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El Giro es Italia. Su caos, su belleza, sus peleas a viva voz que acaban en torno a una pizza... Sus montañas. La historia centenaria del Giro que partirá este viernes desde Budapest (Hungría) se puede recorrer con un dedo sobre el mapa donde aparecen, ... como en esta edición de la 'corsa rosa', cimas repletas de historias: el Etna, el Blockhaus, el Mortirolo, el Valico de Santa Cristina, el Pordoi y el Passo Fedaia, más conocido y temido como la Marmolada. El Giro 2022 apenas se preocupa de la contrarreloj. Hay dos, una en la segunda etapa, de sólo 9 kilómetros, y otra, en la jornada final de Verona, de 17. Por eso, los candidatos al podio son escaladores como Carapaz, Simon Yates, 'Superman' López y Mikel Landa. En 3.437 kilómetros hay más de 50.000 metros des desnivel acumulado. Los ciclistas subirán cinco veces y media el Everest, repartido entre volcanes sicilianos, los Apeninos, los Alpes y sus primos los Dolomitas.
Tras los tres primeros días en Hungría y una jornada de traslado a Sicilia, el Etna descartará ya a algún aspirante. El volcán será la tarima para una subida en frío. Allí, en 2011, Contador se reivindicó en plena pelea judicial por su caso positivo en el Tour anterior. El Etna era también la meta de la primera etapa de montaña. Los vulcanólogos habían dado el visto bueno al desarrollo de la jornada. El que rugió fue Contador. Desgarró la carretera del Giro a ocho kilómetros de la meta. «Tenía buenas piernas y he visto malas caras alrededor», contó. «Ha sido salvaje». Así describió Igor Antón la arrancada del madrileño. Scarponi, a rueda, quiso seguirle. Ni así. Contador le pudo a él, al viento y al volcán.
El camino del Giro'22 se detiene en la novena etapa sobre la cima del Blockhaus: diez kilómetros al 10%. En esa montaña de los Apeninos nació un coloso en 1967. Aquel Giro era la primera gran vuelta de un joven belga. Eddy Merckx parecía un clasicómano. Su eco en el Blockhaus anunció que era mucho más. Saltó a rueda del mejor escalador entonces, Zilioli, y en un día glaciar remató al italiano para coronar solo la cumbre. Pero esa mole de piedra no se apiada de nadie. Merckx sufrió en el Blockhaus (1972) la embestida de un genio, José Manuel Fuente. Y allí, en 2017, Mikel Landa perdió en una caída todas sus opciones. «Le tengo ganas a ese puerto», avisa ahora el alavés.
El dedo que sigue el itinerario de este Giro no deja de subir y bajar al posarse en la decimosexta etapa, larga, de 202 kilómetros, y dura, con las ascensiones al Goletto di Cadino, el Mortirolo y el Valico de Santa Cristina antes de llegar a Áprica. Al tirar de cada cuesta salen nombres. El Mortirolo es Marco Pantani, que allí se reveló en 1994. El mito calvo de apenas 56 kilos. El campeón trágico; tan italiano. El 'Pirata' llegó a la cima y le ordenaron esperar a Miguel Induráin, que había dejado atrás al líder, el ruso Berzin. El Giro entró en ebullición. Induráin parecía volar hacia su tercer triunfo consecutivo. Y no. De frenarle se encargó el Valico de Santa Cristina. La 'grossa pájara' del campeón de Villava. Su rostro de cadáver, vacío, sin fuerza. El hundimiento. Pantani levantó los brazos en Áprica. Induráin, a rastras, llegó a tres minutos y medio, con Berzin pisándole los talones. El ruso ganó aquella edición. El navarro no volvió a la ronda italiana.
El viaje de la memoria por las montañas de este Giro tiene una parada especial en la vigésima y penúltima etapa, de 167 kilómetros entre Belluno y la Marmolada, y con estaciones de paso por San Pellegrino y el Pordoi, donde pedalea la estatua de Fausto Coppi. En esas rampas empezó a redactar su leyenda. Fue en 1947 y, claro, ante su enemigo íntimo, Gino Bartali. Las dos Italias. El Giro en su esencia.
La etapa irá más allá del Pordoi hasta llegar a una mole pocas veces escalada, el Passo Fedaia, la Marmolada. «El diablo vestido de puerto». Así lo definió Javier Ruiz en un artículo. El corazón de los Dolomitas. El periodista Daniel Friebe compara a esta montaña con «una película de miedo de la que nos resulta difícil apartar la mirada». El alavés Paco Galdos puso contra las cuerdas en este escenario a Bertoglio en 1975. Roche y Visentini, compañeros de equipo, se atacaron a muerte en 1987. En estas paredes y en 1993 fusiló Induráin a Bugno, que ya nunca más fue el mismo. Lo mismo hizo Pantani con Zulle en 1998. ¿Quién caerá esta vez?
En el inicio de la subida a la Marmolada, el desfiladero de Sottoguda separa un paisaje de postal tirolesa de la mole de piedra y hielo que aguarda. Comienza el 'cementerio de los campeones'. Marino Lejarreta no olvida esa recta vertical, Malga Ciapela. Interminable. «Ahí reventé. No podía con mi alma. Sientes el peso del fracaso y no tienes fuerzas para ponerte de pie. El fracaso te va aplastando cada vez más. Sólo ves el manillar. Cierras los ojos y sigues aguantando. Llega un momento en el que parece que llevas toda la vida en ese sufrimiento y que no se va a acabar nunca», relató en el libro 'Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey'.
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