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Roberto Arrillaga
Miércoles, 30 de enero 2019, 00:07
La Federación Española de Baloncesto quería un técnico norteamericano que preparase durante tres meses a las selecciones de Castilla y Cataluña y que impartiera un curso para preparadores titulados. El neoyorquino Dayton Spaulding hablaba castellano. Fue soldado en la Segunda Guerra Mundial y más ... tarde se licenció en Educación Física por la Universidad de Oklahoma, donde jugó con los Sooners de Bruce Drake, que fueron subcampeones de la NCAA. Al término de su época universitaria volvió a Nueva York para prepararse como entrenador en la Universidad de Long Island de Clair Bee y obtuvo el título de técnico en béisbol, fútbol americano y baloncesto. Su primer trabajo fue en Puerto Rico al frente de los Leones de Ponce junto con Tex Winters y Red Holzman. Spaulding aprendió pronto castellano y pudo entrenar en Cuba y Panamá. Nada más llegar a España en octubre de 1956 conoció a Conchita, una empleada de la embajada americana en Madrid. Con el contrato de trabajo también surgió un flechazo. Pero antes de la boda tenía que pasarse por Vitoria.
El 1 de enero de 1957, Dayton Spaulding llegó a la estación del Norte de la capital alavesa. Traía, junto a sus efectos personales, un enorme carro repleto de brillantes latas de películas de baloncesto que tenía previsto proyectar en el salón de cultura de la Caja de Ahorros Municipal durante quince días. Por la mañana, y por este orden, iba a dar clases a Marianistas, San José y Corazonistas. A mediodía se desplazaba hasta el campo de La Blanca para preparar a las féminas y por la tarde entrenaba en el Frontón Vitoriano con los jugadores del campeonato regional durante dos horas. Tras la sesión llegaba la película y los comentarios del día. Amable y humano, Spaulding fue acogido con alegría y curiosidad 'berlanguesca'. Se alojó en casa de los Sanchiz Bueno. Estuvo enfermo los dos primeros días y las malas lenguas dijeron que fue por un empacho de chocolate con churros.
Su estancia en Vitoria estuvo plagada de anécdotas. Un día, tras la clase teórica en Marianistas, Juan Carlos Alti, hijo del gerente del Frontón Vitoriano, acompañó a Spaulding por la calle General Álava. Había una tienda que vendía bragas y sujetadores que naturalmente estaban expuestos en el escaparate. Spaulding se detuvo ante la sorpresa de su joven acompañante porque ningún vitoriano se paraba frente a aquel escaparate. Se tomó su tiempo para decidir un regalo para su prometida. Alti, rojo de vergüenza, no sabía dónde meterse.
Este experto del deporte de la canasta admiraba la dedicación de los jóvenes vitorianos que antes de cada entrenamiento colocaban las canastas y dejaban listo el campo. Observó cómo algunos buscaban el lucimiento personal antes que el juego en equipo y que su técnica era muy pobre. Advirtió también que los jugadores no entrenaban a diario, que el juego era precipitado, que la defensa estaba mal ejecutada y que no existía técnica de tiro. Al término del primer día de entrenamiento, el presidente de la federación le preguntó por el nivel del baloncesto alavés. «Acabo de conocer la prehistoria del baloncesto», le espetó.
Para Dayton Spaulding lo peor eran los campos, «modestos al cien por cien». Estaban descubiertos, eran de tierra y con canastas irregulares. Solo había uno cubierto, el del Frontón Vitoriano, un recinto dedicado a la pelota y, por tanto, con unas instalaciones no aptas para el baloncesto. La anchura de la cancha hacía casi imposible el saque de banda del lado de la pared. La mitad del pavimento era de madera y la otra mitad de asfalto. En los vestuarios, pensados para, como máximo, ocho pelotaris, se hacinaban una veintena de jugadores encorvados porque los techos eran bajos. Además, los espectadores estaban incómodos, pero al menos se protegían de la lluvia y el frío.
El neoyorquino dejó en Vitoria una serie de enseñanzas que sirvieron de mucho a los jugadores. Una especie de ideario resumido en nueve puntos:
1. Perder o ganar no importa demasiado, lo importante es si se juega bien el partido.
2. El baloncesto es un juego de equipo. En España, los jugadores buscan el lucimiento personal. Nunca se llega al límite. Siempre hay que ir más allá; hay que tratar de superarse.
3. Cada encuentro de baloncesto encierra en sí cinco partidos, uno por cada miembro del quinteto. Los jugadores deben centrarse en sumar más puntos que su contrario. Así es como se gana.
4. En Norteamérica, los que no obtienen buenas notas, no pueden jugar. Lo primero siempre es el estudio.
5. Cada jugador debe tender a realizar el menor movimiento, porque teniendo una buena posición siempre ganará la acción al rival. Hay jugadas que se pierden por hacer un movimiento de más, o lo que es lo mismo, por demorarse solo unas décimas de segundo.
6. Es necesario mantener una conversación significativa en el juego defensa.
7. Una habilidad importante en el baloncesto resulta de echar abajo los principios que existen.
8. No existen más de dos puestos: el pívot y todos los demás.
9. Actitud y carácter son exigencias básicas.
El día 15 de enero, con alguna pieza de ropa interior femenina en la maleta, Spaulding partió hacia Bilbao con la promesa de que en Vitoria se iban a mejorar los campos de juego pero esa es otra historia…
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