Es de sobra conocido que los equipos de Sergio Scariolo van de menos a más, que progresan a lo largo de los torneos hasta el punto de convertir algún tropiezo inesperado en una anécdota para contar al término de otro desenlace notabilísimo. Sólo que ayer ... el susto no entraba ni en la más remota de las ecuaciones. Una selección española intermitente, con momentos de trituradora a medio gas y otros de siesta ibérica, desnudó el enorme peso de la lógica. La que proclama las distancias planetarias que separan a unos combinados nacionales de otros dentro de una cita mundialista. Así que de ninguna manera peligró el rotundo '1' en la quiniela para abrir una fase inicial de grupos donde 'el partido' frente a Brasil se fija para mañana a la misma hora que ayer.
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El técnico italiano ya avisaba antes de la primera pelota al aire sobre la anarquía del cuadro africano. Lo hizo mediante la elegancia que procuran los eufemismos y acertó con el martillo en el clavo. Buenas las improvisaciones de Costa de Marfil para la calma chicha de España, pero con cierto veneno a la vez. Porque el grupo que ayer emprendió la defensa del título logrado hace cuatro años en China, el mismo que ganó el Europeo de 2022 en contra de todos los vaticinios, se dejó ir un rato antes del descanso y también otro después entre mordiscos y dentelladas sin perder las buenas formas a su tierno 'sparring'.
A una puesta en escena impoluta (16-4, minuto 5) con protagonismo de los hermanos Hernangómez le sucedió un corte de fluido eléctrico que afectó a La Familia en las dos partes del campo. Descuidos atrás en forma de invisibles ayudas defensivas más demoras para puntear los tiros rivales y desconexiones por faltas de concentración adelante, traducidas en nueve pérdidas ya para el minuto 13 (30-26).
Scariolo, apretador siempre de tuercas, mascullaba expresiones malsonantes en italiano para sus adentros a la espera de que sus hombres reeditaran la ley física de la inercia. Ocurre que cuando un equipo se nota tan superior a otro, como en el caso del debut mundialista, existe la tentación del dejarse llevar o el 'dolce far niente'. Nada irremediable a la vista de la vigorosa reacción de La Roja, vestidita ayer de blanco.
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Es tal la jerarquía de España sobre Costa de Marfil en todos los aspectos baloncestísticos que las evidencias se agolparon encima del parqué. A la gran superioridad en el rebote y el reparto de la pelota (asistencias) se unió el poderío del grande que se fuga cuando y como quiere.
Y quien más anduvo por la tarea fue el mayor de la saga familiar, la sucesora de los Gasol. Willy recobró del armario su traje de MVP del último Europeo y provocó estragos en la defensa africana. Desde sus hombros se propulsó la vigente campeona del mundo para fugarse con hasta diecinueve puntos de renta a la altura del descanso (53-34). Willy se erguía como el hombre-boya del waterpolo, el jugador al que sus compañeros ven como un gigante cerca del objetivo y le nutren de balones. Canastas recibiendo pases de fuera a dentro, poste bajo, rebotes ofensivos... Una escabechina.
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Tunda corregida y aumentada a la vuelta de los vestuarios con la renta máxima fijada en los 32 puntos de diferencia (71-39, minuto 26). Una fase del partido en el que Claver elevó el termostato defensivo, aderezado adelante con triples, y Garuba mostró a manos llenas la energía de la que presume la empresa patrocinadora de la Liga ACB. Todo ello antes de la segunda 'tontuna' que rebajó la diferencia a los veinte puntos (82-62) a tres minutos del final. Hasta que Scariolo mató a enfados en el tiempo muerto y las aguas regresaron al cauce de la normalidad.
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