«¡Vaya bicicleta! ¡Con esa ni sudar!». Son algunas de las exclamaciones que lanzaron ayer varios cicloturistas cuando observaron cómo les adelantábamos en los puertos con una bicicleta eléctrica. Esa ayuda extra que otorga el motor se nota, y mucho. Eso sí, siempre dependiendo de ... los vatios que quiera utilizar el usuario. En la Bilbao-Bilbao, los participantes salieron por grupos. Sin prisas, cada uno se pone su ritmo. No hay ganador, lo son todos. Una gran fiesta para los amantes de dar pedales que disfrutaron a lo largo de toda la mañana del domingo.
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En el ciclismo, las grandes diferencias, por norma general, se marcan en los puertos. Andrakas, Unbe y Gerekiz fueron ascensiones relativamente fáciles. Pero como se dice en este deporte, no hay carrera o puerto duro, sino que todo depende de la velocidad a la que se va. En esta marcha ruedan muchas personas de distintos niveles. Unos sufren más que otros para ir juntos, pero EL CORREO lo ha probado con una bicicleta eléctrica que permite tener una ayuda extra. Es como el empujón de un espectador de forma prolongada. Pero además, a la carta, es decir, que se puede elegir que sea suave, medio o fuerte.
Algunos de los participantes miraban incrédulos al cicloturista que les pasaba en las cuestas sin casi esfuerzo. Los más entendidos miraban el eje trasero de la rueda, algo más ancho. «¡Tiene motor, qué pasada!», exclamaron Tomás y Josepo, dos amantes de este deporte que se interesaron por las características de la bicicleta. «¿Eso cómo funciona?», preguntaron. El mecanismo es sencillo. En el cuadro, a un palmo del manillar, hay un botón que se presiona para darle potencia al motor. Pulsando una vez te brinda 50 vatios. Dos veces, 125. Tres, 250. Al ver la comodidad de subir sin hacer tanto esfuerzo, Tomás, que tiene 58 años, está fino y rueda con facilidad, fue rotundo: «En cuatro años me compro una y así sufro algo menos».
Con el paso de los kilómetros el cansancio se nota en las piernas. Y con las primeras rampas de Morga los ciclistas debieron emplearse casi a fondo. Los puertos con bastante pendiente se le atragantan. El botón que se pulsa para dar potencia al motor se ilumina como un semáforo. Verde, naranja y rojo. Esos vatios extra sumados a los que genera el pedaleo de un ciclista de cierto nivel pueden emular la velocidad de un profesional en una dura ascensión. Eso sí, si se superan los 25 kilómetros por hora el motor se desactiva. Da de sobra para disfrutar de un paseo con los colegas.
Algunos amantes del cicloturismo ya le han echado el ojo a este tipo de bicicletas. Les sirven para rodar al nivel de los mejores de su grupo. Basta con pedalear para que el motor se active. En llano, sus cuatro kilos adicionales de peso comparado con una bici de alta gama, no suponen apenas un lastre. Y en las subidas esa pequeña carga se compensa de sobra con el motor. Y siempre escogiendo la fuerza, los vatios. Un empujón a la carta en los puertos.
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