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Esta Final Four de mayo llega con diecinueve años de retraso. La primera edición de este siglo XXI, la de 2001, estaba fijada en el entonces denominado Araba Arena, en su versión mini con 9.200 asientos. Un año antes hubo la ... protocolaria entrega de testigo en Salónica, sede predecesora. Se anunció el acontecimiento a bombo y platillo, hosteleros y hoteles se frotaron las manos... Pero acabó celebrándose en París, donde se coronó el Maccabi Tel Aviv a costa del Panathinaikos de Zeljko Obradovic.
El cambio de sede fue la venganza de la FIBA, la federación internacional de baloncesto, ante la rebelión de catorce clubes. Entre ellos, nuestro Baskonia. Hartos de su sordera y meses antes de esa final a cuatro alavesa, el lunes 29 de mayo de 2000 para ser exactos, este grupo de rebeldes, o visionarios, dinamitó el escenario continental al crear, y gestionar directamente, la nueva Euroliga, hoy el torneo más redondo.
Incapaz de adecuarse a los nuevos tiempos, la FIBA se quedó descompuesta y sin buena parte de sus mejores activos deportivos. No obstante, mantuvo en parrilla su torneo, bautizado como Suproliga y cuya final debía disputarse en Vitoria.
La siguiente campaña, la 2000-01, ocurrió lo nunca visto. Dos campeonatos paralelos con los teóricamente mejores de cada país. La Suproliga versus la nueva Euroliga. Por los primeros abanderaron Maccabi, Panathinaikos, CSKA Moscú y Efes Pilsen. Entre los rebeldes, los entonces todopoderosos Kinder y Fortitudo Bolonia, Real Madrid, Barcelona, Olympiacos. Y el TAU Cerámica, en su segunda experiencia en el principal frente continental.
Carlos Izar de la Fuente. Exdirector general del Baskonia
Carlos Izar de la Fuente, exdirector general baskonista, vivió en primera persona semejante terremoto. «Tras el éxito de la final de la Copa de Europa en Vitoria (1996), fuimos candidatos a la Final Four. Hablamos con Stankovic (entonces máximo responsable de la FIBA), nos dio el visto bueno y la oportunidad de hacerla», comparte el que fuera directivo azulgrana.
Las conversaciones arrancaron en 1999. Ese mismo año, el Baskonia obtuvo el plácet. «Hubo nervios para acondicionar el pabellón, los accesos y el parking. Todo estuvo listo para la Copa del Rey, celebrada en enero de 2000. Por cierto, para mí, la mejor que ha habido en Vitoria», sostiene Alfonso Alonso, alcalde de Vitoria de 1999 a 2007.
Tres meses más tarde, en abril de 2000, una delegación alavesa voló a Salónica, sede de la Final Four'00. Aunque el matrimonio FIBA-rebeldes seguía vigente, ya resonaban los primeros calambres. «Fuimos a recoger el testigo miembros del club, del Ayuntamiento, la Diputación y hasta un par de ertzainas para profundizar sobre las cuestiones de seguridad del torneo», revela el exdiputado general Javier De Andrés, entonces consejero delegado de la sociedad Buesa Arena. «Ya se notaba cierta tirantez y frialdad», ironiza. Hubo foto oficial. Todos se calaron la gorra de la Suproliga, como se rebautizó el campeonato, salvo Izar de la Fuente y Stankovic.
Javier De Andrés. Exconsejero delegado Buesa Arena
El que fuera director general del Baskonia perjura que la ruptura se fraguó más tarde. «La Euroliga se creó en un mes. Cuando salieron las normas de competición, la FIBA quería quedarse con los derechos de televisión de todos los equipos. Esa es la razón de esa rapidez. Había clubes para los que esos derechos representaban mucho dinero. El Madrid, el Barça», aduce. El líder de aquella sublevación fue el vicepresidente de la ACB, Jordi Bertomeu, hoy máximo capo de la Euroliga, el mejor campeonato de largo al margen de la NBA.
A partir de aquel anuncio, ambos bandos forzaron máquinas. La nueva Euroliga se decantó por una final clásica al mejor de cinco partidos, un calco de la Liga ACB. La FIBA mantuvo la Final Four. En el mundillo baloncestístico nadie dudaba de que Vitoria sería despojada de semejante honor, así que en el Baskonia esperaban el burofax de confirmación. «Pues creo que no nos lo dijeron jamás. Tampoco preguntamos. A ver quién preguntaba entonces», dice entre risas Izar de la Fuente. «De verdad, no recuerdo que nos dijeran que no. Lo dimos por asumido».
Arale Weisberg. Periodista israelí
Un día de verano, tras un comité en Múnich, la FIBA presentó su torneo. Y a París como nueva sede. Nada se dijo de Vitoria. Nadie preguntó tampoco. «Ellos hicieron su propia competición y no tenía lógica ser nosotros», asume Izar de la Fuente.
De Andrés, por su parte, considera que «fue una decepción y todos nos quedamos con la sensación de que se creaba una deuda pendiente con el Baskonia y Vitoria». Será saldada a partir del 17 de mayo. «Es el sueño cumplido pendiente desde 1999», abunda el exdirectivo azulgrana.
La Suproliga, tan efímera que se limitó a una edición, entronizó al Maccabi Tel Aviv. Arriel McDonald, base cerebral que anduvo en la órbita baskonista, y Nate Huffman, aquel espigado pívot fallecido en 2015 por un cáncer de pulmón, fueron sus puntales. En la final, los israelíes se impusieron por un claro 81-67 al Panathinaikos.
Arale Weisberg, uno de los periodistas más reputados de Israel, desvela que «era claro que el Maccabi se alinearía con la FIBA por la buena relación de Shimon Mizrahi (histórico dirigente). A cambio, aquella temporada pasaron equipos anónimos como el Plannja sueco. Hoy en día, los fans del Hapoel Jerusalén aún vacilan a los del Maccabi por aquel 'título'».
24 equipos, de distinta eslora, coparon la escaleta de la primera Euroliga. Confluyeron representantes de catorce países con envergaduras tan diferentes como la del Olympiacos, Real Madrid, Ovarense o el San Petersburgo Lions, ideado por el agente Luciano Capicchioni como escaparate para sus jugadores y que tenían prohibido jugar en su país.
Entre ellos hincó codos el Baskonia, en su segunda singladura en el máximo torneo continental. Tan bien lo hicieron los capitaneados por Dusko Ivanovic que hasta alcanzaron la gran final. En cuartos de final desbancaron al Olympiacos (entonces con k) y en semifinales al AEK Atenas, con repetición de uno de los partidos incluida.
En la ronda definitiva, programada a cinco asaltos, les esperó el Kinder Bolonia. Manu Ginobili, Jaric, Smodis, Rigaudeau, David Andersen, Rashard Griffith, Abbio, Bonora... A los mandos, Ettore Messina.
Aquel 3-2 regaló imágenes para la memoria azulgrana como el mate estratosférico de Timinskas en el cuarto partido (¿la mejor jugada de la historia del Baskonia?) o la cátedra interior de Alexander y Oberto. «Tuvimos opciones de ser campeones, jamás ha habido una eliminatoria tan competida», valora Izar de la Fuente. Desde aquella centelleante aparición, el Baskonia jamás ha abandonado esta autopista.
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