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Sus virtudes tácticas fueron ensalzadas, con merecimiento, durante las jornadas del pasado Mundial de China. Sergio Scariolo (Brescia, 1961) toma nota de los elogios a su pizarra, pero habla con verdadero candor reverencial de los jugadores con los que ha caminado hacia lo más alto ... en un torneo resuelto con el segundo título mundial en la historia del baloncesto español. El preparador de Brescia sigue haciendo historia al mando de un equipo nacional del que defiende su carácter familiar a pesar de estar formada por profesionales con sueldos millonarios en su mayoría. «Soy el mismo que hace seis meses», asegura firme en su charla con EL CORREO quien ahora es un hombre de éxito; poseedor de un anillo de la NBA como asistente de los Toronto Raptors y protagonista de uno de los capítulos más épicos de la historia reciente de la selección española.
- En unos pocos meses, ha tocado dos cielos: ha logrado el título de la NBA con los Toronto Raptors y ha sido campéon mundial con España. ¿Cómo es la vista desde ahí arriba?
- Hay una sensación de serenidad, de trabajo bien hecho y de haber ayudado a que mucha gente disfrutara. Es un sentimiento bonito, pero no piense que he cambiado como persona o como entrenador. Soy el mismo que hace seis meses.
- ¿Qué o quién le ayuda a bajar?
- Muchos años de haberlo trabajado y de haber aprendido, incluso a base de errores y de palos. Al final, es cuestión de establecer las prioridades de la vida y de ser entrenador de baloncesto.
- Una vez logrado el título mundial, su equipo ha transmitido un claro sentimiento de reivindicación colectiva. Al fin y al cabo, nadie pensaba que iban a llegar tan lejos ¿Aquí no se deja soñar a nadie?
- Los aficionados tienen que soñar y los profesionales que valoran la cantidad de talento que poseía el equipo tenían todo el derecho a hacer una previsión que nos alejaba de las primeras cuatro plazas. Es perfectamente entendible y lógico. A mí me afecta cero, aunque quizás algún jugador haya sacado gasolina de esos pronósticos. Las expectativas podían ser más bajas, pero pensar que podía defraudar a la hora de competir y de llegar al máximo de sus posibilidades te sorprende. Te preguntas dónde ha estado esa gente en los últimos diez años.
- Han protagonizado la noticia más grata de los últimos días en un país cabreado con su clase política. Usted y sus jugadores montan un partido político y la lían.
- En este país hay muchas grandes personas que todos los días hacen grandes cosas. La cuestión es el peso que les dan los medios. Hay muchas historias, episodios o anécdotas que transmiten muchos valores a la sociedad. La sensación, o así te lo dicen, es que eso no vende. Aquí solo vende lo buenísimo, lo interplanetario, que ha sido lo nuestro, o lo malo. Pero hay tantas cosas buenas de las que se podía hablar... Esta fase interlocutoria de la clase política ha sido tan larga que al final la gente ya se ha cansado y se ha aburrido. La gente quiere alguna noticia buena o, al menos, que sea instructiva para explicar qué ha pasado o que aprendamos algo. No solo que hay una lucha de poder en la que solo cuenta tener una silla más en un sitio u otro.
- Los títulos dejan muchas imágenes y recuerdos. ¿Cuál es la reacción que más le ha conmovido?
- La felicidad de los jugadores siempre es lo que más te llena. Son momentos en los que me quito un poco de en medio. Intento observar y gozar de cómo lo celebran, cómo se abrazan, alguno llora... Esa es la auténtica imagen del triunfo. El contacto con la gente también es importante, pero lo primero y lo más fuerte es la foto de la alegría de unos jugadores que se han sacrificado, han sufrido y que han competido muy fuerte para tener ahora su recompensa.
- ¿Dónde y cuándo se empieza a ganar la Copa del Mundo?
- Se empieza a ganar desde el primer día. Entonces, se asientan bases que, al final, han sido determinantes y sólidas durante todo el tiempo. Aquí incluyo la planificación sobre cómo queríamos llegar en un momento determinado. Creo que después de ganar a Serbia de aquella manera comencé a pensar que nuestra participación podía llegar a ser grande. En la plantilla, Ricky (Rubio) lo tenía claro desde el primer día. Él, mi hijo y el 'Che' García (seleccionador de la República Dominicana) fueron los únicos que estaban convencidos de que íbamos a ganar el Mundial.
- ¿Recuerda qué sintió cuando Patty Mills falló aquel tiro libre que impidió a Australia finiquitar la semifinal?
- Francamente, pensé que, tras ver un par de veces la repetición de la 'no falta' de Claver, era justo que fuéramos a la prórroga y que no se decidiera una semifinal del Mundial con un error arbitral.
- Se ha referido a un visionario Ricky Rubio. ¿Ha sido uno de sus jugadores talismán en este Mundial?
- No olvidemos que Ricky todavía tiene margen de mejora en su juego. Por fin ha redescubierto el factor anotación, que lo tiene que armonizar con el gran talento que siempre ha tenido en el pase, la dirección y la defensa. Ha sido un líder fantástico, sobre todo a la hora de transmitir desde la tranquilidad muchísima confianza en el equipo. Marc (Gasol) también ha sido un guía tremendo fuera y dentro de la cancha. Cuando era el momento de hablar con los jóvenes para mantenerlos con la cabeza en su sitio, lo ha hecho. Ha sido un referente defensivo constante a lo largo del campeonato y también un base. Es evidente que en esa posición estaban Ricky Rubio y Sergio Llull, pero si no hubiéramos tenido un pívot pasador como Marc, lo hubiéramos pasado muy mal.
