![Pablo Laso juega en casa](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201905/13/media/cortadas/laso-principal-k7lB-U80194167434kNG-624x385@El%20Correo.jpg)
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Avanza el Año 8 de la 'era Pablo Laso' en el Real Madrid. Ganar es la rutina habitual de un grupo de jugadores comandado por un técnico nacido en Vitoria un 13 de octubre de 1967 y que parecía un segundo plato ... tras tomar el testigo del insigne Ettore Messina. Muchos le auguraban una existencia efímera al frente de un equipo que, a su llegada en el verano de 2011, vivía de las rentas de su brillante historial. Desde entonces, el palmarés de la sección de baloncesto madridista se ha actualizado con 5 Copas del Rey, 4 Ligas ACB, 4 Supercopas, 1 Copa Intercontinental y 2 Euroligas.
Laso ha sido parte fundamental del éxito de un equipo que ahora no se entiende sin el toque personal del preparador vitoriano. Alumno ilustre de San Viator, referente histórico del Baskonia y ahora entrenador de éxito, su vida transcurre desde niño pegado a un balón de baloncesto. Bien lo saben aquellos que han trabajado a su lado o han contribuido a forjar su carácter. Una representación de este grupo comparte con EL CORREO sus impresiones sobre un Pablo Laso que ahora vuelve a su tierra de nacimiento a pelear en la Final Four de Vitoria por su tercer entorchado de la Euroliga con el Real Madrid.
Juan Pinedo | Entrenador de Laso en el colegio San Viator
De sobra es conocido que la primera conexión de Pablo Laso con el baloncesto llega por vía paterna. La figura de su padre Pepe lo 'condena' a poner el rumbo hacia un paisaje de canastas. El primero de esos bosques de estructuras de metal, aros y tableros de madera se sitúa en el colegio San Viator. En aquel escenario, Juan Pinedo se encuentra con «un chaval que, desde sus limitaciones físicas, destacaba en cualquier deporte». El histórico preparador vitoriano no duda en atraer hacia su equipo a un jovencísimo Pablo Laso en el que descubre a un niño 'enfermo' de baloncesto. «Vivía, dormía y comía con un balón en la mano. Iba botándolo a todos los lados y, cuando venía conmigo, ensayábamos cambios de manos por la calle», rememora. De aquellos tiempos de formación a primeros de los ochenta, Pinedo destaca la capacidad de 'Pablito' para superar las limitaciones de un cuerpo enclenque a base de un tesón admirable. «Físicamente, terminaba todos los partidos importantes destrozado. Le dolía todo del esfuerzo que tenía que hacer. Al principio, hasta se le caían los mocos. Sin embargo, era tan ambicioso desde pequeño que lo daba todo, a pesar de las consecuencias».
Alberto Ortega | Compañero de equipo en el Baskonia
El alumno de San Viator 'vuela' de la capital alavesa para cursar estudios y jugar al baloncesto en Estados Unidos. «Fue una experiencia que le dio un poso muy distinto en comparación con el tipo de juego que se estilaba por aquí». Alberto Ortega recuerda a un Pablo Laso aún con 17 años con una impronta ya diferente tras su vuelta del otro lado del Atlántico. Uno de los capitanes históricos del Baskonia fija en el tiempo aquella campaña 1984-85 en la que Laso debuta en el primer equipo azulgrana del mano de Javier Añúa.
Miguel López Abril es el primer base al que tratar de arañar minutos. Más tarde llegarían Aitor Zárate, Alfredo Aranda o Fede Ramiro, ya con Pepe Laso o Manu Moreno como jefes del banquillo baskonista. «Pablo trabaja como una bestia, crece en capacidad técnica y en aguante. Ve que puede despuntar y emerge su ambición. Se convierte en el mejor pasador de la Liga. Empieza a tirar y meter. A pesar de que se sacaba el balón de la tripa, lo hacía tan rápido que podía lanzar». Ortega dibuja el asentamiento de Laso como referente del Baskonia, hasta su marcha al Real Madrid 1995-96. Once temporadas de militancia baskonista y un adiós que dejó algunas heridas que tardaron en cerrarse. Aquellos años también redondean un carácter distintivo que Ortega se encarga de fotografiar. «Pablo tiene una mentalidad sobresaliente, es un hombre de baloncesto de diez, con una confianza en sí mismo estratosférica. Hablamos de un ganador nato que llegó a ser un enorme director de juego, un líder en la cancha y en el vestuario. El mejor jugador que ha salido de San Viator y de Vitoria».
