jesús gómez peña
Bilbao
Domingo, 16 de febrero 2020, 11:43
La bicicleta siempre ha ido unida al desafío. Desde el principio. En 1840, un herrero escocés, Kirkpatrick Macmillan, transformó los maderos de una carreta en uno de los primeros velocípedos. Con aquel invento cubrió los 110 kilómetros que iban hasta Glasgow. En ese ... viaje iniciático atropelló a un niño. Fue detenido y llevado ante el juez. Y se libró de la multa porque, como recoge el libro 'Escapadas', el sheriff pagó los cinco chelines del castigo a condición de que Macmillan le dejara probar aquella bicicleta. Tan irresistible. Ahora, el cicloturismo es una actividad popular, masiva. Y el banderazo de salida lo da cada año, desde 1988, la Bilbao-Bilbao, que volverá a llenar de cicloturistas las carreteras vizcaínas el próximo 15 de marzo.
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La clásica conserva sus raíces. No tiene nada que ver con la competición. Es un paseo en bicicleta para disfrutar del ciclismo, de la compañía y el paisaje. Además, se adapta a los tiempos. En la pasada edición, el 18 por ciento de los casi ochomil participantes fueron mujeres. Es un porcentaje que, según los datos de Philippe Govaert, uno de los organizadores de la prueba, no se da en ninguna otra de las grandes citas del calendario cicloturista español. La tendencia es al alza.
La Bilbao-Bilbao también se ha sumado a la corriente ecologista. Los puntos de avituallamiento generaban residuos plásticos que luego quedaban en las cunetas. Para evitarlo se instalaron varios grifos en el área del Parque Tecnológico de Zamudio. Pero el año pasado el avituallamiento de Morga apareció al día siguiente con muchos tapones de los botellines de plástico que entregaban los voluntarios a los ciclistas. Hubo quejas. Por eso, la organización ha conseguido con la colaboración del Consorcio de Aguas de Busturia que en ese lugar se coloquen esta vez varios grifos.
El recorrido no varía. Se mantienen tres opciones. La más cómoda de 80 kilómetros, la tradicional de 115 y la que incluye la subida al Vivero de 125. Todos los ciclistas partirán desde el Puente de Deusto entre las 8.00 y las 9.00 de la mañana para llegar, cuando puedan, a la Gran Vía bilbaína. En el trayecto pasarán por Plentzia, Andraka, Unbe, Zamudio, Artebakarra, Mungia, Morga, el Vivero si les apetece, y Galdakao. Es un itinerario ideal tanto para el que quiera esforzarse como para el que sólo aspire a alcanzar la meta. No hay clasificación. Todos ganan.
Será la tercera edición con el Vivero como opción. En las dos primeras fue un éxito. De hecho, en 2019 resultó la alternativa más elegida: 3.800 cicloturistas se apuntaron para subir las rampas del puerto vizcaíno, por 3.300 que cubrieron el trazado habitual y 1.250 que se conformaron con el itinerario más breve y plano.
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«Pensábamos que la meteorología influía a la hora de elegir o no el Vivero. Pero no. En 2018 hizo un mal invierno y la gente pudo entrenarse menos. El año pasado hizo buen tiempo y dio igual. Se apuntaron prácticamente los mismos», apunta Govaert. La Bilbao-Bilbao nunca se ha arrugado ante las inclemencias del clima ni ante los obstáculos. Si Kirkpatrick Macmillan fue capaz de recorrer los 110 kilómetros hasta Glasgow con aquel artefacto, qué menos seguir su huella al menos una vez año y un domingo de marzo. Eso es la Clásica Bilbao-Bilbao.
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