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Se esperaba un sprint y lo hubo. También que Arnaud Demare no fallara y sumara su tercera victoria, y así fue. Pero la séptima etapa del Giro, pese a lo previsible de su final, ya está en la historia de la corsa rosa. Un trazado ... favorable, pocos kilómetros (143) y un viento que hizo volar a un pelotón con ganas de correr convirtieron el recorrido desde Matera a Brindisi en la etapa más rápida de la historia del Giro. El francés, intratable en las llegadas masivas de esta edición, se impuso con una media de 51,230 kilómetros por hora, superando ampliamente el registro de la 18ª etapa de 2012, donde se llegó a rodar a 49,420 km/h y en la que ganó, también al sprint, el italiano Andrea Guardini.
Para hacer por vez primera una media superior a los 50 kilómetros por hora contribuyó un viento que rompió el pelotón desde los primeros instantes tras la salida desde Matera.
Las ganas de pelea de varios equipos pilló desprevenidos a algunos de los grandes favoritos en el Giro. El Deceuninck del líder Almeida y el Jumbo de Kruijswijk tiraban de un grupo donde apenas habían entrado 30 corredores y en un segundo tramo de viento, corredores como Pello Bilbao, Fuglsang, Majka y Yates quedaron retrasados. Se corría a casi 56 kilómetros por hora y la etapa, a priori de transición y destinada al sprint, había saltado por los aires.
El susto y sofoco para Pello Biilbao terminó en el kilómetro 47, cuando su grupo pudo alcanzar al de la maglia rosa tras haber estado a casi un minuto. Y en torno al kilómetro 60 volvió la calma al pelotón. Una vez reagrupados, los favoritos pudieron relajarse y Pellaud y Frapporti, que ya lo intentaron de inicio, volvieron a tomar ventaja, pero siempre bajo el control de los equipos con velocistas, que pese a la velocidad mantenían los planes iniciales.
Los sustos no habían terminado. A 45 kilómetros para llegar a Brindisi, una caída masiva rompió de nuevo el grupo en varias partes, aunque no hubo que lamentar desgracias y los corredores que habían quedado cortados volvieron al seno del gran pelotón.
A partir de ahí, llegó la hora de los más rápidos en una nueva volata que tuvo de nuevo sabor francés con la victoria de Demare.
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