Chechu Mulero | Entrenador asistente en el Valencia Basket
Dos temporadas y media en el Real Madrid, el debut con la selección española absoluta hasta estirar su carrera como jugador con paradas por el baloncesto italiano o el Casademont Girona. Laso apura su carrera hasta que una tendinitis le obliga a redactar la nota que anuncia su retirada como jugador después de 19 temporadas. Hace público el escrito el 17 de junio de 2003. Meses antes había sido capaz de resistir una pretemporada a las órdenes de Dusko Ivanovic en Vitoria. «He disfrutado muchísimo», se confesaba en las páginas de EL CORREO un día después de colgar las botas. El libro del Laso jugador se cierra con 35 años, pero no tardaría en abrirse el del entrenador que ya pedía paso desde años atrás. El prólogo arranca en diciembre del mismo año de su jubilación como baloncestista al tomar los mandos del Cerámica Leoní castellonés, equipo vinculado al Pamesa Valencia y que militaba en la entonces denominada LEB 2.
La cercanía al imperio de Juan Roig ayuda a que se abran las puertas de su debut en la Liga ACB. En la temporada 2004-05, Laso toma las riendas de un Valencia Basket repleto de figuras contrastadas como los exbaskonistas Oberto y Tomasevic, Rakocevic, Okulaja o Rigaudeau.
El técnico vitoriano tropieza en un salto quizás demasiado grande. En cualquier caso, nunca se arrepintió de aquel primer paso fallido. «Si te llaman, cómo vas a decir que no», se confesaba entonces Laso a Manel Comas, que siempre fue un apoyo desde que se reconocieron como almas gemelas durante su etapa conjunta en el Baskonia. La del Pamesa fue una primera experiencia dolorosa en la élite agudizada por una plaga de lesiones que no tuvo fin y que complicó su estancia en Valencia. Lo recuerda Chechu Mulero, hoy director deportivo de la entidad levantina y entonces escudero de Laso en su primer cuerpo técnico ACB. «Fue una temporada muy compleja, pero hubo demasiadas lesiones. Según llegó, vimos en él la pasión por el baloncesto y el disfrute del juego», apunta el 'constructor' taronja.
En el vestuario de la Fonteta, el vitoriano se topó con una plantilla repleta de grandes nombres, pero también con jóvenes por madurar. Era un equilibrio difícil para un entrenador que aún daba sus primeros pasos en los banquillos, aunque Mulero no olvida el esfuerzo que realizó el preparador alavés. «Era un entrenador de jugadores. Les entendía y permaneció muy cercano a ellos. Y eso que había tres grupos; los veteranos, los jóvenes y los temporeros que iban y venían debido a las lesiones. Con todos tuvo el respeto y cuidado que precisaron», recapitula Chechu Mulero. Los malos resultados terminaron por precipitar la destitución, ese mal trago que, en el gremio, es como un bautismo de fuego que da empaque a todo entrenador novato.
Zan Tabak | Entrenador ayudante en el Real Madrid
Su primer viaje de juventud a Estados Unidos abrió los ojos a Pablo Laso a un mundo distinto. Cerrada su carrera como jugador, el vitoriano aprovecharía una invitación para conocer más de cerca los métodos de trabajo de la NBA sumergiéndose durante una Liga de verano en los entresijos de una franquicia como la de los San Antonio Spurs. Laso admira de la primera Liga del mundo su acumulación de talento, pero también toma buena nota del trabajo colaborativo de los cuerpos técnicos. Sobre esta premisa, se trata de un primer entrenador siempre dispuesto a atender a las perspectivas que le puedan aportar sus ayudantes. Así lo reconoce Zan Tabak, que formó parte del grupo de trabajo de Laso durante la temporada 2014-15. «Pablo es uno de los mejores entrenadores que hay en Europa. Sabe escuchar y deja participar a sus asistentes, tomando las decisiones a partir de la información que le damos», revela el croata. Buen conocedor del baloncesto de élite, Tabak da con la tecla del éxito de Laso como componente de un club de exigencia máxima. «Exige, pero de manera justa. Eso hace que sepa llegar a un grupo de jugadores como el del Real Madrid», refleja.
