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Cuidado con Thomas de Gendt. A un tipo así, que ha ganado escapado en el Stelvio (Giro) y el Mont Ventoux (Tour), no se le puede regalar ni un metro. El belga es un escapista. Visto no visto. Se fuga y adiós. Así se ... ha llevado la primera etapa de la Volta a Cataluña con 2 minutos y 42 segundos sobre el pelotón de Valverde, Froome, Bernal y Yates. De Gendt, que ya tiene 32 años, pertenece a una época anterior, la de aquellos ciclistas heroicos que salían a cada carrera como si fuera una aventura. De Gendt es un dorsal imprescindible en cualquier vuelta. La suya es una raza en extinción. La Volta tiene suerte. «Se me da bien Cataluña», ha dicho en la meta de Calella. Cierto. Es su cuarto triunfo en esta carrera en la que es líder. En su palmarés no abundan los triunfos, 14, pero todos buenos. Tirador de caza mayor.
Lo de fugarse le viene de niño. Como en Bélgica no le dejaban competir hasta los 12 años, se negó a esperar. Su familia vivía en la frontera con Holanda. Así que con 10 años cruzaba esa muga para apuntarse a carreras. Inicio furtivo. En el Giro de 2012, cuando aún buscaba su sitio en el pelotón, venció en el Stelvio y subió como tercero al podio final. ¿Valía para grandes vueltas? Pronto comprobó que no. Nunca más ha vuelto a pesar 65 kilos como en aquella ronda italiana. No podrá jamás con los escaladores. ¿Y las clásicas? Es potente, pero le faltan espolones para pelear la plaza en la cabeza del pelotón cuando la jauría saca los colmillos. «Por eso prefiero ir solo o en pequeños grupos», confiesa. Mejor a su aire.
Eso ha hecho en la primera etapa de esta Volta, 163 kilómetros con salida y meta en Calella y varios puertos en el camino. Un día de montaña pero, en principio, no decisivo. Perfecto para él. Y, claro, se ha largado en cuanto ha podido. Esta vez en compañía de Madrazo, Cuadros, Maté, Duijin y Gougeard. Pobres. Los ha torturado con su martillo pilón. De Gendt es de los que se ponen en silueta horizontal sobre la cruz del manillar y ruedan impasibles a 40 por hora. Máquina. A 60 kilómetros del final ya estaba solo. Su compañía preferida. El Euskadi-Murias ha tirado para cogerle porque quería jugarse con Aristi la baza del sprint. Imposible. Si a De Gendt le das cuerda...
Dicen que tras las etapas no recibe masaje, que tampoco calienta mucho antes de una contrarreloj, que come a diario una paquete de bolas de chocolate y que le pirran las costillas asadas... De Gendt, efectivamente, viene de otro tiempo, que poco tiene que ver con este ciclismo tan matemático y dietético. Eso sí, sabe calcular bien las opciones que tiene en cada fuga. Descansa en las etapas que no son para él y sale a por las que cree a su alcance. Su ídolo no era un ganador de grandes vueltas ni un clasicómano, sino «Jens Voigt», otro llanero solitario como él adicto a las fugas.
A 30 kilómetros de Calella, De Gendt tenía más de tres minutos de margen. Le salían las cuentas. El rodador belga sabe jugar con el pelotón. Aprieta cuando intuye que por detrás se paran, por ejemplo, a comer. El ratón se ríe del gato. Y así, con casi tres minutos de renta, se ha presentado en Calella para llevarse otra etapa en su carrera preferida y para vestirse de líder. En teoría, los dos finales en alto, Vallter 2000 y la Molina, están lo suficientemente altos para tumbarle. Bernal, Valverde y Quintana le acribillarán allí. Si antes no vuelve a fugarse. Cuidado con De Gendt.
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