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Antes de ir al Giro, Mikel Landa cogió aire en la altitud de Canarias. Compartió esa concentración con su compañero Gino Mader, un joven suizo ... de 24 años, una promesa. A Landa lo sacó de la 'corsa rosa' la brutal caída de la quinta etapa. Y en la sexta, Mader le envió la victoria desde la cima gélida de San Giacomo. Por Mikel. Al último kilómetro, el helvético llegó como único superviviente de la fuga. Al límite. Arrastraba un mal recuerdo: en la pasada París-Niza y en una secuencia calcada, Roglic le había quitado el triunfo sobre la raya. Pero esta vez pedaleaba por dos. Mikel y él. Doble tracción, física y anímica. Aguantó. Entró con la lengua fuera, boqueando hasta la última gota del oxígeno canario que había respirado junto a su colega alavés. Mader esquivó por unos metros a los mejores, a Bernal y Evenepoel, que empiezan a quedarse con el duelo de este Giro.
El viento en contra que soplaba en la larga y mojada subida a San Giacomo frenó la ambición de Bernal. Aun así, desnudó a sus rivales. Sólo Evenepoel y Ciccone le aguantaron. Y sólo Daniel Martin pudo luego unirse a ellos. Todos los demás doblaron un poco la rodilla. Caruso y Daniel Martínez se dejaron 13 segundos. Soler cedió 15. Y 17 Carthy, Simon Yates, Vlasov y Attila Valter, el joven húngaro de 22 años que es el nuevo y feliz líder con 11 segundos de renta sobre Evenepoel y 16 por delante de Bernal. El belga y el colombiano son el dúo de este Giro que echa de menos a Landa y en el que Pello Bilbao dio un paso atrás al entrar a más de un minuto. El vizcaíno tenía un consuelo, el triunfo de su compañero Mader, del Bahrain, el equipo que actuó como un coro en honor de su líder caído.
Aunque el Giro ya es lo suficientemente duro, el equipo Ineos, al dictado de Bernal, lo hizo más cruel aún. Cuanto peor, mejor para el renacido colombiano. Es su ley. A algunos de sus brutales entrenamientos los llama 'el apocalipsis'. Hasta el cielo se puso de su parte. Las previsiones no anunciaban lluvia y la hubo. A manta. Y viento. Y frío. El fin del mundo cayó sobre los Apeninos. El martes, cuando aún estaba Landa en el Giro, Bernal aprovechó la arrancada del alavés para descubrir cierta fragilidad en Evenepoel y Yates. Tomó nota. Un campeón como él no hace heridos. Salió a por ellos. A por el Giro.
Por delante iba la fuga de Mollema, Cataldo, Bouchard... y dos ciclistas del Bahrain, Mohoric y Mader, que querían abrazar en la distancia a Landa, atado a una camilla de hospital con una clavícula y cinco costillas rotas por la mala caída de ayer. En el ecuador de la etapa se juntaban dos subidas, Forca di Gualdo y Forca di Presta, unidas por un altiplano desprotegido. Lluvia y viento. Ahí, el Ineos ocupó su puesto en la batalla. El menudo Castroviejo y el gigante Ganna montaron un abanico. Impusieron la asfixia general. El líder, De Marchi, sucumbió enseguida.
Pero no era la pieza que quería cobrar Bernal. El Ineos arremetió también en el largo descenso hasta Ascoli Piceno, inicio de la subida final a San Giacomo. La escuadra de Bernal controló el ataque de Bettiol, Ciccone y Bardet, tres corredores a vigilar, y llevó al colombiano hasta la base del puerto. La mole del Gran Sasso miraba sobre un mar de nubes empapadas el hambre de Bernal. Primero mandó acelerar a Dani Martínez. Quería ver la cara de Evenepoel. Impasible. El joven belga llevaba mejor rostro que el martes en Sestola. Bernal actuó en primera persona. Contra todos. Contra el viento. Soltó a casi todos, pero no a Evenepoel. Entraron de la mano en San Giacomo, donde Giro Mader, pálido por el esfuerzo, miraba al cielo por el que un rato antes había volado su amigo Landa hacia un hospital de Vitoria. Va por él.
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