potencial, ya está citado con futuras ediciones del Giro, la carrera de la que los colonos italianos hablaban sin parar cuando suya era Eritrea.
No son frecuentes las lesiones oculares en el ciclismo. El alemán Marcel Wust perdió el ojo derecho en una caída en 2000. Jonathan Waugters tuvo que abandonar el Tour 2001 por la reacción alérgica a una picadura de avispa que le cerró un ojo. Y ciego era uno de los masajistas históricos de este deporte, Biagio Cavanna, el descubridor de Fausto Coppi, aquel chaval enclenque, encorvado y de nariz afilada de quien decían que no servía «ni para tirarlo a la basura». Cavanna, el mago de un mundo a oscuras, lo transformó en leyenda. Obligaba a Fausto a entrenar hasta los días de descanso y a dormir de costado, encogido y con las piernas como si estuvieran pedaleando. Cavanna metió a Coppi en el molde de los campeones.
En este Giro hay tres ganadores de la ronda rosa. Dumoulin y Nibali ya no están a su mejor altura. El tercero, Carapaz, es el favorito. Y es de los que no perdonan. Rascó tres segundos de bonificación en San Giovanni in Persiceto, una de las ciudades que tembló por aquel terremoto en 2012. El ecuatoriano no pudo el domingo con Landa y Bardet en las rampas del Blockhaus, pero busca ventaja en cada esquina. Por si acaso.
Sobre la decimoprimera etapa, tan llana como un mar interior, sobrevoló el temor a viento. Sopló en la espalda de la fuga inicial de Rastelli y Tagliani. Y luego, ya de costado, inclinó al belga De Bondt, rendido a las puertas del sprint de Reggio Emilia. Allí había ganado Gaviria en 2017. Recordaba bien la última curva. Giro veloz. Prohibido frenar. Hay que inclinarse como las motos. Richeze, su lanzador, entró primero. Pero Gaviria venía pendiente de Demare, su obsesión. En una jornada a 47 kilómetros por hora, el colombiano se sintió en el punto adecuado. Rebasó a Demare. Ya lo tenía. Adiós a su maleficio, a sus averías, sus enfermedades y sus derrotas. Ya agarraba el tan ansiado triunfo cuando notó que por la izquierda le tapaba un italiano nuevo con apellido veloz, Dainese.
Con ellos entró el líder, 'Juanpe' López. «¡Qué nervios!», resoplaba. Así son las etapas veloces aceleradas por el aire. Ya en el podio, el lebrijano descubrió como Dainese que la botella de prosecco destinada a la maglia rosa no tenía corcho. A salvo del tapón que ha dejado K.O. a Girmay.
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