Hubo galletas, tortas, en Aguilar de Campoo, la ciudad de fábricas como Gullón y Fontaneda, escenario del segundo sprint de esta Vuelta. Hay un tipo de ciclista que corre acorazado: el velocista. Frente a esos escaladores tan livianos con siluetas de perfil, los corredores rápidos ... lucen músculo. Y no sólo en las piernas, de culturista, sino también en los brazos y los hombros. En el sprint se usa todo. También lo que no se debe. Incluso se reparten 'galletas'.
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Eso hizo el irlandés Sam Bennett, a juicio de los comisarios. La carrera estaba ya en el remolino del kilómetro final. Bennett venía, como siempre, a rueda de su fiable lanzador, Morkov. Sabe que si pierde esa plaza en el trampolín, está perdido. Un corredor del Trek, Emils Liepins, se la discutió y Bennett le desplazó con el hombro zurdo. Primera 'galleta'. «Me quería meter contra las vallas», se defendió el irlandés. Ante la insistencia del rival, Bennett repitió el empellón. Segunda 'galleta'. Con esa doble ración evitó perder la estela de Morkov y saltó a tiempo para remontar a Pascal Ackermann. Era su segundo triunfo. Pero los jueces se lo tacharon por «maniobra irregular». Por soltar ese par de innecesarias 'galletas'. La etapa, así, fue para el segundo, el alemán Ackermann, que nada había tenido que ver en el reparto de 'dulces'.
Ese final bélico puso fin a la primera etapa en «calma» de esta edición, como agradecieron el líder, Carapaz, y los que le siguen. Aunque salió de la base militar 'El Cid Campeador', la novena jornada fue de tregua tras ocho días de espectáculo. A nadie le importó que dos ciclistas sin palmarés, el guipuzcoano Aritz Bagües y el colombiano Luis Felipe Osorio, hicieran camino. Representan a los dos equipos invitados, el Caja Rural y el Burgos. Su trabajo, más que ganar, es dejarse ver.
Había buena luz para pasear los maillots. Sol castellano en dirección a la meta de Aguilar de Campoo. La cuna de las galletas, del 'Galleta', Alberto Fernández, tercero del Giro 1983 y, sobre todo, el ciclista que perdió la Vuelta a España de 1984 por sólo seis segundos ante el francés Eric Caritoux, un desconocido que había sustituido a última hora a Sean Kelly.
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Aquella derrota que la afición española tanto lamentó fue en mayo. En diciembre, tras asistir a la presentación de la siguiente Vuelta y recibir el premio Superprestigio al mejor ciclista de la temporada, Alberto y su esposa regresaban a casa en coche. Otro vehículo invadió su carril. Impacto frontal. La mujer del ciclista falleció en el acto; Alberto, camino del hospital. Tenía 29 años. Su hijo, de sólo tres, les esperaba con los abuelos. Un periodista les dio la noticia. El desgarro. Con el tiempo y con el mismo nombre que su padre, aquel niño llegó a ser ciclista profesional y a disputar la ronda española en 2009.
«Mi cabeza nació en Palencia y mis piernas en Cantabria», bromeaba Alberto Fernández. El corredor de Aguilar, nacido en Cantabria, no tuvo el destino a su favor. Tampoco en aquella Vuelta de 1984. Empezó a perderla cuando se precipitó en la etapa de Rasos de Peguera. Atacó y atacó, hasta reventar. Ese día ganó un tal Caritoux, anónimo francés. Le sacó un minuto. Javier Mínguez, su director, le avisó. «Alberto, acabas de perder la Vuelta». Caritoux fue a más. Brilló en los Lagos de Covadonga y batió por 5 segundos a Alberto en la cronoescalada al Naranco, pese a que muchos aficionados le insultaron y arrojaron cosas. En la radio, Luis Ocaña, que hacía de comentarista, repetía que Caritoux iba a a caer, que no resistiría.
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A la contrarreloj final en Torrejón de Ardoz, Alberto Fernández llegó con 37 segundos de demora, pero confiado. Era mejor especialista. De nuevo, el destino sopló en su contra. Diluvió. Y Caritoux se dejó todo en cada curva. Arriesgó más y por seis segundos, la diferencia más breve de la historia, el corredor francés se llevó la ronda. Alberto Fernández lo asumió. «Sé que España entera me quiere», declaró en el diario 'As'. Le quedaba medio año de vida hasta el accidente cerca de Aranda.
Caritoux, que ha cumplido 60 años y tiene viñedos en Carpentras a la sombra el Ventoux, no logró muchos más triunfos. Aprovechó su ocasión en aquella Vuelta. A Bagües y Osorio, los dos escapados camino de Aguilar de Campoo, el pelotón no les dio ninguna opción. Osorio viene de Antioquía, Colombia, de ser un niño de campo que vio en el ciclismo una manera de ganarse mejor la vida.
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Bagües, de RenterÍa, también se ha pegado contra el destino. En 2013, cuando hacía méritos en el filial del Euskaltel, vio cómo el equipo naranja cerraba la persiana. «Estuve a punto de dejar el ciclismo», recuerda. Dio un paso atrás, bajó el pelotón amateur, y regresó a bordo de un proyecto nuevo, el Murias, desaparecido la pasada campaña. Este año corre para el Caja Rural. Hizo su trabajo. Enseñó la marca durante 130 kilómetros, pero ni él ni Osorio alcanzaron en cabeza Aguilar, donde a Bennett le iban a quitar la victoria al sprint por repartir demasiadas 'galletas'. Aguilar, que recuerda bien a Alberto Fernández, siempre prefiere que gane el que termina segundo.
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