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A Frascati, a dos pasos de Roma, se llega subiendo una cuesta difícil de calificar. Ni tan dura como para eliminar a los velocistas, ni tan larga como para seleccionar a los candidatos al podio. Y esa duda compartida por el pelotón generó tensión. Todos se veían con opciones. Y todos no caben. A seis kilómetros del final, a codazos por colocarse, un ciclista del Ineos miró hacia atrás y, sin querer, inició un dominó de caídas. Tiró a Dumoulin, que se iba a dejar cuatro minutos y una rodilla. Se desató el caos. Luego fue Simon Yates el que sacó la podadora en una curva y desequilibró a Mikel Landa, otra vez por los suelos. El alavés, que iba bien colocado, cedió por culpa del británico 44 segundos más. Goteo de pérdidas. Entró en Frascati bramando contra Yates. En la meta, al menos, recibió el consuelo de la victoria de su compañero Richard Carapaz, ecuatoriano, mejor joven en el pasado Giro y el más certero y valiente en la cuesta engañosa que sube a Frascati. La cuarta etapa no fue ni para velocistas ni para los favoritos, sino de Carapaz.
Y el Giro, al menos por ahora, se inclina hacia Primoz Roglic, líder reforzado. Esquivó todos los golpes. Los rivales se le caen solos. Simon Yates, López, Nibali y Hart perdieron en Frascati 16 segundos. De la Parte, 25. Pello Bilbao, 34. Landa, 42. Y Dumoulin, doliente y con la rodilla zurda manando sangre, cuatro minutos y quizá el Giro. En la general, Roglic mira a Yates 35 segundos por encima. Nibali está a 39. López, a 44. Y Landa, a 1.49, mucho para tan poco recorrido hecho. A los adversarios de Roglic solo les anima que el esloveno no tuvo reprís para disputarle a Carapaz, Ewan, Ulissi y Ackermann el sprint en cuesta de Frascati. Se movió, pero, casi de inmediato, tocó techo. No pudo. Frascati hizo mucho más daño del previsto. Es una colina con mucha sangre en su historia.
A alguno de los turistas que abarrotan Roma le queda tiempo para darse una vuelta por Frascati, más fresca que la capital y llena de villas bien conservadas. A los patricio y cardenales siempre les gustó esta colina desde la que se ve Roma. Allí ganó el belga Stan Ockers el Mundial de 1955. Eddy Merckx, que entonces tenía diez años, creció admirándole. Y más cuando Ockers se hizo leyenda al matarse la temporada siguiente en el velódromo de los Seis Días de Amberes. En esta cuarta etapa del Giro, la que pereció fue la fuga, tan larga como imposible, de tres italianos que están aquí para eso. Que les vean. Frapporti, Cima y Maestri.
Cada uno con su maillot repleto de publicidad. Así son los equipos transalpinos de segunda. Supervivientes. Nada que ver, por ejemplo, con el Ineos, que ha archivado el azul del Sky a media temporada y ya luce de rojo oscuro. Ese color apretó el interruptor de la alarma. Apenas faltaban 6 kilómetros para la meta. Un descenso y el ascenso final. Y ahí, cuando el Movistar marcaba el ritmo para colocar a Landa y Carapaz, ese dorsal el Ineos se giró. Ciego, tocó la rueda del ciclista que le precedía. Hizo el afilador. Caída. Apenas una veintena la sortearon. Dumoulin se clavó en el suelo con la rodilla izquierda. Subió a la bicicleta, pero no iba. Empujado por sus gregarios como Luis Ocaña en el Ballon de Alsacia, se rindió. Llevaba una estocada mortal en la bisagra, roja de sangre.
La entrada a Frascati ya era una locura. Delante, apenas resistían ocho. Roglic, Carapaz y media docena de velocistas. A una curva de distancia remontaban Nibali, Landa, López y Yates, que entró en un giro con la venda en los ojos. Landa salió despedido. La mala suerte volvió a apuntar su dorsal, el número uno del Giro. Delante corría la otra cara de su equipo, Carapaz. Calculaba. Era el único escalador puro. No podía esperar al final. «Mi distancia estaba en los 600 metros. Ahí tenía que arrancar», contó. Pronto. Lo hizo. Los otros, como siempre en Frascati, dudaron. Pensaron que se había precipitado. Roglic no tuvo piernas. A Ulissi le fallaron los pulmones. Y a Ewan, el que más se acercó al ecuatoriano, le faltó cuesta. No remontó lo suficiente para cazar a Carapaz. «¡No me lo puedo creer! El lunes perdí 43 segundos y ahora gano», decía el feliz ecuatoriano.
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