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Me encontraba entre el numeroso grupo de 'entendidos' creyentes de que el ocaso internacional de nuestro baloncesto había llegado. Tenemos pocos jugadores de talla internacional y algunos tan imprescindibles como Ibaka o Mirotic se habían bajado desde el primer momento. La tardía renuncia de Sergio ... Rodríguez me dio argumentos para pensar que el transcurrir de la selección por el mundial nos iba a deparar más penas que glorias. Tampoco la preparación fue lucida ni los primeros partidos mostraban grandes expectativas. En definitiva desgana, desconfianza y pesimismo.
Los jugadores y el seleccionador mantenían la confianza, pero eso está en el sueldo, y entonces tampoco les hacíamos caso. La fe en la selección, cuando no se está dentro, se mide por las páginas que le dedican los periódicos deportivos y las noticias de la radio. Y las expectativas eran pesimistas.
Realmente, el equipo es corto de efectivos. Colom, Beirán y Rabaseda son grandes jugadores de la ACB, incluso de una segunda liga europea, pero sus físicos no cubren las necesidades de los grandes enfrentamientos. Ricky debería llevar el timón y parecía que sólo Llull podría darle un relevo de garantía; de ser así, Rudy sería el único dos anotador, pues Ribas es el relevo ideal pero nunca con la responsabilidad de asumir riesgos. Este y no otro parecía ser el poderío español en los puestos uno y dos. Quizás la posición más lucida fuera la de 3-4: Claver y Juanchu tienen físico. El del Barcelona es el mejor quinto jugador del campeonato, no gasta balón y no comete errores. Sobre Hernangómez pequeño, como su marcha a la NBA fue sin haber demostrado nada en Europa, siempre existían dudas que ha sabido disipar. Los pivotes, pocos. Marc, líder intelectual del grupo, responsable de todo lo bueno que pudiera ocurrir. Las ayudas de Willy y Oriola sólo puntuales y de bajo relieve. Puede discutirse esta semblanza después de haber visto el partido de ayer, pero no se distanciará mucho de la opinión de un buen aficionado.
Si se buscan los motivos de tan brillante resultado, me anticipo a decir que no creo en la furia, ni en la fe, ni en que los jugadores sean de un pasta especial. Son sólo unos buenos jugadores. ¿Es que son mejores que los australianos, o qué decir de los temibles serbios? No, no lo son.
Sólo queda una razón para las dos victorias logradas contra pronóstico. Scariolo. El italiano no ha perdido el tiempo en su larga estancia en la NBA. Ha aprendido que no todos los partidos tienen la misma importancia. Que el 'tempo' de una competición hay que dominarlo. Que un equipo no es una cooperativa en la que todo el mundo tiene derechos. Que con las figuras se vive mejor siempre que te respeten y que el depender de los mejores no es dejarles hacer lo que quieren, sino convencerles de lo que deben hacer. Que el cuerpo del buen deportista puede jugar más de 30 minutos. Que el grupo jugando junto juega mejor. Todo esto no lo sabía Djordevic con sus enfadadas estrellas serbias.
La gran lección del italiano ha sido saber que cada partido tiene una lectura de defensas y ataques, que el ánimo de los jugadores es variable, que unos se estimulan en las grandes ocasiones y a otros no les da la temperatura. Scariolo, con siete jugadores, ha dado una lección de dirección de equipo.
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