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Joel Embiid, de Philadelphia 76ers, disputa un balón con Bryn Forbes, jugador de San Antonio Spurs. Reuters
‘El renacido’ se rueda en Filadelfia
NBA

‘El renacido’ se rueda en Filadelfia

Línea de pase ·

Los Sixers culminan su ‘procès’ con un juego enérgico y dinámico a lomos del majestuoso pívot Embiid y la dirección 4.0 de Simmons

Miércoles, 10 de enero 2018, 11:59

El soberanismo catalán se ha adueñado del término, pero el nombre ya lo habían inscrito en el registro los 76ers de Filadelfia. Me refiero al ‘procès’, que la franquicia de Pensilvania bautizó hace unos años como ‘el proceso’. En algún momento tenía el club que detener la espiral autodestructiva que en 2016 cayó hasta el ridículo espantoso. Entonces terminó la temporada con un balance desolador (10-72) y los tolerantes aficionados de los Sixers, herederos de una afición acostumbrada a glorias y épicas pasadas, podrían perder la paciencia. Sus ilusiones vivían en la recámara. Se fundaban absolutamente en la rehabilitación del eternamente lesionado Joel Embiid, pívot monumental, y en el verdadero debut del también lesionado Ben Simmons, base 4.0 por sus condiciones postmodernas.

Pues bien, ha llegado la hora de referirse a ‘Phila’ como el renacido. Tal vez su clasificación no incite a balancear las campanas de misa mayor, pero sí para reconocer su presente y augurarle un porvenir notable desde la efervescencia que genera su baloncesto. Hablamos de una marca histórica, pionera en el profesionalismo estadounidense como indica un apellido que alude a la Declaración de Independencia de 1776. Escribo sobre una entidad que ganó el título de 1967 con el gigante Wilt Chamberlain a un palmo de los aros y de 1983 a los lomos elegantes del impar Julius Erving. Sí, el Dr J que influyó decisivamente en el juego del más grande: Michael Jordan, por supuesto. Y centro este artículo en el equipo finalista con alma (2003) del pequeño Allen Iverson, anotador compulsivo con el mérito incorporado de sumar puntos en un cuerpo de base. O sea, casi nada al aparato.

Durante todo este tiempo grotesco por las malas decisiones de la gerencia deportiva, el dejarse ir hacia la nada y el infortunio con las lesiones al menos cabe rescatar el trabajo del técnico Brett Brown. El discípulo de Gregg Popovich, otro más, hizo cuanto pudo con plantillas de saldo e imprimió el rigor académico que expide San Antonio. Trató de aplicar cierta idea de juego y aguardó la colocación de sus perlas en el escaparate. Hoy es el día que resulta placentero ver a los Sixers tras cinco campañas fuera de las eliminatorias con 109 victorias y 301 derrotas. Ahora marchan novenos del Este (19-19), a tiro de esos Pacers que cierran tras de sí la puerta de los ‘play off’. Pero, sobre todo, se le adivina un futuro sólido desde el talento de sus dos figurones y el timón enderezado de los despachos, dos circunstancias unidas que pueden atraer a agentes libres tras años de tierra tachada.

El legendario club de Pensilvania alinea a Embiid, majestuoso ‘cinco’ camerunés que recuerda mucho el formidable baile de pies del elegantísimo y ultraestético Hakeem Olajuwon. Por encima de sus 24 puntos y 11 rebotes sobrevuela una calidad ingente que le autoriza a girar en reverso, pivotar sucesivamente en una misma acción o mostrar su buena mano. Lo tiene todo, hasta esa chulería simpática que le corona en las redes sociales. Le acompaña Simmons, un director de ultimísima generación ambidiestro que aprovecha sus 2,08 para aposentarse en el poste bajo y, desde allí, alimentar a sus inquietos compañeros en los cortes por la zona o resolver individualmente con cualquier mano. A falta de pulir un mejorable lanzamiento lejano exhibe maestría en el bloque y continuación, esparce ritmo y conocimiento de los espacios, anota de fuera a adentro y maneja la pelota con la facilidad de los muy sobrados. Números piramidales: 17 puntos, 8 rebotes y más de 7 asistencias.

A Embiid y Simmons les acompañan Robert Covington, prototipo de defensor triplista, la calidad del croata Dario Saric y JJ Redick. La apuesta firme por este tirador consagrado significa el empeña auténtico de ‘Phila’ por adecuar el momento actual a su historia. Y de todos estos ingredientes metidos en la turbina surge un baloncesto dinámico, atractivo, que fluye por el movimiento de los hombres sin balón, de bloqueos indirectos para la salida de los tiradores e irrupciones en la zona y enérgico a ambos lados de la cancha. Los renacidos 76ers han matado al oso.

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