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Gesto de esfuerzo de Bernal al cruzar la meta de Campo Felice. Reuters

Bernal entierra su lesión en el 'sterrato' y ya es líder del Giro

Con un final pleno de potencia, gana en la cuesta de grava de Campo Felice y se vise de rosa con 15 segundos sobre Evenepoel

Domingo, 16 de mayo 2021, 17:51

Tiembla el Giro. ¿Otro terremoto en los Abruzos? Sí, es Egan Bernal, que ha vuelto a reinar sobre la tierra, el 'sterrato'.

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El Giro le guiña un ojo. Ha puesto un final de etapa en cuesta y sobre tierra. Así empezó a competir Bernal, sobre ... caminos de barro con su oxidada mountain bike. El Giro, además, ha colocado la meta en Campo Felice. Suena bien. Campo feliz. Y allí, tras la lesión de espalda que le retiró del último Tour, el colombiano va a volver a ser feliz. Sonrisa rosa. En su primer Giro ya es el líder. Después de tantos meses de dudas y rehabilitaciones, aterrizó en el 'sterrato' y, lanzado por Moscon en el kilómetro final, reventó piernas y pedales. Aplastó a los fugados, Geoffrey y Bouwman, que iban a cámara lenta sobre la grava marrón, y dejó atrás a todos, a Ciccone, a Vlasov y, sobre todo, a Evenepoel. Nadie pudo contenerle. Bernal pisaba el paisaje del que proviene. La tierra. Es suya. Como la maglia. El vencedor del Tour 2019 ha vuelto. Del amarillo al rosa.

En París tenía 22 años; ahora ha cumplido 24. Le lesión en la espalda le acorraló. Por eso, por todo lo que pudo haber perdido, se emocionó en esta meta del Giro tanto como en los Campos Elíseos. Lloró en Campo Felice. «No lo puedo creer. Han pasado muchas cosas para poder llegar acá... Muchos sacrificios. Esta victoria e ir de rosa hacen que todo valga la pena», declaró entrecortado. Es su primera maglia rosa y su primera victoria de etapa en una gran vuelta. Y ya es el quinto colombiano al frente del Giro.

El reparto de la tierra se saldó a su favor. Su detonación le dio 6 segundos sobre Ciccone, presente hasta ahora en todos los finales en alto. Tras ellos llegaron Vlasov (a 7 segundos), Evenepoel y Martin (a 9) y, a 12 segundos, el grupo de Caruso, Bardet, Soler, Dani Martínez, Almeida, Formolo, Carthy, Buchmann y Yates. A 49 apareció el líder destronado, Attila Valter. De rosa, como ordenó el 'sterrato', viste ya Bernal, con 15 segundos sobre Evenepoel y 21 por delante de Vlasov. Ciccone, Carthy, Caruso y Yates siguen a menos de un minuto. Soler, a 1.20. Y Pello Bilbao, a 3.26. Queda mucho, pero todos miran desde atrás a Bernal. Ven su espalda, el enemigo interno que no le dejó hace un año pelear con Pogacar por el Tour.

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El devenir de la etapa pudo haber sido otro. Aunque ya no está Mikel Landa en el Giro -es operado el lunes en Vitoria-, su equipo mantiene el alma guerrera del ciclista alavés. Más que salir a correr, el Bahrain embistió. Mader y Mohoric se subieron a una fuga inicial. A punto de hollar el primer puerto, el Passo Godi, se les unió su ahora líder, Caruso, el sexto en la general. Órdago. La apuesta era clara: Mohoric cuesta abajo y Mader hacia arriba tirarían de Caruso. Les esperaba una cuesta denominada como si fuera su lema, 'Forca Caruso', antes del final en la montaña de Campo Felice.

Pero la suerte no se apiada del Bahrain. En el descenso del Passo Gobi, cuando iba a rueda de Mader, el esloveno Mohoric entró algo pasado a una curva. Es un equilibrista, aunque ni así. Frenó. A tope. La bicicleta se volvió un toro mecánico. Dio con la rueda delantera en un bordillo y se clavó allí mismo. La bici se partió por la horquilla que sostiene la rueda. Y Mohoric inició una vuelta de campana. Aterrizó de cabeza contra el asfalto. Se levantó, aunque conmocionado. Desnortado. Por precaución, fue evacuado en ambulancia. El accidente aplacó al Bahrain. La etapa ya iba a ser otra. De otros.

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Attila Valter cede al final

En esta tierra de tanta actividad sísmica y entre desfiladeros de los Abruzos, se montó otra escapada, la de Luis León, Mollema, Bowman, Ulissi, Bennett, Fabbro... y Geoffrey Bouchard, un francés que trabajó en un Decathlon porque no terminaba de dar la talla para el ciclismo profesional. Y cuando, ya tarde, le dejaron correr en la élite ganó el premio de la montaña en el Vuelta a España de 2019. Llevaba el dorsal '13', el mismo que camino de Campo Felice. No cree en maldiciones ni gafes. La etapa no iba a decidirse por una cuestión de suerte. Más bien, por fuerza. De eso sabe Bernal.

Su equipo, el Ineos, dispuso en hilera a los gregarios. Al paso por Rocca di Cambio, inicio del último puerto, aceleró Castroviejo. Allí, en el Giro de 1968, había ganado otro vizcaíno, Luis Pedro Santamarina. Bernal quería ahogar a Evenepoel. Le teme. La subida a Campo Felice atraviesa un túnel. Al salir de él, Bouchard y Bouwman aún resistían. Quedaba kilómetro y medio sobre 'sterrato'. Llovía. A Castroviejo le dio relevo Moscon. Coloso. El italiano trituró la entrada al sendero. «Mis compañeros confiaban en mí. Me animaban a atacar», les agradeció Bernal. Attila Valter se rindió. Y enseguida, todos los demás. El colombiano hizo temblar el 'sterrato' con su arrancada.

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Bernal notó el trote sobre la tierra, su origen. Llegó a Italia con 18 años y dos medallas en los mundiales de mountain bike. Se alojó en un hotel del Piamonte, con otros aspirantes a ciclista. La casera recuerda que aquel chaval tímido se hacía él mismo la cama. Era ordenado. No salía de fiesta como otros. Quería triunfar. Lo hizo. Ganó el Tour de 2019 y parecía el nuevo dueño del ciclismo hasta que la espalda le frenó el año pasado y su lugar fue para Pogacar. En la rampa más exigente de Campo Felice lo dio todo. Renacido. Pedaleó con las piernas y, sobre todo, con la espalda. La vida vuelve a ser de color rosa para Bernal.

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