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Por la mañana, antes de salir a disputar la contrarreloj en la que se jugaba el Giro, empatado a tiempo con el australiano Jai Hindley, el británico Tao Geoghegan Hart, escribió: «Para mí, el domingo siempre será ir al mercado de Brick Lane con mi ... padre y mi hermano. No he visto a la familia en diez meses. Pero siempre están conmigo». Por la tarde, ya frente al Duomo de Milán donde desembocó la 'crono' final, Tao buscó a los suyos tras las vallas. Los abrazó. Le había sacado 38 segundos a Hindley. Se abrazó también a Filippo Ganna, su compañero, vencedor de la etapa, la cuarta que gana, la séptima del Ineos. La fiesta británica fue total. En la otra acera, Hindley se consolaba con su segundo puesto en el podio por delante de Kelderman y Almeida, que le quitó por una docena de segundos la cuarta plaza a Pello Bilbao, quinto. Así terminó el domingo para Hart. Por una vez no fue para ir al mercado. Fue mejor.
«Se pronuncia 'Teyo'». Eso dice él, aunque se escriba Tao. Ha ganado el Giro sin vestir de rosa hasta el último día. Una edición tan extraña, marcada por la pandemia, por disputarse en octubre, por el frío, por la caída de los favoritos y por el injustificable plante del pelotón el pasado viernes, tenía que acabar así. Con un vencedor inesperado. Pero justo.
Pelirrojo y con el rostro abribillado a pecas, Tao Geoghehan Hart tiene raíces escocesas e irlandesas y nació en el este de Londres, en Hackney. Sus padres se separaron cuando era niño. Tuvo que aprender a arreglarse solo, a ser ordenado. Cada día veía cómo su padre trabajaba 16 horas en la construcción. Le iba bien el deporte y probó con la natación. Hace frío en las piscinas al aire libre de Londres. Y en las aguas de Dover. O en la travesía por el Canal. También fue portero de fútbol. Un día se olvidó un guante en casa. Lo recuerda con vergüenza. Defraudó a su equipo. En 2007, el Tour salió de la capital británica. Tao, un crío, era uno más en aquella muchedumbre que aplaudía a los ciclistas. Quiso ser como ellos.
En el club ciclista de su distrito, Hackney, destacó enseguida. Le buscaron incluso un trabajo en invierno para ganar algo de dinero. Le recuerdan como un chico atento a los detalles, ambicioso, que se enfurruñaba si perdía. La Academia Británica le reclamó. Es la escuela donde se han formado Wiggins, Thomas y Cavendish. La élite. Pero Tao no cuadró. Le obligaban a meterse en el velódromo. Y no le gustaba. Eligió su propio camino. Primero fue a Bélgica, a mamar la esencia de este deporte. Luego decidió formarse en el equipo estadounidense Axeon, dirigido por Axel Merckx, hijo del 'Caníbal'. Buena factoría. Allí recorrió el calendario mundial amateur. Con 19 años acabó decimoquinto en el Tour de Gran Bretaña profesional. Brillaba tanto que el Sky le ofreció un contrato en 2015. Lo rechazó.
Hizo caso a Axel Merckx y tuvo paciencia. Prefirió seguir un año más como amateur. Fue tercero en la Lieja-Bastogne-Lieja, se dejó ver en las clásicas de pavés y por tres segundos perdió ante Enric Mas el Tour de Savoia. «En un día en la París-Roubaix aprendes más que en 50 en otras carreras», dijo. Cuando ya se sintió maduro, firmó por el Sky, en 2017. «Tao tiene compromiso, pasión, determinación y talento», le define Axel Merckx.
Y paciencia. No es fácil ser líder del Sky, ahora patrocinado por el Ineos. Como dice su mánager, Dave Brailsford, «antes de ganar, hay que aprender a ganar». Tao ha estado al servicio de muchos líderes, de Froome, de Bernal.... E iba a ser gregario de Thomas en este Giro, pero el galés resbaló sobre un botellín en la tercera etapa y tuvo que retirarse. Tao, que se había dejado ir en la contrarreloj inicial, recogió los galones. Su gran oportunidad. Recuperó el tiempo perdido, ganó en Piancavallo y con el respaldo de su equipo tumbó a Kelderman y ha mantenido a raya a Hindley, otra revelación de este Giro que ha descubierto además el carácter y la clase del portugues Almeida. Ya no hay duda de que el ciclismo asiste a un cambio generacional. Nibali y Fuglsang, por ejemplo, lo acaban de comprobar.
La contrarreloj final se ciñó a lo previsto. Arrasó el nuevo dueño del reloj, Filippo Ganna, que aventajó en medio minuto a Campenaerts y Dennis. Voló en los 15,7 kilómetros planos que iban al corazón de Milán. A casi 55 km/h. No tiene rival. El portento italiano esperó en el podio a su colega Hart, que siempre marcó mejores tiempos que Hindley, un escalador puro. Con ellos estaba el mánager del Ineos, Dave Brailsford, feliz. «Más que de ganar se trata de cómo ganas. Y en este Giro hemos disfrutado», dijo. Hart hizo eso: disfrutar con la familia del Ineos en una tarde dominical en Milán recordando al ausente, a Nicolas Portal, el director y amigo que falleció en marzo. Hindley y Kelderman, el dúo del Sunweb, subieron con Tao al podio. Almeida, otra revelación, se quedó en la orilla. Y Pello Bilbao, quinto, logró su mejor puesto en una gran vuelta. Premio a su empeño, profesionalidad y constancia.
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