Basualdo abrió sendero en el barro
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Seis veces campeón nacional y plata mundialista en ciclocross, evoca sus sacrificios. Mereció la pena «pedalear con botas de fútbol». El campeonato de España se corre el domingo en su casa, en AmurrioEl ciclocross y José María Basualdo siempre han sido un binomio reconocible. Sus éxitos nacionales -tres campeonatos de España como profesional y otros tantos como amateur- e internacionales -plata sub-23 en el Mundial de Zolder de 1970- perduran y sus hazañas han escrito páginas ... de periódico además de ser recordadas en la actualidad por sus lugareños y seguidores al mundo del pedal. Nacido en Luyando pero criado en la cercana Amurrio, Basualdo es una institución sobre dos ruedas. Tiene anécdotas y recuerdos por doquier y da gusto sentarse un rato a charlar con él para sacarlos a relucir con la excusa de que la localidad amurrioarra albergará este fin de semana el Nacional de la modalida invernal. Conserva una memoria privilegiada para retroceder medio siglo y evocar lo vivido entonces. Las bicis no eran las de hoy, los circuitos estaban anegados por el barro; el frío y la lluvia, una constante y los viajes… No sabían lo que era subirse a un avión para llegar a Bélgica u Holanda. Horas y horas de furgoneta tras una carrera para llegar a la siguiente.
1970 El año de la plata
de Josemari Basualdo en el Mundial de ciclocross sub-23 en Zolder (Bélgica). Sólo le superó el local Robert Vermeire por 24 segundos, mientras que el también belga Norbert Dedeckere se colgó el bronce. En 1972, el alavés logró un quinto puesto en el campeonato del Mundo de Praga.
Le hace especial ilusión que el campeonato de España de ciclocross ponga a Amurrio en el mapa ciclista y se muestra convencido de que será un éxito. «Se ve que la gente tiene pasión por este deporte. Mira la de chavales que están corriendo. Me gusta el circuito de El Refor», apunta. Cincuenta y cuatro años después de lograr su medalla de plata, echa la vista atrás para hablar de todo aquello. Rápidamente la conversación torna al pasado.
A sus exitosos orígenes sobre aquellas bicis con rastrales y frenos de zapata que le daban aún más mérito a todo lo conseguido. «Pedaleaba y corría con botas de fútbol, no tenía material», sonríe. Y de esa guisa logró un podio mundial. «Me acuerdo especialmente de 1970. La plata de Zolder fue algo tremendo. Los belgas aquel día lo hicieron mal, porque si se hubiesen puesto de acuerdo, habrían ocupado todos los puestos del podio. En un repecho los aficionados belgas me empujaban a mí, qué no le harían a Vermeire, que fue el que ganó. Hicieron primero, tercero, cuarto y quinto. Aquel circuito era muy rápido».
Aunque no fue la única gran actuación de Basualdo aquel año. Dominaba también la carretera. «Gané varias citas, entre ellas la de Durana tras escaparme en Salinas (de Léniz). Tenía viento en contra y el pelotón viéndome, pero conseguí llegar con veinte segundos de ventaja. Encima ese año me tocó ir a la mili», recuerda con cierta nostalgia quien en aquella época era aleccionado por Antón Barrutia desde el coche de equipo. Su primera carrera invernal había sido dos años antes, en Urrestilla, quedando último. «Cobré 1.600 pesetas, incluso daban premio al último no doblado. Me caí y rompí un freno. Bajaba la cuesta del circuito frenando con el culo. La segunda fue en Berriz, donde ya hice séptimo. Y en la cuarta, en Beasain, corrí con una bici de la marca Zeus que me compraron mis vecinos de Luyando. Hice quinto», desliza. Y a la séptima, convocado para su primer Mundial, en Luxemburgo.
No tiene reparo en reconocer que pese a su poderío sobre el barro por aquel entonces le costaba dominar ciertas situaciones en las pruebas en ruta. «Yo bajaba muy mal, era un patas. Recuerdo una vez en Cataluña que Barrutia le preguntó a Galdeano en carrera por mí, porque no me veían desde el coche y creían que me había ido por alguna curva. Resulta que me coloqué en la bajada segundo para evitar riesgos».
Mientras tanto seguía coleccionando éxitos durante el invierno. Uno de los más especiales fue sin duda la medalla de oro en el campeonato de España de ciclocross en Llodio, en el barrio de Areta, en 1976, su tercer entorchado. «Aquel día no iba a correr porque estaba tocado. Pero el fisio del Athletic me insistió tanto que al final salí y gané», cuenta. Encima se encontró con un recorrido más que complicado. Pero nada como ganar delante de tu gente. «Era duro, duro. Había una bajada larguísima y fue un día muy emotivo», manifiesta el excorredor. Tan pronunciada aquella cuesta como las de Zumaia o Tolosa. Eran otros tiempos y otros condicionantes.
Aunque también tocaba subir verdaderos muros, abruptas pendientes que salvaba con su bicicleta al hombro. Aquellas jornadas tenían más de fuerza que de técnica. Tanto patear como pedalear suponían verdaderos retos que Basualdo superaba con ciertas dosis de heroicidad. Y a la menor avería, tocaba tirar de ingenio. Eso sí, la ilusión se mantenía entre los entusiastas como él del barro. Cualquier sacrificio era poco, pero a todo lo logrado le daba más valor.
Por eso, lo que verá este fin de semana en El Refor nada tendrá que ver con lo que vivió hace más de medio siglo. Pero al menos tendrá el orgullo de comprobar que el ciclocross sigue vivo entre sus paisanos gracias en parte a la semilla que él puso.
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