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La temporada 1989-90 marca un antes y un después en el currículo del sexagenario Baskonia. Es el principio de todo lo que ahora conocemos. De los cetros ligueros, las Copas del Rey, la ristra de irrupciones en la elitista Final Four, la histórica ... elección del Buesa Arena como sede del mayor acontecimiento del baloncesto continental... Nada de semejante lista sería posible sin aquel movimiento sísmico. Ese verano, Josean Querejeta, que había accedido a la presidencia ocho meses antes, empezó a trasladar a la pista el revolucionario boceto que barruntaba en su mente. El principio de todo.
El actual Baskonia no podría entenderse sin aquellas primeras brazadas, personificadas en Cándido Chicho Sibilio. El fichaje estrella que lo cambió todo. Con su sorpresivo desembarco, el entonces inquilino de Mendizorroza lanzó un mensaje al resto del baloncesto. Empezaba a pensar en grande.
En este sesenta aniversario de la creación del club vitoriano, y con la histórica celebración de la Final Four a la vuelta de la esquina, EL CORREO pondrá el micrófono a los principales protagonistas de esta escalada, a veces irregular pero siempre constante. El primero en hablar, el pionero que osó lanzarse sin red. Aquello fue como si Benzema fichara por el Huesca. Chicho, ya sesentón, atiende desde su finca en la República Dominicana, su país natal.
–Chicho, hace justo 30 años de su fichaje por el Baskonia.
–¿30 años? ¿Tantos? (Se toma unos segundos para hacer cuentas) ¡Uf! Tienes razón.
Recién entrado en la treintena abandonó el transatlántico 'culé', donde acababa de levantar su quinta Liga. Quizá debido a su enemistad con Aíto García Reneses, el caso es que la llamada de Querejeta le convenció. «Valoré más que nada la posibilidad de irme a una ciudad pequeña. Valoré el tiempo de contrato, firmé por cinco años. Entendía que estaba al final de mi carrera y no quería dar vueltas. No en vano, era contemporáneo con Josean, cuando nos veíamos había un saludo, una cordialidad. Une a eso sus ganas de crear un equipo grande», aclara.
Sin hacer tanto ruido, aquel verano mágico firmó también un mocetón de fino bigotillo y cuerpo rotundo bautizado como Ramón Rivas. El otro puntal del renovado Baskonia.
El influjo de Herb Brown
Les costó coger ritmo. El pasaporte español del pívot portorriqueño se demoró meses. Las victorias no se cosecharon al ritmo previsto. Pavlisevic, que luego reinaría con la Jugoplastika, suplió al vitoriano Manu Moreno. «No fue fácil. El primer año costó», admite el alero, plata con la selección en Nantes'83.
Debutó Chicho en Vitoria en un amistoso disputado en la antigua plaza de toros. ¡Al aire libre! «Venía de jugar para ganar campeonatos. No podías quedar sexto, séptimo... Tenía una forma de trabajar diferente», disecciona. Para más inri se lesionó. En aquel plantel figuraban Pablo Laso y Alberto Ortega. Comenzaba a entrar en las convocatorias un chavalín argentino, Marcelo Nicola. Los americanos eran sólidos; McPherson y Micheaux. Sin embargo acabaron séptimos, un calco a la temporada anterior.
«Pensaba que no, pero fue un cambio muy difícil. Viéndolo ahora te das cuenta. No estoy diciendo que fuera ni bueno ni malo, hablo de que había otras expectativas. En Vitoria, los americanos iban a cumplir un expediente. 'Tengo que meter 20 puntos, coger diez rebotes'. Esa mentalidad no te daba posibilidad de ser un equipo campeón. Sí de ganar ciertos partidos. Y si ganabas en tu cancha al Madrid o al Barcelona, salvabas la temporada», ahonda.
Y entonces el club dio con la tecla del entrenador, una figura siempre sobre el alambre en la entidad vitoriana. Herb Brown aterrizó el siguiente verano. Traía una maleta rebosante de conceptos desconocidos por estos lares. «Vinieron también Arlauckas, Scott Roth y se cambió a una mentalidad más colectiva. Herb fue muy importante en la parte mental. Hablo de concentrar al equipo para hacer grandes cosas. Vino a hacer lo que en su momento hicieron Serra o Aíto en el Barcelona. Se trabajó para ser campeones, no para jugar una Liga». Cerca anduvieron dos ediciones seguidas. Cayeron en semifinales, tuteando a sus rivales. Ahí se alumbró el 'Dale Ramón, dale Ramón al h... p... de Cargol'.
