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El estreno de la Vuelta a Burgos dejó imágenes novedosas en el mundo del ciclismo, como los corredores con mascarilla y los controles de temperatura. efe

El ciclismo vuelve en una burbuja

La Vuelta a Burgos se convierte en el banco de pruebas de un deporte con máxima exigencia en los protocolos de salud

Miércoles, 29 de julio 2020, 00:30

Grossschartner gana la etapa.

La Vuelta a Burgos se mueve por la geografía de la provincia castellana en la panza de una enorme burbuja que se expande o contrae al ritmo que marca el pelotón. Es el formato ideado por la organización para afrontar una edición que ha puesto ... a la prueba en el punto de mira. No sólo porque el parón de los últimos meses en el calendario UCI la han convertido en la cita más esperada por los mejores equipos del planeta. El circuito mira con lupa a la cita porque constituye la prueba de fuego del ciclismo ante la avalancha del coronavirus.

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Hay, por ello, máxima exigencia en todos los protocolos. En justa correspondencia, máxima tensión. También confianza absoluta en las medidas que se han adoptado para garantizar que la recuperación del calendario internacional se demuestre posible, aunque el banderazo de salida se dio ayer con el perfil de la catedral a las espaldas y con un abrupto sobresalto.

La respiración de los responsables de la prueba se contuvo durante más de media hora al anunciarse que uno de los corredores del Israel Start quedaba fuera de la nómina de inscritos al haber tenido contacto con una persona que dio positivo, y a pesar de haber dado resultado negativo el corredor en todos los 'tests' a los que había sido sometido. Se imponía el cumplimiento estricto de los requisitos impuestos por la prueba. Y la escuadra llegaba al control de firmas con tan sólo cinco componentes.

El espacio de reserva que se había establecido alrededor de la carrera, sin presencia en caravana de medios de comunicación, patrocinadores o invitados, se estrechaba aún más. Ser la primera que asume el reto de enfrentarse al nuevo contexto sanitario ha permitido reunir a las mejores escuadras del circuito y a las grandes figuras del ciclismo mundial. Pero también ha obligado a crear compartimentos estanco en los hoteles, donde permanecen aislados los corredores de cada equipo; en los accesos al control de firma, donde se toma la temperatura a dada uno de los participantes cada día, evitando el contacto con el público y los compañeros de otras formaciones, permaneciendo hasta el último momento con su mascarilla de protección y estampando su rúbrica de forma individual, al ser llamados de uno en uno para cumplir con el procedimiento; bajo la pancarta de salida, donde se alinean manteniendo la distancia de seguridad; y en la entrega de premios, donde a estos requisitos se suma un último detalle: los patrocinadores no entregan el trofeo al ganador; lo dejan sobre una mesa de la que es recogido por los más aventajados después de someterlo a desinfección.

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Se trata de un decálogo al que deberán acostumbrarse, porque sirve de plataforma para el resto de las carreras del circuito mundial que siguen la Vuelta a Burgos. El impuesto a los espectadores se mueve en parecido estadio, para garantizar que la burbuja que se pretende crear alrededor de los ciclistas sea impermeable.

De ahí que haya vigilantes de seguridad que controlan el número de seguidores que acceden a las salidas o a las llegadas para ver de cerca a sus mitos. Se les exige, en el mejor de los casos, ir cubiertos con mascarillas, mantener entre ellos al menos metro y medio de distancia, y no superar el medio millar en el espacio limitado por la prueba.

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