Antes de recalar en el conjunto blanco, el preparador vitoriano vivió realidades diversas en los banquillos. Arrancó en primera línea con una dura experiencia inicial con el Valencia Basket. Sabría dar un paso atrás para tomar las riendas de un modesto Cantabria Lobos (2006-07) o después dirigir al Gipuzkoa Basket en el retorno a la Liga ACB y ayudar a asentarlo en la categoría durante tres temporadas. Fueron diferentes etapas de maduración que suman al conocimiento que ya tenía Laso de los resortes que permiten desentrañar los resortes de un vestuario profesional. Tabak vuelve a arrojar luz sobre la capacidad de su exjefe para guiar sin coartar la iniciativa del jugador. En realidad, es justo lo que el Pablo Laso jugador anhelaba de sus técnicos mientras vistió de corto y que encontró en referentes como Manel Comas o Zeljko Obradovic. De ambos tomó apuntes no solo baloncestísticos. También de psicología deportiva. «El entrenador facilita herramientos a los jugadores, que las interpretan a su forma y manera. Eso hace Pablo, que sabe adaptarse al grupo. El buen entrenador es alguien que sabe cuándo puede ayudar, pero también sabe cuando no molestar. Sin hablar de esto con Pablo, te diría que es una máxima que lleva a cabo», asegura Tabak.
Hugo López | Técnico asistente en Gipuzkoa Basket y Real Madrid
De San Sebastián al Real Madrid. Pablo Laso recorre este trayecto en el verano de 2011 acompañado de Hugo López. Quien hoy ejerce de seleccionador de Suecia es uno de los hombres más cercanos a Pablo Laso. Fue su sombra en el banquillo del Gipuzkoa Basket durante dos temporadas (2009-11) y ejerció de apoyo en las primeras tres campañas del vitoriano en el club merengue.
El técnico vallisoletano charlaba a mediodía de ayer con este periódico, horas después de haber conversado con Pablo Laso. ¿El tema de la charla? Baloncesto y un repaso a la madrugada NBA con el pase de los Toronto Raptors y Portland Trail Blazers a las finales de Conferencia. Hugo López enfoca el lado más personal del preparador madridista. «Pablo es una de las personas más humanas que me encontrado en el negocio del baloncesto», asegura sin un mínimo acento de duda. Desde su perspectiva, se trata de una persona que «hace de la normalidad una virtud» y que no ha inflado su ego a pesar de los éxitos que ha cosechado. «Nunca he notado que sea una persona a la que haya que bajarle a la tierra. Los títulos no le han cambiado. Durante la etapa que compartimos en el Madrid, cada vez que ganábamos algo, volvíamos al día siguiente a tomar café al mismo sitio», recuerda López.
La asociación entre el hoy seleccionador sueco y Pablo Laso se mantuvo durante los tres primeros cursos en el Real Madrid. López recuerda aquella etapa como una fase complicada para su superior, después de dos derrotas en las finales de la Euroliga de 2013 y 2014. Las tensiones internas presionaron a un Pablo Laso que vería cómo el club desmantelaba el cuerpo técnico con el que había arrancado su etapa en Madrid. El bache se remontó y llegó el primer gran título continental en 2015. Al final, López define uno de los ingredientes clave para entender la capacidad de Laso para hacerse fuerte en la casa blanca. «Pablo pasó del Gipuzkoa Basket a un Real Madrid que conocía perfectamente de su etapa de jugador, pero la esencia de su baloncesto no cambió. Su mayor valor es haber mantenido siempre sus principios».
Juan Pinedo «Al principio, hasta se le caían los mocos, pero era tan ambicioso desde pequeño que lo daba todo»
Alberto Ortega «Era un ganador nato que llegó a ser un enorme director de juego, un líder en la cancha y el vestuario»
Hugo López «La esencia de su baloncesto no cambió en el Real Madrid. Su mayor valor es haber mantenido sus principios»
Zan Tabak «Pablo exige, pero de manera justa. Eso hace que se sepa llegar al grupo de jugadores que tiene»
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