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El miércoles 22 de septiembre de 1965, después de 25 años, el baloncesto alavés ascendió el peldaño que le faltaba. En la Cafetería Napoli, el presidente de la SD Kas, Román Knörr, brindaba en amarillo y azul por la ampliación de las acciones deportivas ... de la empresa tras absorber al Natación Vitoria. El baloncesto estaba despegando en España y la firma de refrescos aprovechó el momento. «La meta que nos hemos forjado al hacernos cargo de este club es de ascenderlo a Primera división para lo que no regatearemos esfuerzos, contando con un buen plantel de jugadores y técnicos y aportando nuestra decidida ayuda económica», profetizó Knörr en la presentación.
El dinero fue el músculo definitivo. Con él llegó la primera pareja de americanos. Leroy Johnson, un pívot de 1,96 del Charenton de París, no duró mucho. Era «un fuera de serie, rapidísimo, muy fuerte en defensa, con un dominio total del tablero y que marca cada vez que lanza». Javier Añua lo tuvo en su casa hasta que, unos días más tarde, viajó a Francia para recoger sus cosas. No volvió. Fichó por el Caen. El que sí hizo carrera en Vitoria fue Bob Williams, un jugador de más de 100 kilos, con alma de entrenador y que hablaba español, ya que provenía del Picadero de Barcelona. Williams alardeaba siempre de que entrenó con el mismísimo Wilt Chamberlain cuando jugaba en los Knicks de Nueva York. Para acompañar a Williams llegó Johnny Mathis, de 22 años, dos metros de elegancia desde Savannah State University. Una vez cerradas las incorporaciones extranjeras, el Kas dio continuidad a Cobas, Serrano, Pinedo, Lapeña, Guereñu, Antero, Estíbalez y Rojas. Después recuperó a Pepe Laso y fichó al todoterreno José Luis, Tacha, Lázaro.
La categoría enseguida se les quedó pequeña. Eran tan superiores que no solo valía ganar. Antes de cada partido se oía por el Frontón Vitoriano un rumor: '¡Queremos cien!'. Dicho y hecho. La mesa, cronómetro en mano, no daba por terminado el partido hasta alcanzar esa cifra Los jugadores, por su parte, también se las ingeniaban para llegar lo antes posible a la centena. «La pared izquierda del Frontón estaba completamente pegada a la banda. Con un solo árbitro, jugando en casa y con un base muy listo y muy bueno se podían marcar puntos muy rápidamente. Cuando Pepe Laso atacaba por esa banda, aprovechaba la pared para rebotar el balón y superar al defensor. El árbitro nunca vio nada».
Javier Añua rememora con una sonrisa aquellas triquiñuelas que utilizaban cuando el partido resultaba sencillo. «Pepe también se aliaba con Ángel Serrano con quien solía contraatacar. Arrojaba el balón contra el tablero y los rivales saltaban a por el rebote. Pero la bola no iba al aro, iba a dónde Pepe quería. Así que cogía su propio rebote y anotaba fácilmente. Acto seguido, Serrano aprovechaba la confusión, sacaba de fondo como si fuera un contrario y se la pasaba a Laso, que la volvía a meter. Los contrarios se quejaban amargamente porque el árbitro daba la canasta cada vez.
Y lo que era peor, Serrano acudía al tumulto para hablar con el colegiado y le decía: «No les hagas caso, que estos no saben perder». Con dieciocho victorias y cero derrotas se cerró la liga regular. El aficionado vitoriano batió un récord al alcance de muy pocos: dos temporadas completas sin ver perder a su equipo en casa. Un privilegio. Tras la liga llegó el sector. El Kas pasó por encima del Alimentos Porta de Huesca, Estudiantes del Vigo y Manresa en el Pabellón Ruiz de Alda de Pamplona. La fase final se jugó en Salamanca. El último escollo resultó una llanura. Se superó al Dimar de Valencia por 79 a 56, al Hispano Francés de Barcelona por 66 a 38 y al Naútico de Tenerife por 68-85. Ascendidos a falta de un partido. La fecha: el 12 de marzo de 1966. No hizo falta el último 81 a 56 contra el Ripollet.
La SD Kas cumplió la hoja de ruta a rajatabla: se hizo cargo de un equipo puntero, se ganó el cariño de la afición a base de victorias, logró un terreno de juego inexpugnable y ascendió al Olimpo del baloncesto español. Pero aquella no era la estación final. Era una parada. A renglón seguido, se comenzó a planificar la temporada en Primera. Continuarían Laso, Pinedo, Lázaro y Serrano (se retiraron Cobas y Guereñu). Se fichó a Carlos Luquero y Moncho Monsalve, grandes jugadores internacionales, que harían de Mathis y Williams ya que los americanos no podían jugar en Primera. Se incorporó también al estudiantil Chema Capetillo y a un jovencísimo Jesús Iradier, pariente del explorador africanista Manuel Iradier. Ignacio Sarria y Quino Abascal ofrecieron juventud, energía y calidad para los entrenamientos, mientras que Adolfo Beneyto, muy buen base, se distinguía también por su afición y empeño por hacer carrera en el mundo del toreo.
Para el ascenso, el Kas cambió su estructura. El presidente, Román Knörr, nombró director general a Dalmacio Langarica, que era el director deportivo del equipo ciclista. Javier Añua asumió el cargo de secretario técnico y dejó su puesto en el banquillo a Bob Williams. Pero los problemas con la titulación del norteamericano devolvieron al alavés al puesto de entrenador. El club era ambicioso: «Vitoria no tendrá un equipo mediocre, sino todo lo contrario, un gran equipo, a base de figuras que ya existen. En la primera temporada nuestras aspiraciones no consisten sólo en eludir la promoción sino clasificarse en tercer o cuarto lugar, algo nada fácil, dada la igualdad que existe. Y para dentro de tres años, ser lo mismo que el ciclismo, los mejores de España. No escatimaremos nada, tanto en el aspecto económico como en el moral. En el ciclismo lo hemos conseguido; en baloncesto, lo conseguiremos».
Los precios en Primera fueron desde las 25 hasta las 60 pesetas. Las entradas no cubrían el déficit que suponía el baloncesto de élite. Knörr, tenía clara la solución, un nuevo pabellón: «Este año nos han admitido el Vitoriano con las medidas mínimas. Además, en el Frontón, si caben 1.500 personas se quedan otras tantas fuera. Fíjate los problemas tanto económicos como deportivos que solucionaría. Esperemos que para la próxima temporada esté hecho».
Todo apuntaba hacia el éxito. Así fue. Vitoria se convirtió en el epicentro del baloncesto nacional, pero eso es otra historia…
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