Martínez le dedica el triunfo a su familia. Efe

Los eslovenos pueden con Bernal en el volcán

Roglic y Pogacar vuelven a distanciar al colombiano en el Puy Mary, donde gana Martínez y Landa se coloca octavo en la general

Viernes, 11 de septiembre 2020, 18:41

El cráter les mira a la cara a los corredores. La de Roglic es la misma en la salida y en la brutal rampa final del Puy May, la pirámide donde late el volcán. Roglic lleva máscara. Si sufre, no lo parece. Y no ... deja de distanciar a sus rivales, salvo a su vecino Pogacar, que entra con él. Entente eslovena. Son el primero y el segundo del Tour. A 13 segundos vienen los rostros crispados de Porte y Landa. Se ven cerca del dúo esloveno. «Son más fuertes», piensa el alavés. Por ahora. Ya se verá en los Alpes. Sonríe Landa entre jadeos porque, gota a gota, se acerca al podio. Ya es octavo. Hay más caras. La de Bernal, gesticulante, lengua fuera, desencajada. No puede con Roglic. Cede otros 37 segundos. Está a un minuto. No eran sus cuentas. También pone cara de funeral en la cuneta la afición francesa. Se han disipado las opciones de Bardet y Martin. Hechos ceniza. Y queda una cara en el Puy Mary, la más feliz, la del colombiano Daniel Felipe Martínez, el más fuerte y calculador de la fuga, y el primero en llegar al volcán.

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En la Auvernia, el paisaje lo imponen los viejos conos apagados. Mientras la escapada de Martínez, Kamna, Schachmann y Soler tiraba hacia la meta, el Tour se jugaba al abordaje ocho minutos detrás. Carapaz, con su ritmo de asalto, reinvindicó a su líder, Bernal. El Ineos quiso pisotear la táctica del Jumbo de Roglic. Iba a ser a cara de perro entre los mejores. Ya no estaban ni Bardet ni Martin, con pies de plomo en la cuesta anterior al Puy Mary. Pero no apareció Bernal. Como siempre en este Tour, la cuerda la rompió Pogacar, de nuevo a degüello. Roglic, sin un tic facial, le siguió. El único que pudo. Hablan el mismo idioma, pero no necesitan palabras. Roglic vino con rango de favorito y Pogacar acaba de ganárselo. Eran dos kilómetros finales al 12%. Una pared.

Muros así son la medida exacta de los dos explosivos eslovenos. Porte, Landa y 'Supermán' López se mantuvieron a veinte metros. Bernal, aplastado contra el cuadro de su bicicleta no era el Bernal que había anunciado el ritmo de Carapaz. No es por ahora el que ganó en 2019. «Bueno, queda montaña», se consoló. En la meta, al lado de Bernal apareció el resistente Urán, unos metros antes que Quintana y Enric Mas. Hay muchos colombianos, pero mandan dos eslovenos. En la general, Roglic es líder con 44 segundos sobre Pogacar y 59 sobre Bernal. Luego vienen Urán (a 1.10), Quintana (1.12), López (1.31), Yates (1.42) y, octavo, Landa (1.55), que remonta. Mas es décimo, a casi tres minutos. «Roglic y Pogacar son mejores en esto», repetía el alavés. En cuestas así, breves y verticales. «Vienen días muy duros. Hay que regular para seguir mirando a París», avisó.

Landa está destinado a tener un espacio y un tiempo en la historia del Tour. En eso está. Por un segundo se quedó fuera del podio en 2017. Por caídas o por verse obligado a sacrificarse por otros, el alavés nunca ha corrido la Grande Boucle sin cadenas. Hasta ahora. Liberado. Aun así, patinó en la primera etapa y cayó luego en la trampa de los abanicos. No hay Landa si no hay remontada. En los Pirineos, su otra casa, este Tour comenzó a ponerse de su parte. Al fin. Las montañas le nutren. Y aquí, en la Auvernia, las montañas son volcanes. El Puy Mary, la gran pirámide, dormía latente hasta que retumbó la pisada profunda de Pogacar y Roglic en su ladera. Sonó como una bomba. Porte y Landa fueron los que más se acercaron. «Va a haber sorpresas», advirtió otra vez el escalador de Murgia.

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Martínez sabe rematar

No fue sorpresa, en cambio, que atacara Remi Cavagna, que es de Clermont-Ferrand, por donde empezaba el recorrido. Para salir de la ciudad en bicicleta, Cavagna nunca tira por donde tiró la decimotercera etapa, por el puerto de Ceyssat (1ª), que empieza en las calles de la urbe. Cavagna lo conoce bien. Y le abrió el camino a su líder, Alaphilippe, para subirse a una fuga que fue ganando socios. Una veintena. Incluidos Soler, De la Cruz, Sivakov, Rolland, Barguil, Powless, Kamna, Schachmann y Daniel Martínez. Al repasar los nombres, el Tour supo enseguida que la victoria del día estaba entre ellos. A distancia, el equipo de Roglic, el Jumbo, estaba a otra cosa. Se olvida de las setas, de las etapas, y va a por 'Rolex'. A por el oro de París.

Era una gran etapa de montaña sin grandes puertos. Al estilo del Macizo Central. Tierra movediza, de lava. Cuesta tras cuesta. Powless, indio americano, quiso aprovechar la mayoría de su equipo en la fuga (estaban también Martínez y Carthy). Apostó en un descenso. A por él salió Schachmann, alemán, ganador de la París-Niza. Más fuerte. Más hecho.

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Quedaban dos volcanes, el Neronne y el Puy Mary. Calcados. Tres kilómetros cada uno a lo bestia. Schachmann ya rodaba solo cuando Martínez, el ganador del Dauphiné, el chico que repartía golosinas con su bicicleta a la puerta de los colegios, apareció junto a un compañero en el equipo Bora de Schachmann, otro germano, Kamna. Dos contra uno. Pero no decidió la mayoría, sino el volcán. Martínez ajustó con exactitud sus fuerzas. Dejó que el cráter madurada primero a Schachmann y, por último, remató a Kamna. Se agarró con las uñas a la pared, la derribó y ya está en el libro de oro del Tour. Al entrar en la meta del Puy Mary dibujó un corazón. Para su mujer y su hijo. Las caras de felicidad en el volcán.

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