Imagen de la semana del deporte alavés en la inauguración de Mendizorroza.Fundación Sancho el Sabio
Escenarios indispensables
Campo atrás ·
Los polideportivos de Mendizorroza y Landázuri están apunto de cumplir medio siglo. Dos canchas de baloncesto pioneras, únicas y complementarias que albergan cierto idealismo para todos los que jugaron en ellas
Todos los campos que albergaron partidos oficiales de baloncesto antes de 1969 estaban al aire libre. Sólo había dos excepciones, el Frontón Vitoriano y el picadero de Artillería 46, y ambos no eran espacios pensados, ni por supuesto adecuados para la práctica del ... baloncesto. Desde muy temprano, los impulsores de este deporte anhelaban una cancha cubierta en Vitoria. El rigor del invierno alavés obligada cada temporada al aplazamiento o la suspensión de numerosos encuentros y de entrenamientos, por lo que los jugadores alaveses estaban peor preparados.
Cuando Eduardo Sanchiz Bueno fue nombrado presidente de la tercera Federación Alavesa intentó solucionar este problema de continuidad. Al mes de ser nombrado, se reunió con el alcalde, Gonzalo Lacalle, para exponerle la necesidad de un complejo cultural deportivo en la ciudad. Hubo cierto optimismo inicial tras esa reunión, pero lo cierto es que Eduardo Sanchiz Bueno dimitió año y medio después por la falta de comprensión y colaboración de las instituciones. Aquella idea de combinar deporte y cultura no se tomó en serio, según aseguró Sanchiz Bueno.
Sin embargo, el Consistorio había iniciado ya algunos trámites de forma paralela. Para buscar financiación, acordó acudir en junio de 1955 al concurso de la Delegación Nacional de Deportes para subvencionar la construcción de tres gimnasios. Para ayudar a la concesión, el Ayuntamiento se comprometió a aportar 400.000 pesetas para las obras y adquirió casi 20.000 metros cuadrados al lado del campo de Mendizorroza. El complejo ideal para la ciudad debería tener no sólo un gimnasio sino también una piscina cubierta. La Delegación Nacional consideró a Vitoria como candidata siempre que el proyecto cambiara de ubicación, ya que ese solar estaba alejado de la población. Fue entonces cuando se llegó a un acuerdo por los terrenos que la Caja Municipal tenía en la recién abierta calle Landázuri. Una parcela con orientación al mediodía, planta triangular y dentro del núcleo urbano. Los requisitos para la obra, sin embargo, retrasaron el comienzo de los trabajos a noviembre 1958. En verano de 1959, ambas cajas, la Provincial y Municipal, inauguraron casi a la vez sendas instalaciones deportivas: el Estadio y Landázuri. Dos recintos concebidos para la natación, pero que terminaron albergando baloncesto.
La necesidad de un recinto
Hasta la llegada de la empresa Kas al mundo de la canasta no se habló más de la necesidad de un polideportivo. En 1966, después del ascenso a Primera, Román Knörr aseguraba en la prensa que la temporada había sido deficitaria debido a la escasez de aforo del Frontón. La familia Knörr, siempre emprendedora, encargó al arquitecto Enrique Marimón el diseño de un pabellón que cumpliese sus expectativas y las del equipo. Para edificar el recinto se requerían al menos dos cosas. La financiación por parte de la Delegación Nacional de Deportes y los terrenos donde construir. Como ambas cosas dependían del Ayuntamiento, el alcalde, Manuel Lejarreta, decidió que lo mejor era que la propia institución se atreviera con la propiedad y su explotación. La decisión significó un revés para la SD Kas. No era lo previsto y los plazos de la administración distaban mucho de las efervescentes ambiciones de la familia Knörr.
Enseguida las miradas del Kas se posaron en Bilbao. Si tenían que pagar un alquiler por un pabellón no era necesario esperar a que se construyera. Ya existía uno a sesenta kilómetros, recién inaugurado con un coste de 19 millones de pesetas y en una ciudad más grande dónde ampliar el negocio de los refrescos.
Resulta sorprendente, en este contexto, la designación del Frontón Vitoriano como sede de la fase final de la Copa del Generalísimo. La idea del nuevo pabellón estaba ya en la mesa del despacho de Juan Antonio Samarach, presidente de la Delegación Nacional, y, sin embargo, se eligió jugar en un recinto que apenas cumplía los requisitos. Hoy en día, se especula con que aquello fue una compensación adelantada por todo lo que iba a ocurrir con la salida del Kas, ya decidida por entonces.
La idea del polideportivo, a pesar de todo, seguiría adelante. El Ayuntamiento decidió que la ubicación ideal, por accesos y amplitud, se encontraba en los terrenos de los hermanos Fernández López en la carretera de Lasarte. El polideportivo tuvo un coste 24 millones de pesetas. El Ayuntamiento y la Caja de Ahorros Municipal aportaron seis millones cada uno y la Diputación puso dos. El grueso de la aportación corrió a cargo de la Delegación Nacional de Deportes que abonó diez millones para un edificio que curiosamente tiene los colores del equipo que se marchó.
Fachada de Mendizorroza.
ARQUÉ Archivo municipal Vitoria-Gasteiz
Deportivamente, Mendizorroza se inauguró con la Semana del Deporte Alavés en octubre de 1969. Siete días en los que intervinieron todas las federaciones alavesas con sus respectivos deportistas. El primer partido de baloncesto fue el derbi entre los dos equipos de la recién creada Tercera División Interprovincial, el CD Vitoria y el Vasconia. Los azulgranas ganaron 77-52 y, sobre aquellos listones flotantes y sorteando los huecos del parqué, los vasconistas se hicieron con la hegemonía del baloncesto vasco.
En dos años tras la inauguración se programaron cientos de encuentros. Se pudieron ver todos los sectores de las categorías de formación masculinas y femeninas, las evoluciones de los Harlem Globetrotters, otra fase final de la Copa e, incluso, un partido de la selección española. Todo ello aderezado con conciertos, espectáculos, balonmano, veladas de lucha libre y boxeo y cualquier actividad que se pudiera practicar en el rectángulo del polideportivo.
El mejor de España
Mendizorroza fue durante muchos años uno de los mejores polideportivos de España y, por descontado, la primera cancha de Álava. Pero no podía albergar ese frenesí deportivo. Necesitaba de un desahogo. Es cuando aquella idea de 1955 tomó forma. Desapareció la pileta de Landázuri, el mosaico de la pared y el techo de la piscina para convertirse en una cancha de baloncesto. La reforma incluyó graderíos en los fondos, un techo de madera y un duro suelo de baldosas color marrón oscuro que hoy en día siguen brillando. El mini polideportivo, de 700 espectadores, tiene por su construcción el techo bastante bajo y conserva un olor especial, un ambiente único y la mística que dan los partidos importantes.
Equipo del Baskonia entrenando en Lanzáduri, con Luquero, Arana, Ibarrondo, Roitegi, Ubis, JA. Argote, JR. Argote, Pinedo, Armentia y Zurutuza.
Dos instalaciones con las que el baloncesto alavés se ha hecho mayor. Dos recintos que siguen dando servicio y que durante medio siglo han sido testigos de alegrías, decepciones, títulos y lesiones. Canchas que han asistido al paso de generaciones y figuras del baloncesto como unos chavales de San Viator que, elegidos al azar, consiguieron ser uno de los mejores equipos de la historia del baloncesto español. Pero eso es otra historia…
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