Lunes, 5 de marzo 2018, 01:01
Fatiga eterna. La Strade Bianche, la clásica italiana que recorre las sendas de 'sterrato' de la Toscana, nos vació ayer. El desafío cicloturista obligó al equipo de periodistas de EL CORREO a superar muros de tierra al 18%, donde las ruedas se quedaban clavadas, ... repechos inacabables y una última subida agotadora a la parte histórica de Siena por una zona adoquinada y ya con 138 kilómetros en las piernas. Un reto en el que compartimos sensaciones con 5.000 locos del ciclismo, de una veintena de países. La carrera, impulsada por RCS, la organizadora del Giro de Italia, no nos defraudó y nos dio la oportunidad de emular a las estrellas del World Tour, como Alejandro Valverde y Peter Sagan, al recorrer, sólo 24 horas después, los mismos caminos de tierra que ellos habían machacado.
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Para correr la Strade Bianche sólo hay que tener ganas, determinación y un estado de forma medio-alto (piden reconocimiento médico) para evitar llegar fuera de control. Para superar con éxito la aventura, la dirección de carrera da siete horas (unos 20 kilómetros por hora de media). A simple vista parece fácil, pero no lo es. Y es que el perfil resulta del todo rompepiernas. Con 2.000 metros de desnivel y 30 kilómetros de 'sterrato', el recorrido hace mucho daño, con tramos donde es difícil coger ritmo. De todas formas, al esforzado participante siempre le queda la opción de completar el recorrido corto (el medio fondo), de 87 kilómetros.
La salida estaba fijada para los 08.30 horas de la mañana. Había miedo en la línea de 'partenza'. Nosotros le teníamos mucho respeto también. Las imágenes dantescas del día anterior, cuando los profesionales (trazado de 180 kilómetros) se bajaron al barro y sufrieron de lo lindo, no auguraban nada bueno. Aunque, por fortuna, al contrario que el sábado, ayer no llovió ni tampoco hizo frío. El pelotón respiró aliviado.
Los tramos de 'sterrato' fueron muy accesibles en la primera parte de la prueba, aproximadamente hasta el kilómetro 40. Después, las zonas de tierra en subida lastraban las ruedas hasta el punto de que muchos ciclistas echaron el pie a tierra en el paraje conocido como 'Le Tolfe'. Los descensos supusieron una dureza extra por su peligrosidad. La rueda agarraba lo justo siempre que no fuera necesario frenar o girar bruscamente, pero eso no siempre podía evitarse. La sensación de ir flotando sobre una fina capa de barro, con la bicicleta bailando de un lado a otro, dejaba en el cuerpo cierta sensación de incertidumbre. Ir balanceándose por el 'sterrato' para evitar posibles baches y agujeros te podía dejar en manos del destino.
5.000 personas se lanzaron a las carreteras de la Toscana para emular a los profesionales.
2.000 metros de desnivel tuvieron que superar ayer los ciclistas, y 30 kilómetros de 'sterrato'.
Esos baches nos hicieron pasar un mal trago. Un ruido fuerte nos sorprendió al pasar por uno de ellos. ¡Crack! El manillar de uno de nosotros se soltó ligeramente, lo que hacía ir incómodo sobre la bici. Un compañero de pelotón -de Zaragoza, que nos había oído hablar entre nosotros- nos dejó amablemente una llave allen. Apretar los tornillos y continuar, aunque el manillar quedara en una posición tan forzada que fue castigando las muñecas en los casi cien kilómetros que aún quedaban.
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Los problemas mecánicos son un factor a tener muy en cuenta. Además del problema del manillar, otro de nuestros compañeros sufrió un pinchazo. Dos averías para cuatro ciclistas, el 50%. Además de que estos contratiempos te pueden dejar fuera de carrera, suponen un retraso muy importante, lo que puede dar problemas para llegar dentro del tiempo de corte.
El día anterior, en la carrera de los profesionales, prestamos especial atención al tramo 'sterrato' final. Dureza máxima que nos aseguraba sufrimiento. Así fue. Unas rampas al 18% hizo que subiéramos muy lentos. Casi a 10 kilómetros por hora, dando chepazos.
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Los últimos 20 kilómetros se hicieron tediosos. Sobre todo porque, salvo la bella y difícil subida a la parte vieja de Siena, el trazado discurrió por el ensanche de la ciudad. Nada que ver con el bello paisaje toscano, repleto de cipreses y verdes colinas. Y, al fin, la 'piazza del Campo', el anhelo de los 5.000 locos que ayer corrimos la Strade Bianche. El año que viene, más.
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