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A la selección española de baloncesto se la conoce con el sobrenombre de La Familia desde que aquellos juveniles con el talento reventando las costuras (Raúl López, Navarro, Pau Gasol…) tejiesen allá por 1999 una red de complicidades a prueba de cualquier abismo. El combinado ... que sabiamente dirige Sergio Scariolo es como el funambulista que camina sobre el alambre y que, incluso perdiendo el equilibrio, cae de pie. Desde pasado mañana afronta en Yakarta su pirueta circense del más difícil todavía. Nada menos que defender el cetro mundial conseguido en 2019 a los mandos de un imperial Ricky Rubio, alardear del título europeo logrado hace un año en contra de todos los vaticinios y presumir de su segundo lugar en la clasificación de la FIBA, sólo detrás del sempiterno grupo estadounidense.
Una papeleta muy peliaguda, desde luego, pero para un equipo que compite frente a escuadras más físicas a base de entrega absoluta, química y el fértil bagaje táctico de su entrenador. Tarea cada vez más complicada aunque, a la vista de los hechos pretéritos y de acuerdo con el lema de Adidas, nada parece imposible según la mente férrea de este núcleo familiar.
Al margen del presumible alto nivel deportivo, el campeonato que se inaugura mañana en tres países asiáticos (Filipinas, Japón e Indonesia) se recordará como el de las ausencias. Algunas tan capitulares como la del base canadiense Jamal Murray, faro junto al formidable Jokic de los campeones Nuggets. A la cita tampoco acudirán los dos europeos que coparon el premio al jugador más valioso de la NBA entre 2019 y 2022 (a pares entre el griego Giannis Antetokounmpo y el inteligentísimo pívot de Denver). Ni estarán de cuerpo presente figuras como el letón Porzingis, el lituano Domantas Sabonis, el metrónomo serbio Micic, el dominicano Al Horford o la constelación de norteamericanos que gobiernan la Liga más poderosa del planeta. A cambio, Steve Kerr ha reclutado para el 'Team USA' a elementos enormemente válidos y con un concepto de equipo difícil de contemplar en anteriores versiones de individuos sin pegamento.
La falta más relevante desde la perspectiva española es la de Ricky Rubio, el 'uno' de ánimo quebradizo que a primeros de este mes decidió apartarse de la concentración para preservar su salud mental. Sin él, La Roja pierde a aquel fenómeno juvenil que debutó en la ACB con la camiseta de la Penya por decisión de Aíto García Reneses antes de cumplir los quince años. Un baloncestista de sólida trayectoria posterior pese a graves lesiones físicas y pasajes depresivos desde la muerte de su madre. El mejor jugador del último Mundial en China, nada menos, segundo entorchado planetario de la selección desde el oro de Japón (2006). Dos estados asiáticos antes de disputar el ya inminente con la final programada en la capital filipina.
Resulta casi absurdo disimular el cráter en el puesto de base, una demarcación relevante aún hoy en día pese a la inercia de 'unos' con mayor capacidad anotadora que de timoneles.
Porque a la incomparecencia de Ricky se une la de Lorenzo Brown (Maccabi), el nacionalizado por decreto-exprés hace un año según la tendencia ejecutiva del aficionado a la canasta Pedro Sánchez para reforzar al combinado nacional ante la cita europea. El hombre de la controversia terminó por convocar el acuerdo de todos tras su excelente rendimiento desde la sobriedad, determinante en el éxito del conjunto. De hecho, el preparador italiano mantiene al cancerbero defensivo Alberto Díaz (Unicaja) y hubo de llamar de urgencia a Juan Núñez (Ulm alemán), el chico que cumplió la mayoría de edad en las semifinales de hace una temporada entre Real Madrid y Baskonia. Un joven con el desparpajo y el desdén de los elegidos para crear a partir del 'dos contra dos' y las penetraciones en ataque, tiro exterior sospechoso y bastante margen de mejora atrás.
A pesar de estos contratiempos personales tan relevantes, el cuadro español se ha ganado sobradamente el crédito. Merece la pena, o la dicha, confiar en La Familia porque sus miembros se comportan como tales independientemente de quiénes entran o salen para cada campeonato. Siete de los que se colgaron el oro continental el verano pasado han volado a la capital de Indonesia para afrontar la fase de grupos junto a Brasil -previsible adversario por el primer puesto del lote-, Irán y Costa de Marfil. Los dos mejores pasarán a la siguiente pantalla para, con los resultados válidos de la primera fase, medir fuerzas junto a -hipotéticamente- los potentes combinados de Francia y Canadá. La pareja más destacada de este presumible cuarteto avanzará hacia un cruce de cuartos muy caro de alcanzar.
Hay que creer en un grupo que adiestra Scariolo, armador de paraguas resistentes a partir de las varillas de que dispone. Un técnico metódico, trabajador, ajedrecista que ya ha mostrado una notable defensa zonal 3-2 en los amistosos de preparación y fiel creyente en las cooperaciones de sus ayudantes. Sus bloques siempre van de menos a más, progresan a lo largo de los torneos. De ahí que de poco sirve llevarse las manos a la cabeza ante alguna derrota inesperada antes de la hora de la verdad. Los metales parecen por las nubes, acordes a la inflación, pero cabe recordar que España ganó el título europeo el último verano con un cuadro al que difícilmente se le aventuraba más vida que los cuartos de final.
Una de las características del baloncesto moderno consiste en la versatilidad de los jugadores, capaces de desenvolverse en distintas posiciones. El seleccionador cuenta con la veteranía de Rudy Fernández -que sobrepasará en el Mundial las internacionalidades de Navarro- y del imprevisible Llull y confía en las contribuciones capitulares de los hermanos Hernangómez - Willy fue el MVP continental hace un año-, la polivalencia del longitudinal Aldama (Memphis Grizzlies) de muñeca bendecida y la energía de Garuba. Hombres interiores para compensar el presunto déficit de bases. Pero Scariolo también puede recurrir a quintetos de elevado nivel defensivo con Díaz, Rudy, Parra, Claver y Garuba. Tirando de repertorio popular, la tarea parece hercúlea, pero nada es imposible para el concepto italiano de La Familia.
Los doce convocados por Sergio Scariolo
Alex Abrines. Barça, 30 años, 1,98 cms., nacido en Mallorca. 52 veces internacional.
Santi Aldama. Memphis Grizzlies, 22 años, nacido en Las Palmas. 2,13 cms., 5 veces internacional.
Darío Brizuela. Barça, 28 años, San Sebastián, 1,88 cms. 43 veces internacional.
Víctor Claver. Valencia, 34 años, juega en el Valencia, 2, 07 cms., 162 veces internacional (4º Mundial).
Alberto Díaz. Málaga, 29 años, juega en el Unicaja, 1,90 cms., 29 veces internacional.
Rudy Fernández. Mallorca, 38 años, Real Madrid, 1,96 cms., 250 veces internacional (5º Mundial).
Usman Garuba. Sin equipo, 21 años, nacido en Madrid, 2,03 cms., 26 veces internacional.
J. Hernangómez. Panathinaikos, 27 años, Madrid, 2.06 cms. 57 veces internacional.
Willy Hernangómez. Barcelona, 29 años, Madrid, 2.11 cms. 88 veces internacional.
Sergio Llull. R. Madrid, 35 años, Mahón, 1.90 cms. 157 veces internacional (4º Mundial).
Juan Núñez. Ratiopharm, 19 años, nacido en Madrid, 1.91 cms., 12 veces internacional.
Joel Parra Barcelona, 23 años. Barcelona, 2.01 cms. 31 internacionalidades.
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