El ciclista Milan Vader regresa al lugar donde volvió a nacer en la Itzulia
Año y medio después ·
El ciclista neerlandés del Jumbo busca entre Natxitua y Ea la memoria perdida de la caída que casi le cuesta la vidaSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Año y medio después ·
El ciclista neerlandés del Jumbo busca entre Natxitua y Ea la memoria perdida de la caída que casi le cuesta la vidaEn el GPS que Milan Vader (Países Bajos, 26 años) lleva en su bicicleta hay un borrón en el archivo del 8 de abril de 2022. Ese día había tomado en Zamudio la salida de la quinta etapa de la Vuelta al País Vasco, la ... Itzulia. El GPS, y casi su vida, se detuvieron en seco a la altura del kilómetro 60, tras el descenso de Natxitua hacia Ea. La bicicleta del corredor neerlandés quedó clavada en el quitamiedos. ¿Y él? Tirado como una marioneta sin hilo en una campa. Ensordecedor silencio. Huesos rotos. Inconsciente. Una arteria estaba obstruida. La sangre dejó de llegar al cerebro. El médico de la carrera, Tomás Rodríguez, le salvó la vida. Intuyó lo que sucedía.
El pasado lunes, Vader regresó al lugar de su segundo nacimiento. Usó como brújula el borrón fijado en el GPS. Llegó. Miró. Echó el anzuelo en la memoria perdida de aquel día. Quería recordar algo de la caída. «Al ver las montañas me acordé de parte de los últimos tres kilómetros que recorrí, pero todo se borra desde 800 metros antes del accidente», cuenta. Su novia, Ilse, sacó las fotografías de ese reencuentro con el inesperado escenario donde todo estuvo a punto de terminar.
La bruma continúa sobre ese momento y las dos semanas en coma que permaneció en el hospital de Cruces. Despertó en una camilla. «No sabía lo que me había pasado. Abrí los ojos y vi a mi padre, a mi madre, a mi hermano... Estaban todos alrededor de la cama. Supe que algo tenía que haber sucedido, pero todos sonreían, así que supuse que fuera lo que fuera había salido bien», le relata a Jon Iriberri, biomecánico de su equipo, el Jumbo-Visma, y su cicerone en esta visita a Bizkaia en busca de la memoria perdida. «Del día de la caída no me acuerdo de nada. Ni del desayuno, ni de la reunión previa a la etapa... Se borró todo. Y del día anterior también tengo lagunas. Tampoco recuerdo la ambulancia», añade el ciclista neerlandés.
De Tomás Rodríguez sabe lo que le han contado. Que fue el médico que le atendió en la campa; que fue quien actuó cuando él empezó a perder la respiración; que fue quien supuso que el riego cerebral estaba obstruido; que fue quien, ya en la ambulancia, le intubó. «Siempre le estaré agradecido. Me salvó la vida. Soy consciente de que si no llega a intubarme, hoy no estaría aquí», le envía desde esa cuneta mientras imagina allí, apenas a unos metros, su cuerpo inerte. La cámara de Ilse enfoca lo bueno. Milan ha vuelto. Cuando abrió los ojos y ya en un centro de rehabilitación de Países Bajos, puso el contador a cero. Alguien dispuesto a empezar de nuevo no ha perdido nada.
Aunque quedaban vallas por saltar. «En mi cerebro las cosas estaban bien. Pensé en ponerme de pie y dar un paso hasta donde quería. Pero me sentí raro. Me mareaba. Perdía el sentido del equilibrio. No era capaz de sujetarme erguido ni unos segundos. Tuve que aprender a caminar de nuevo. Los primeros días me llevaban a la sala de reanimación en silla de ruedas», rebobina. Descubrió el coraje de dar unos pasos. «Un día intenté ir a pie. Llegar a la sala por mí mismo fue complicadísimo». En ese momento tiró de una fuente de energía que él recarga con facilidad: la motivación.
Habían cambiado las preguntas. Ya no se cuestionaba si, tras una brillante carrera en mountain bike, iba a tener hueco en el pelotón de élite del ciclismo de ruta. De repente, la duda era si podría volver a ser el mismo. A caminar. A correr. No renunció a nada. «Estaba en Rotterdam, en un centro de recuperación. Vi una bicicleta estática y pedí permiso para probar. Empecé a pedalear. Me resultaba muy difícil. Quise aumentar un poco la intensidad y no pude. Era como si no supiera pedalear», recuerda.
Se subió a aquella bicicleta con cuidado, como quien se monta en una canoa. Le costó arrancar. ¿Llegó a pensar que era el final de su carrera deportiva? Contesta tajante: «No. Nunca». Camino de Ea acabó para él aquella etapa de la Itzulia y empezó otra, la del regreso. «La vida me ha dado otra oportunidad. Todo se aprovecha más. Eres más agradecido por lo que tienes. Se ven las cosas de otra manera. Hay un antes y un después del accidente», reconoce Vader. El miedo no está entre las secuelas: «Ni temor al pelotón, ni a las caídas, ni a la velocidad. Me siento muy cómodo en carrera. Igual que antes».
Hace dos semanas y 18 meses después de aquel apagón cerebral, Vader ganó la etapa 'reina' del Tour de Guangxi, la última carrera del calendario World Tour; la vuelta a la que ya casi nadie quiere ir y a la que él se alistó voluntario. Su triunfo emocionó a todos. «Hasta casi la meta, sólo pensaba en ganar, en mantener la distancia. En los últimos metros, sí que me puse a pensar en todo el sufrimiento pasado. No tanto en el mío como en el de mi familia. Ellos me habían visto muy mal, con un pie en el otro mundo. Esa victoria en China era como cerrar un círculo. Era la prueba de mi recuperación total», recalca.
En el ciclismo, como en casi todo, no hay marcha atrás. Vader sigue pedaleando hacia delante, alejándose de ese borrón que su GPS registró en una esquina de Bizkaia. Tras volver de China hizo las maletas en su casa de Alicante y, con Ilse, inició el viaje de vuelta para pasar el otoño en Zelanda, la región neerlandesa donde nació por primera vez. Pero antes quería detenerse en el lugar de su segundo bautizo. Entre Natxitua y Ea.
Y, de paso, hizo algo de turismo en Bilbao. «Me ha gustado mucho. Tenía una visita pendiente. Había estado mucho tiempo aquí, pero en el hospital. No había visto nada. Ingresé inconsciente y salí hacia mi país en un viaje medicalizado. No vi nada de nada. Ahora he visto la ría, los puentes, el casco viejo... Es una ciudad muy diferente a Alicante. Nada que ver. Me gusta más», compara. «Compañeros como Tom Dumoulin me habían contado lo de los pinchos. Es algo exagerado. Es sorprendente que haya comida en todos los sitios y a todas horas». Vader disfruta de su segunda vida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.