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Raimundo Iriarte fue el último de los curtidores de Vitoria que tenía fábrica en el camino viejo de Santa Isabel. Cerró en 1940 y el almacén situado en la calle Diputación se convirtió en el negocio familiar al que acudían todos los días sus seis ... hijos, entre ellos, Angélica, que jugaba al baloncesto. Lo hacía en el Excelsior junto a varias chicas de Acción Católica de San Pedro. Un día, cansada de correr por el campo de la Sección Femenina, tuvo la feliz idea de construir una cancha para su equipo. La parroquia de San Pedro tenía un local en el callejón de la Alberca Vieja, justo al lado de la Diputación y de la tienda de su padre, el antiguo Centro Obrero Femenino de La Blanca.
Angélica supo convencer al párroco, Dionisio Barrio, y se puso a recaudar fondos para hacer realidad su sueño. Consiguió 275 pesetas de las que 225 fueron para la madera de los dos tableros y los postes de las canastas. Las otras 50 pesetas se destinaron a comprar la sal que sirvió de herbicida. La Diputación colaboró con la 'locura' de Angélica cediendo el volquete y el rulo apisonador, y la metalúrgica Ajuria regaló los aros. El campo de La Blanca, pese a que se terminó de construir antes, se inauguró oficialmente el día de San Pedro de 1954.
Aquel equipo femenino formado por Iriarte, De la Peña, las hermanas Herrero, Arregui, Sagasti y Ugarte enseguida quiso competir por lo que contactó con otras formaciones pertenecientes a Acción Católica. Así, se enfrentaron a las chicas del AC Tolosa, a las que ganaron por 14 a 10. También derrotaron al AC Vergara por 38 a 17. La Federación Alavesa, complacida por la iniciativa femenina, incorporó al Excelsior a sus planes de mejora técnica y promoción del baloncesto alavés. Jugarían en el Frontón. Tras varios intentos fallidos por albergar un encuentro internacional, el Olympique de Bayona, ganador de cuatro campeonatos de Francia, accedió a viajar a Vitoria. Las entradas volaron. Nadie quiso perderse el primer choque internacional entre la selección alavesa y aquella formación puntera francesa. Incluso, el Frontón dispuso de megafonía para semejante evento. Con los chicos viajaron también las jugadoras de la escuadra femenina, que, a la postre, despertaron más expectación.
El 25 de abril, el Frontón, completamente lleno, rompió a aplaudir en cuanto aparecieron las chicas francesas sobre la cancha. Como se intuía, el uniforme del Olympique nada tenía que ver con la indumentaria alavesa. Vestían una camiseta ajustada de cuellos blancos y un pantalón corto, demasiado corto para la Vitoria de la época, que subía más allá de la mitad del muslo. «La audiencia masculina recibió las alineaciones en el centro del campo con una gran ovación hacía la simpatía y la belleza de las francesas», se escribió del encuentro. Desde el otro lado de la pista, las alavesas no dejaban de mirar a las rivales. Primero, con algo de pudor, después con risas nerviosas y por último, con cierta envidia. Y es que el uniforme francés no solo favorecía más que aquel largo pichi que vestían, sino que resultaba infinitamente más cómodo para jugar al baloncesto. Tras la presentación, flores y bombones de la casa Goya para las visitantes y derrota sin paliativos para las locales por 22 a 55, que demostraron menos técnica y preparación.
En 1955, y debido a los partidos del Excelsior –viajaron también por Francia–, el aletargado baloncesto femenino resurgió en Vitoria. Alrededor de 50 chicas participaron el II Campeonato de Álava formando siete equipos: Excelsior, Goyena, Amaya, SEU, Sección Femenina, Villanieves-Comercio y Magisterio. Terminaron la liga en este orden. Sin embargo, al año siguiente se pasó de siete conjuntos a cuatro y en 1958, la Federación reconoció tener sólo 19 fichas y únicamente 2 escuadras femeninas. Una de ellas la llevaba la propia Federación y la otra era el Imosa de Gherda Kuhls. La rubia alemana que trabajaba desde marzo de 1957 en la DKW formó aquel equipo para participar en los juegos de la fábrica. El aire europeo de Kuhls se plasmó en la equipación: el Imosa fue la primera formación en llevar pantalón corto.
La Federación, deseosa de reavivar el deporte de la canasta, programó partidos entre ambos equipos como aperitivo del campeonato masculino. Los duelos no resultaron llamativos para el público. Tampoco ayudaban las, hoy impensables, críticas en los periódicos.
«Pues resulta que verán ustedes: los partidos femeninos son la monda. Sólo les falta a las jugadoras salir al campo maquilladas y pintadas. A todo, menos a demostrar que se sabe jugar al baloncesto. Porque es que, si no se sabe (ni se tiene la más remota idea), ¡para qué jugar! Es únicamente un absurdo el engañar al público con una vistosidad fuera de lo normal. Con un conjunto de chicas más o menos guapas, que no aspiran a más que les vea Felipito o les eche una melancólica mirada Jorgito. Y hablamos en impersonal».
«Estas chicas» –continuaba– «están casi deseando que les pongan una zancadilla para poder quejarse en público. Como diciendo: '¡Qué duro está el suelo!' Y que todos les compadezcan. Y los muchachos se digan: 'Tan guapa y en el asfalto'. Esta es la pura realidad. Y, ¿para qué contarles más? No podemos extendernos en pormenores pues en vez de ser una crónica de baloncesto iba a ser un sección de psicología femenina. Con decirles que en el primer tiempo iba ganando el Imosa 8-3 y en el segundo el Álava contraatacaba y lograba un 17-14 favorable...».
A partir de 1958 ninguna chica vitoriana se atrevió a jugar al baloncesto. Hasta la irrupción del minibasket en un momento dulce para el deporte de la canasta en la provincia con las actuaciones del equipo invencible, pero son otras historias...
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