Peter Sagan gana en la meta de Foligno. Reuters

Bernal y Evenepoel se pegan hasta por un segundo en este Giro

El líder colombiano y el belga disputaron a muerte el sprint bonificado previo a la meta de Foligno, donde ganó Sagan

Lunes, 17 de mayo 2021, 17:54

Cada segundo de este Giro es de oro. Al menos eso creen Egan Bernal, el líder, y Remco Evenepoel, el que le más le acosa. Antes de la décima etapa, el belga estaba a 15 segundos. Ya está a 14. Sin tregua. Cualquier botín le ... vale.

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La última jornada antes del primer día de descanso asistió a la victoria al sprint de Peter Sagan y al primer desfile rosa de Bernal. El Giro se había emocionado el domingo al verle llorar en la cima de 'sterrato' de Campo Felice. El colombiano recordó con lágrimas los meses de dolor, rehabilitación y dudas tras la retirada en el pasado Tour por esa lesión de espalda que arrastra desde niño. Se sentía de nuevo como el ciclista que había vencido con 22 años en el Tour de 2019. Pero no está solo en este Giro.

Apenas le saca en la clasificación una quincena de segundos a un prodigio aún más precoz, Remco Evenepoel. El belga sonreía en la salida ante las cámaras y repetía que no pudo seguir a Bernal en el kilómetro final de Campo Felice porque un enganchón le había descolocado. Seguro de sí mismo. Es su primera gran vuelta. Nunca había corrido más de una semana seguida y viene de una larga lesión. Pisa una Luna nueva para él, pero está conjurado para dejar ya su huella.

Evenepoel no sabe rendirse. No regala nada. No perdona. A falta de 18 kilómetros para la meta de Foligno esperaba un sprint intermedio: 3, 2 y 1 segundos de bonificación a repartir. Poco. Nada es poco para Remco. Ordenó a sus gregarios acelerar. En hilera. En formación de lanzamiento. Bernal replicó. El líder colombiano se subió al rebufo de Ganna, una bestia de 1,93 metros. Evenepoel, de 1,71 metros y veinte kilos menos, cerró ese hueco y los rebasó. Tremendo. Y hubiera ganado si no es por la remontada de otro escudero de Bernal, el ecuatoriano Narváez, que se llevó los 3 segundos. Dos fueron para Evenepoel y uno para Bernal. Tras ese kilómetro demoledor, el belga sólo le recorta un segundo al colombiano. Pero deja claro su carácter indómito. Discutirá por cada metro.

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En la salida de L'Aquila, el Giro hacía recuento de bajas. Faltaba Caleb Ewan, que hubiera sido el favorito en el sprint que esperaba en Foligno. Se retiró el domingo porque -eso juró- le dolía una rodilla. Pero no es la primera vez que se larga así. De hecho, no ha terminado ninguna de las cuatro ediciones de la 'corsa rosa' que ha disputado. Recibió una crítica en mayúsculas, la de Eddy Merckx: «Me desagrada lo que ha hecho Ewan, es una falta de respeto al Giro».

La ausencia del australiano, ganador de dos etapas, avivó las expectativas de los otros velocistas. Ya no estaba el mejor. Mejor para ellos. En 2009, un terremoto devastó L'Aquila. Más de 300 muertos. El Giro salió de allí deprisa. Hacia Umbría, tierra de lagos y bosques. Sin Ewan en liza, el sprint parecía al alcance de muchos. La fuga no iba a tener papeletas. Pero, aun así, hubo escapada. Y la montaron Rivi, Van der Hoorn, Goossens y los dos de siempre, Simon Pellaud y Umberto Marengo, un piamontés que durante el confinamiento por la pandemia se entrenó repartiendo helados en bicicleta para una empresa. Así se liberaba de la tortura diaria del rodillo, de pedalear bajo techo. Tenía, eso sí, que realizar los pedidos a toda pastilla para que la mercancía no llegara derretida.

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Ese trabajo temporal a la espera de que el coronavirus permitiera reabrir el calendario competitivo le hizo sentirse «útil» a la sociedad. Un deportista solidario. Los cinco de la fuga tiraron de la misma cuerda. Pero la suya era una aventura sin destino. Hasta les detuvo el paso de un tren. Barreras abajo. El pelotón los atropelló cuando le cuadraron los cálculos. A Marengo y sus colegas se les derritieron las piernas a falta de 40 kilómetros. Turno para que los ciclistas más rápidos se disputaran a mordiscos el trono vacante de Ewan.

Triunfo a pulso

Cuando desaparece la sombra que dan las montañas del Giro, emergen los velocistas. Cada uno lo es a su manera. Sagan, por ejemplo, ya no es tan rápido, pero gestiona bien las cuestas de nivel medio. El eslovaco necesita que su equipo, el Bora, le desbroce el camino en algún pequeño puerto y ahogue a sus rivales, más jóvenes, más certeros en el sprint pero menos resistentes en la montaña. Los cálculos de Peter. Primero se libraron de Groenewegen y su perfil de culturista. Luego, ya en la subida a Valico della Somma, barrieron con su ritmo a Merlier, Dekker y Nizzolo. Y Ewan estaba en su casa.

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La llegada a Foligno, entre curvas, le iba como un traje a medida a Sagan. El UAE quiso sorprenderle y lanzó a Molano. Sagan no le concedió ni un palmo pese a llevar a rueda al otro del UAE, a Gaviria. Emparedado. Dio igual. El eslovaco negoció la curva final como si fuera sobre raíles, protegió su posición y levantó los brazos. Ya lo ha hecho casi 120 veces, diez de ellas en el Giro. Eso dice su tremendo palmarés.

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