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Grado, que es una ciudad, es casi una isla a orillas del Adriático con playas donde van los turistas a tostarse con calma. Pero el Giro se largo de allí a toda prisa. Ciego. Todos sabían que en esta edición las fugas tienen éxito. Y ... eso anima. Sobraban los aspirantes a subirse a la escapada camino de la meta de Gorizia, en la frontera con Eslovenia. Y, de repente, cayó una bomba. Caída masiva en el kilómetro 3. El alemán Buchmann, de pie y consciente, se dolía. Tuvo que retirarse y dejar libre la sexta plaza en la general. Con él se fueron Berhane y Van Endem. Otra docena de corredores se lamían las heridas. Los sanitarios y las ambulancias no daban abasto y la carrera tuvo que quedar neutralizada durante media hora.
El parón no quitó las ganas de fuga. Al revés. Enseguida insistieron quince dorsales. Entre ellos iba un belga peculiar, Victor Campenaerts, que figura en la prestigiosa lista de los poseedores del récord de la hora (55,089 km/h). Sus victorias son así, contra el cronómetro. A solas. Pero hace tiempo que hay rivales que le superan. Le ha tocado reconvertirse y buscar un nuevo oficio en las escapadas. Además, se puso a llover. Con ganas. Al agua. Eso le va bien. Campenaerts era nadador. Bastante bueno, pero bajito. Apenas 1,73 metros. Un palmo menos que sus rivales. Probó en el triatlón, pero no le gustaba correr a pie. Así que se quedó con la bicicleta. Con ella batió al sprint al único de la fuga que le siguió en este día submarino, Riesebeek, que es mucho más alto, pero no tan rápido.
Campenaerts se había trabajado el triunfo. Cuando aún iba entre los quince fugados, abroncó a Vanhoucke. Obligó a todos a colaborar. Y, como no quería pelear contra tantos, atacó desde lejos, antes de la tercera y última subida a Cornje Cerovo, un muro esloveno abarrotado de seguidores de Roglic y Pogacar, los dos ídolos que cruzarán sables en el Tour. A la rueda de Campenaerts habían saltado Riesebeek y el mallorquín Albert Torres, campeón del mundo, de Europa y de España en pista. Al ciclista balear se le clavó ese repecho. Pedaleó con todo. Chepazos. Cabeceaba. Con la boca desencajada. Pero ni así. Sucumbió.
Detrás, tampoco los otros escapados (Mollema, Cataldo...) tenían músculo para acercarse. La etapa, la decimoquinta, quedaba en un duelo entre el bajito Campenaerts, que se la jugó en cada empapada curva del descenso, y el espigado Riesebeek, que no perdía su estelaen una carretera de cristal. La meta parecía una piscina. Se tiró primero el alto, que inició el sprint, y salió primero el más menudo, Campenaerts. Lejos de todo eso y calado, llegó más tarde el pelotón, con Egan Bernal vestido de rosa y con todos sus rivales pensando en si podrán hacer algo contra él en la tremenda etapa que viene, eso que los italianos llaman 'tappone'.
Si hubiera que resumir los más de cien años de vida del Giro bastaría con un día así. Lo tiene todo. La resistencia necesaria para soportar 212 kilómetros. La altitud de tres puertos, Marmolada, Pordoi y Giau, los tres por encima de los dos mil metros. La postal de los Dolomitas. El frío del parte meteorológico. La dureza que suponen los 5.700 metros de desnivel acumulado. Y, sobre todo, la historia escrita en esas paredes donde rebota como el eco el aliento de los grandes campeones.
Sólo el nombre intimida: Marmolada. Como escribió Daniel Friebe, editor de 'Procycling', es como «una película de terror de la que no puedes apartar la mirada». La Marmolada es esa recta, Malga Ciapela, azotada por el viento, donde Bugno se inclinó ante Induráin en 1993. Donde Pantani barrió a Zulle en1998. Y donde Paco Galdos y el KAS trataron de acabar con Bertoglio en 1975. El italiano resistió por 41 segundos.
Tras la Marmolada (Passo Fedaia), el Giro escalará las 27 curvas del Pordoi para rendir homenaje a Fausto Coppi, que allí tiene un monumento. Y luego espera el Passo Giau, escenario de aquella cabalgada rebelde del 'Tarangu' Fuente en 1973. Había sido un mal Giro para el asturiano. Enfermo. Calambres y vómitos. Sin opciones en la general. Pero tenía que seguir atizándole a su verdugo habitual, Eddy Merckx. Lo hizo en los Dolomitas, en el Giau. Ganó la etapa y le quitó al belga el reinado de la montaña. Aquel ataque de más de 100 kilómetros impresionó tanto a Merckx, que, en honor al 'Tarangu', renunció a disputarle el título de mejor escalador.
Por esas páginas de la historia de la 'corsa rosa' pasa ahora su dedo el Giro 2021. Con Egan Bernal como líder y Simon Yates como el rival que crece. Bernal llega a su casa, a la altitud de Zipaquirá, el pueblo en el que aprendió a respirar sin casi oxígeno.
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