«Aquello sentó las bases para el siguiente cambio», estima el dominicano, al frente de una fundación deportiva para jóvenes. «Se ganó una eliminatoria al Real Madrid. Se pudo ver a un equipo grande. Luego vinieron la Copa del Rey, la Recopa. Desde entonces el Taugrés no ha bajado de ese nivel», evoca.
El alero se fue tras el cuarto año
«Se sembró una semilla conmigo, Rivas, Scott Roth, Arlauckas, Brown, Villalobos... Aquello dio frutos. Hay muchas personas que aportaron su granito de arena. Por supuesto también los locales como Laso, Ortega... Cambiamos la forma de pensar», ahonda el legendario alero.
La entidad ganó talla. Abandonó el pequeño Mendizorroza por la plaza del ganado, renombrada pabellón Araba y, años después tras varias ampliaciones, conocido como Buesa Arena. La estrella de Sibilio perdió brillo en detrimento de otros. Él, pese a todo, guarda un grato recuerdo de su etapa baskonista.
«Me gustó mucho el entorno rural de Vitoria, la parte de fuera. Me gusta más el campo que la ciudad. La tranquilidad. Miraba eso, estaba casado, con hijos. Pero el primer año las cosas no salieron como quería. Me lesioné. La asimilación no fue tan rápida como yo quería. No se traducía en la cancha. Muchos entrenamientos, muchos partidos, una forma de vida. Fue traumático. Fue difícil», insiste sincero. El delegado, Patxi Gómez, ya fuera del club, se convirtió en su principal muleta.
Firmó Sibilio por cinco años, pero al concluir el cuarto dejó Vitoria y colgó las zapatillas. Sin hacer ruido. «Se mató mi hermano, Domingo Alejandro, que me atendía la finca. Eso me dolió. Como que se me fueron las ilusiones de jugar. Sin ilusión no se puede jugar. Me costaba amarrarme las zapatillas. Ya no sentía ese amor. Hablé con Josean y lo entendió», comparte tres décadas después de aquel golpe de la vida.
¿Por que abandonó España? Hasta en su época de mayor esplendor siempre mantuvo el nexo con su país, donde disputó varias ligas de verano en los exóticos Astro Boys o el Deportivo Naco. «Volví a la finca. Mi hijo quería que le entrenara. No quería entrenar, pero era mi hijo, ¿sabes?». Y creó su fundación. Dirige a 75 chicos. «La mayoría juega al beisbol, que es nuestro deporte nacional, pero hemos recuperado el baloncesto». Tal es su desconexión que no guarda ni una camiseta. «Tengo nietos en Barcelona y no tengo ninguna para regalarles. Nunca me vi como una estrella. Fui un jugador que acababa su trabajo y se iba a su casa».
El 28 de octubre de 1988. Se produce un cambio histórico en la presidencia del Baskonia. Josean Querejeta pasa del parqué a los despachos. Releva a José Antonio Santamaría, el directivo que firmó el patrocinio con Taulell. Desde el principio, el nuevo dirigente anuncia el reto de levantar un Baskonia «grande». El siguiente verano empieza a cumplir su amenaza.
Verano de 1989. Incrementa en un 45% el presupuesto. De 165 (991.000 euros) a 240 millones de pesetas (1,4 millones de euros). El equipo vitoriano sobresalta la ACB con la incorporación de Chicho Sibilio, una de las estrellas del Barcelona. Sin hacer tanto ruido también llega un joven portorriqueño llamado Ramón Rivas, que con el tiempo se convertiría en uno de los iconos del club.
Los entrenadores. Tras las apuestas por Manu Moreno y Zeljko Pavlisevic, en la 90-91 el fichaje del técnico estadounidense Herb Brown cuadró la primera ecuación. Bajo su mando, el plantel alavés alcanzó las semifinales de la Liga ACB dos cursos seguidos. La plaza europea se convirtió en una constante a partir de entonces.
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