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Esta Milán-San Remo trasladada al verano por la pandemia ha descubierto al ciclista total: Wout van Aert, triple campeón del mundo de ciclocross, campeón de Bélgica de contrarreloj, ganador de un sprint masivo en el pasado Tour, vencedor hace unos días sobre los muros ... de tierra seca de la Strade Bianche y, ahora, dueño de la Milán-San Remo al destronar a Alaphilippe, ganador en 2019, en un sprint largo, brutal, de pura potencia. Inolvidable. Van Aert, 77 kilos de músculo, es más que un ciclista; es un atleta. Un elegido por la genética. Tiene solo 25 años y aún no conoce su límite. Gana todo lo que se propone. ¿Qué será lo siguiente?
Un año menos, 24, tiene el guipuzcoano Álex Aranburu, séptimo en la ‘Primavera’, uno de los cinco monumentos del ciclismo. Entró con Gorka Izagirre en el grupo que perseguía a Van Aert y Alaphilippe, en compañía de la élite, de Matthews, Sagan, Nizzolo y Van Avermaet. El fogonazo de Aranburu confirma su eclosión. Es, como Van Aert, otro dorsal que vale para casi todo y que cada vez valdrá para más. Un clasicómano nacido en Ezkio.
A Aramburu aún le falta un punto de potencia, el que tuvo Alaphilippe para remachar una arrancada de Nibali a mitad del Poggio, la cuesta donde todo se decide. Es subirla y bajar hasta la meta en la Vía Roma. A Alaphilippe sólo le contestó Van Aert. El belga pensó que era un «ataque precipitado», una locura, pero no tuvo más remedio que meterse en esa aventura. Le costó. Alaphilippe es dinamita. Inquieto. Cabrioleaba sobre su biciclera. «Sigue, sigue. Aguanta, aguanta», se dijo Van Aert. Coronó el Poggio a diez metros del francés, que tiene fama de suicida. Venía el descenso; pedalear en el alambre.
El ciclismo vive aún el espanto de la caída de Jakobsen en Polonia. Bajar el Poggio es la esencia del vértigo. Alaphilippe saltaba sobre las curvas. Van Aert, en cambio, pedalea inmóvil. Una apisonadora. Tan hábil o más que el galo. Le cogió. Se entendieron con un gesto y tiraron hacia la meta. Alaphilippe, que es veloz, se sintió inferior ante la mole del belga. Y dejó de dar un par de relevos para coger aire antes del sprint. Sentían el aliento del grupo que se arrimaba. Calor en la ‘Primavera’. Van Aert tuvo que descorchar el sprint pronto. Alaphilippe inició la remontada pero no pudo acabarla. Se quedó a la sombra de un ciclista enorme, que crece y todo lo hace bien.
De todas las grandes carreras, la Classicissima es la más impredecible. Nadie, desde Freire en 2010, repite victoria. Sólo el más grande, Eddy Merckx, cambió esa etiqueta. Ahora que se habla tanto de la juventud de talentos como Evenepoel y Bernal, no está de más recordar que en 1966 Merckx corrió en la Milán-San Remo su primera carrera por encima de los 280 kilómetros. La ganó al sprint con apenas 20 años. Parecía un casualidad, una sorpresa, pero el ‘Caníbal’ se encargó de negar la intervención del azar. Al año siguiente manejo la clásica como quiso y volvió a llevársela. Hasta siete triunfos tiene, el récord. Con él en liza, la prueba era predecible. Sin el astro belga ha vuelto a ser pura incertidumbre.
Y más en esta edición extraña. La pandemia ha obligado a trasladar esta clásica, denominada ‘La Primavera’, al ecuador del verano. De marzo a agosto. Del frío al ferragosto italiano. Calor de veras. El virus también ha variado el trazado. Varios alcaldes de la Savona se negaron a que sus localidades costeras y turísticas fueran como siempre punto de paso. No querían aglomeraciones de público que facilitaran los contagios. Así, la Milán-San Remo ha tenido que irse hacia el interior, a Alessandria, y limitar el acceso de los aficionados a las cuestas. Sin la subida al Turchino donde aún se recuerda la cabalgada de Coppi, el renacimiento con su gesta tras la devastación de la II Guerra Mundial. Ahora es otra guerra con el invisible Covid-19.
El rodeo elevó el recorrido hasta los 305 kilómetros, una distancia desconocida en el ciclismo moderno. Siete horas y cuarto bajo el sol . Esta vez el blanco de los maillots no lo puso la nieve, sino la sal del sudor. De ese nuevo itinerario se ocupó una fuga en la que iba el manchego Héctor Carretero (Movistar). En cuanto la carrera llegó al mar, se reconoció. Adiós a la escapada. Al fin en casa, en las subidas a la Cipressa y el Poggio. Daniel Oss, escudero de Sagan, le echó coraje al descenso de la Cipresa, pero no llegó al Poggio. El Trek, primero con Brambilla y luego con Nibali, descerrajó la subida. Alaphilippe supo que su compañero Bennett, la baza en el sprint, ya agonizaba. Y no esperó. Tremenda detonación. Sólo Van Aert, su verdugo final, le sostuvo el pulso para devolver el ciclismo a la Primavera a hombros de un coloso.
Mientras, en Francia, en el Tour d l’Ain, el equipo Jumbo podía con el Ineos. Primoz Roglic ganó la segunda etapa, de media montaña, por delante de Bernal. El Jumbo puso el ritmo y colocó a Roglic, Bennett y Kruijswijk frente a Bernal, que se quedó sin Thomas y Froome y que solo tuvo el apoyo de Castroviejo. El equipo de Roglic, nuevo líder, lanza un aviso al todopoderoso Ineos. Y hoy llega la etapa ‘reina’. Otro duelo con sabor a Tour.
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