Una Euroliga de pequeñas revoluciones

La Euroliga da el pistoletazo de salida tras el fiasco del pasado ejercicio y su incapacidad para acabar la temporada en la burbuja, como hizo la ACB o la Bundesliga. Se fue por sorpresa, interrumpiendo la coronación de Larkin como uno de los realmente grandes del continente, y regresa lanzada, concienciada de que puede que tenga que aplazar algunos partidos por la pandemia, pero conjurada a tener campeón.

Y ahí, el Anadolu, que repite bloque debe ser uno de los favoritos entre los aspirantes. Será el único que se reincopore casi igual que lo dejó. El resto han mutado. Algunos por completo. Otros solo una o dos piezas, pero de absoluto calado.

Calathes llega al Barcelona, por ejemplo. Ahora entrena Sarunas Jasikevicius en la capital catalana. Tornike Shengelia aterriza en Moscú para comandar al CSKA de Itoudis, que recuperan a Clayburn tras su largísima lesión. Dicen los propios capitanes de los 18 clubes participantes, en una reciente encuesta, que el del georgiano va a ser el fichaje más trascendente del curso. Tener a Milutinov a su lado ayudará. Los rusos dan miedo.

Luego vienen las revoluciones. La de Milán, habitual, que ha formado un equipazo para tratar de alcanzar los play off que siemrpe se les atragantan con los fichajes de Delaney, Punter, Shields, Datome y Hines. O las obligadas, quizá por temas económicos, de Fenerbahce, Panathinaikos y Olympiacos.

La Euroliga no va a ser los mismo sin Zeljko Obradovic. El genio de Cacak abandona Estambul, se toma un año sabático, coincidiendo con el absoluto desmenbramiento de su plantilla. Datome se va al Olimpia, Williams y Kalinic se han mudado a Valencia, Sloukas regresa a casa, a Olympiacos, para hacer pareja con Spanoulis y Lauvergne dará estabilidad al juego interior de un Zalgiris que ha reclutado a Patricio Garino.

La puerta que Obradovic le cerró al Fenerbahce se convierte en una ventana abierta a Kokoslov. El seleccionador esloveno, se convierte director de un grupo que mantiene mucha calidad. Ulanovas. Lorenzo Brown, Jarrel Eddie o Barthel acompañarán de aurinegro a De Colo, Westermamn, Vesely y compañía.

El que ha pasado el verano en silencio, pero sin dejar de acumular efectivos es el Maccabi. Le levantó al Real Madrid la contratación de Ante Zizic. El pívot croata ha sido lo único que se ha podido pescar en una NBA a destiempo, que mañana comienza sus finales y mantiene el mercado aún cerrado. Porque cuando lo abran, y si es cierto que los argentinos Campazzo y Deck van a cruzar el Atlántico el próximo noviembre, el panorama podría cambiar al necesitar los blancos una reconstrucción total e inmediata.

Y en el furgón de cola, los de siempre. Los alemanes lento pero seguro, los griegos -que luego acabarán arriba aunque no parece- enredados en sus guerras internas e institucionales y el Estrella Roja fichando muy bien. Los serbios están lanzados en su pretemporada. Sumaron a Jordan Loyd desde el Valencia y a los también estadounidenses Hall y Walden para una configuración exterior eléctrica que maridar con la pausa interior y el saber hacer de Kuzmic, la juventud de Simanic, el alma guerrera de Simonovic y las mil batallas libradas por Davidovac. Todo ello a las órdenes de Sasa Obradovic.

Ah, y claro, el Khimki. Los de Kurtinaitis, otros que acaban desinflándose tiene el músculo de Jordan Mickey, Kevin Booker y Greg Monroe para unirlo a la muñeca de seda de Shved, de Timma, del mayor de los Bertans... Hagan sus apuestas, que la Euroliga arranca pasado mañana y son muchos los que quieren el lugar estelar de Shane Larkin.

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