- Ha habido otros 'cabecillas'...
- Rudy ha sido un líder brutal a la hora de dar ejemplo. Ha tenido una racha muy dura de problemas familiares y ha sufrido contratiempos físicos casi desde el primer día. A la hora de la verdad, ha sido el competidor con mayúsculas y una referencia impresionante. Sergio Llull ha sido capaz de cambiar partidos saliendo desde el banquillo con una humildad y una disponibilidad tremendas. El primer día que hablamos sobre su rol, me dijo: 'Ponme donde tú creas que me tienes que poner'. Me quedaba ese punto amargo de haber devuelto a Llull lesionado de gravedad a su club. Esta vez, lo devolvemos revitalizado. También debo nombrar a Claver porque representa los valores de este equipo. Ha logrado llevar al límite su talento defensivo con una gran continuidad. De cara a la final, le dije que necesitaba hacer un trabajo especial contra Scola y que pensaba que Oriola lo podía hacer mejor que él en los primeros minutos. Lo aceptó con una calma y una humildad admirables.
- A este equipo se le ha definido como 'la Familia'. ¿Poco de mercadotecnia y mucho de verdad?
- Hay muchos rasgos. Está la aceptación de quién y cómo debe aportar cada uno a la economía familiar, la capacidad de anteponer el bien colectivo incluso en momentos de malentendidos, conflicto o división de opiniones... No es solo una relación profesional y comercial. Existe un cariño, unos lazos que se han ido generando a lo largo de muchos años.
- ¿Cómo le explicaría a un niño de seis años que no entiende de defensas mixtas ni de eficiencia ofensiva por qué ganó España este título?
- La diría que ganó España porque sus jugadores nunca se rindieron ante una situación de tanteo negativo. Ceder ante las dificultades nunca fue una opción para ellos y siempre mantuvieron la fe y la confianza en levantarse y ganar a pesar de atravesar momentos difíciles. Esa es la enseñanza más grande que deja este equipo.
- ¿De qué hay que tomar nota de este Mundial?
- Queda claro que cada vez es más importante la parte física. Hemos contado con ese nivel defensivo porque hemos podido tener una rotación de jugadores con una condición de dureza y de aguante muy buena. Luego, se reafirma que el tiro de tres puntos tiene un peso fundamental. El nivel físico de los equipos va creciendo y cada vez es más difícil anotar dentro de la pintura. Por ejemplo, ha desaparecido el tiro exterior de dos puntos. Y no por imitar a la NBA sino porque, simplemente, no te conviene.
- Ventanas clasificatorias, un calendario comprimido al máximo, confrontación entre la FIBA y la Euroliga mientras la NBA come aparte. ¿Es sostenible esta guerra?
- Es sostenible para la supervivencia, pero no para volver a intentar ir hacia arriba. No veo un nuevo 'boom' del baloncesto sin una armonización de las fuerzas. No tenemos tantas como para permitirnos que se dispersen.
- Aunque los éxitos lo pospongan, ¿llegará el período de vacas flacas?
-Desde luego. Es lo lógico y todos tenemos que estar preparados. Puede que este Mundial incluso haga daño en el sentido de hacer pensar que los milagros pueden pasar todos los años. Somos conscientes de que nuestro nivel de talento ha bajado y que, poco a poco, seguirá disminuyendo. También tenemos claro que el relevo generacional que estamos haciendo desde hace años no podrá darnos plantillas y camadas como las que han marcado un antes y un después en el baloncesto español. Lo que estamos buscando es optimizar los recursos. Nuestras selecciones de cantera han ganado este verano dos oros y una plata. Los resultados en sí no son importantes, pero te dicen que se intenta compensar el hecho de que en otros países hay un crecimiento superior y un aprovechamiento de los recursos nacionales mayores en comparación a lo que se puede hacer en las grandes canteras de España.
En lo personal, ¿le pasa la cuenta a alguien tras los éxitos logrados?
-No. ¡Qué dice! En absoluto. Quien tiene que pagar cuentas soy yo con todos aquellos a los que tengo que invitar para celebrar todo esto (risas).
- Lo digo por si alguien pensaba que Sergio Scariolo era un entrenador 'gastado'.
- Igual la mayoría de ellos está en Vitoria, dado que en el resto del mundo parece que no (apunta en tono de broma). Quiero dejar claro que tengo muchos amigos y recuerdos de allí. A estas alturas y con todo lo que he ganado, hablar de negatividades me aburre. Al final, de la misma forma que no haces caso a quienes se expresan en esos términos, tampoco hay que escuchar demasiado a los que ahora dicen que me he convertido en el rey Midas.
- ¿Qué tuvo de reciclaje tomar la senda de la NBA para ser entrenador asistente en los Toronto Raptors?
- Ha sido fantástico. Me ha llevado a una inmersión total en el juego. He avanzado y abierto mis conocimientos de una forma tremenda respecto al mejor baloncesto del mundo. El papel de asistente te lleva a un contacto muy directo con lo que pasa en la pista. El primer entrenador termina por tener que atender a muchas otras cosas que no tienen que ver con el juego y que, forzosamente, le llevan a ser un coordinador del trabajo de distintas personas. La experiencia está siendo fantástica
- ¿No echa en falta el trajín diario de entrenar como técnico principal?
- Ahora estoy muy contento en Toronto. Tengo mucha responsabilidad, espacio y respeto por parte de todos en la franquicia. El día que termine mi contrato actual, si llegara una buena oferta para ser primer entrenador, la escucharé. Pero ni la veo tan probable ni me angustia mucho. No me estreso demasiado.
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