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Si el ciclismo tuviera que elegir sólo un puñado de fotografías para resumir su historia y también su esencia, entre ellas estaría la de Aldo Moser sorteando a pie la nieve de una avalancha que cerraba el paso por el Stelvio, final de la vigésima etapa del Giro de Italia de 1965. Aldo era el hermano mayor de Francesco Moser; el primogénito de una estirpe de ciclistas que se prolonga a lo largo de varias generaciones. Fue corredor durante dos décadas, enlazó las épocas de Coppi, Anquetil y Merckx. Pudo haber ganado el gélido Giro de 1956 que figura en el palmarés de Charly Gaul y, también en un decorado invernal, protagonizó aquella inolvidable instantánea en el Stelvio. Y ha fallecido con 86 años víctima del Covid-19 en Trento, Italia.
Aldo les marcó el camino a su hermanos, a Enzo, Diego y Francesco, el benjamín, el mejor del todos, el que ganó el Giro, el Mundial, la París-Roubaix y tuvo el récord de la hora. Aldo no fue, como Francesco, un ganador. Tuvo alguna victoria, la Copa Agostoni y la Copa Bernocchi, pero su figura está pegada al Giro de Italia. Su carrera. Estuvo en 16 ediciones, fue líder un par de etapas y, sobre todo, acarició la victoria en 1956. Aquel Giro se decidió en la etapa del Monte Bondone, bajo una tempestad. Sólo 45 de los 86 corredores alcanzaron la meta. Aldo tenía apenas 22 años e iba tercero en la general.
Nadie imaginaba lo que les esperaba. El infierno blanco sobre 242 kilómetros entre montañas nevadas. Aldo había perdido sus zapatillas. No pudo encontrar otras de su número. Usó las de un compañero, demasiado grandes. El frío y la lluvia helada azotaron la carrera. Ya era cuestión de supervivivencia. Con el calzado inadecuado, le dolían todos los músculos. Aun así, se detuvo para ayudar a otro ciclista, que resultó ser Charly Gaul. El luxemburgués estaba parado, tiritando. Aldo Moser le animó a seguir y le ayudó a enlazar con sus rivales. Sin esa colaboración, Gaul ni hubiera ganado esa etapa ni ese Giro. Aldo acabó quinto al final y siempre pensó que aquel año tuvo la victoria a su alcance.
Una década después, bajo el mismo clima polar, se metió en la historia gráfica del ciclismo sobre la nieve que cubría la carretera del Stelvio. A 300 metros de la cima, un alud había frenado la carrera. Imposible pasar. ¿Imposible? Los aficionados, con sus manos como azadas, trataban de abrir un paso. Y los ciclistas, a pie, cargando con la bicicleta, sortearon el obstáculo. La victoria fue para Graziano Battistini. Pero de aquello queda como mejor testigo la fotografía de Aldo Moser que forma parte para siempre de la memoria de este deporte.
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