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Aire inmóvil y sofocante sobre Turín. Agosto en mayo. Ambiente de Tour en el Giro, que sacó la trituradora en un circuito convertido en una carnicería. Carne a la brasa sobre la parrilla de las rampas de Superga, la Maddalena y Parco del Nobile, donde ... se levanta un monumento a Fausto Coppi. Todos hicieron honor al mito en una jornada de ciclismo antiguo, bruto, salvaje. La etapa, que fue como una clásica, la ganó Simon Yates. A 15 segundos entró el nuevo líder, Richard Carapaz, junto al que parece su gran rival, Jai Hindley, y el eterno Vincenzo Nibali. Y torturado, a 52 segundos, llegó Mikel Landa sostenido por Pello Bilbao. El vizcaíno mantiene vivo al alavés, cuarto en la general, a falta de lo peor de este Giro que ha descubierto a un nuevo héroe, 'Juampe' López. El lebrijano perdió cuatro minutos y la maglia rosa, pero demostró que tiene algo que suple a la fuerza, el coraje. «Me puedo ir al hotel con una sonrisa», dijo entre aplausos del público italiano, que ya le adora.
Sin dejar de sudar en la meta, Carapaz le puso título a esta tremenda etapa. «He dado el primer paso para ganar este Giro». Y dejó otra frase amenazadora. «La tercera semana va ser una locura». Como esta etapa que tanto desgastó a todos. A Landa. Abrasado por este verano adelantado. «El Bora ha puesto un ritmo demoledor y lo he pagado», reconoció el alavés goteando cansancio. «En las últimas subidas iba a menos. Y menos mal que tenía a mi lado a Pello. Me ha salvado el día», agradeció antes de lanzar un deseo. «Se ha perdido tiempo pero no el Giro». Carapaz es el nuevo líder con 7 segundos sobre Hindley, que ya fue segundo en 2020. Tercero es el diésel Almeida, a medio minuto. Landa es cuarto, a 59 segundos, y Pello Bilbao sube a la sexta plaza, a casi dos minutos. 'Juampe' baja al noveno puesto, a más de cuatro minutos. Así ha ordenado el Giro la batalla de Turín. Quedan muchas.
La grandeza del ciclismo se escribe con nombres propios. De lugares y campeones. Cuando una etapa arranca con un acelerón suicida de Van der Poel, queda claro que va a ser un gran día. Y si en el primer puerto, el Pilonetto, ataca Simon Yates, ya es evidente que la jornada es de peso. Sobre todo, porque ni al neerlandés ni al británico les dieron permiso para llegar con ventaja al circuito final en Turín, con paso por el monumento a Coppi. Italia está llena de templos en su honor. En el Stelvio, el Passo Sella, el Passo Boteccha, el puerto de Agerola... y éste cercano a Turín hecho con piedras de la París-Roubaix, del trazado del Mundial de Lugano 1953 y de los Alpes. Cuentan que los aficionados se arrodillaban a su paso y se santiguaban, que besaban el asfalto a su paso... Eso sí, aquel dios con joroba cargaba con su cruz. Suele pasarles a los grandes ciclistas. Antes de ingresar en la zona clave de la etapa abandonó Tom Dumoulin. La sombra de lo que fue el ganador del Giro'17.
Por el primer paso junto al monumento a Coppi el equipo Bora, el de Hindley y Buchmann, ya había asfixiado a la mayoría, incluido Valverde, penalizado por una avería mecánica. En las rampas de Superga, Guillaume Martin perdió el paso y Almeida estuvo contra las cuerdas. A rueda del Bora sólo quedaba una decena de corredores. Entre ellos, Carapaz, desnudo de gregarios, y Landa, que conservaba el aliento aliado de Pello Bilbao. Y uno más, el líder, 'Juampe' López, que con 24 años dijo en alto que el futuro del ciclismo español también pasa por él. El lebrijano se mantuvo en esa selección también en la primera subida al muro de la Maddalena. A 32 grados. Calor andaluz. Su hábitat. Aroma de Tour.
El Bora prolongó el sacrificio de Kelderman hasta el segundo paso por Superga. Basílica de luto desde que allí se estrelló en 1949 el avión del Torino. El Giro había saltado por los aires. Etapa rota. Indómita. Y ahí Carapaz la convirtió en un potro de tortura. Le quitó la máscara a sus rivales. Faltaban 28 kilómetros de montaña rusa y los convirtió en un asador. Sin poder seguir al ecuatoriano, 'Juampe' se despedía del rosa y Pello Bilbao tiraba de Landa y el resto.
El vizcaíno cargó con el grupo hasta la puerta de la segunda y última ascensión al muro de la Maddalena, con una pared del 20%. Todos iban con la venas reventando la piel. Unos más que otros. Ese kilómetro vertical vio cómo Hindley y el incombustible Nibali se pegaban a Carapaz. En la bajada se les juntó el que les birló la etapa en el repecho de Coppi, Simon Yates. A Turín llegaron todos encharcados de sudor, con la confirmación de que Carapaz y Hindley son los más fuertes ahora y con la esperanza que mantienen los que como Almeida y Landa limitaron sus pérdidas.
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