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J. A. Pérez Capetillo
Jueves, 16 de diciembre 2021
Hace unos años solo conocían el rugby porque llevaban a sus hijos a los entrenamientos. Poco a poco, aquel extraño deporte les fue enganchando, conquistando. Hoy, son ellas las protagonistas. De desconocer por completo las reglas, a convertirse en jugadoras a punto de debutar a ... nivel nacional. Ha sido un camino que han recorrido con ilusión y orgullo. Como el que sienten al confesarse «las heroínas de nuestros hijos». Y es por algo: «Ahora cuando nos ven en el campo gritan: '¡Esa es mi madre!'».
Hablamos de las jugadoras del Lamiak Universitario Bilbao Rugby, el equipo que mañana se estrenará en la localidad sevillana de Mairena del Aljarafe en el I Mater Series, un torneo con 120 mujeres en edades comprendidas entre los 30 y 50 años. Todas ellas mantienen una relación muy especial con el balón oval: la mayoría son madres o familiares de jugadores de distintos equipos de rugby.
Las bilbaínas están integradas en el grupo II de la competición junto al organizador, bautizado como Malas Madres de Sevilla, las Camaleonas del Puerto de Santa María y las Khalessis de Hortaleza. Madrid, precisamente, y Vitoria serán las sedes que albergarán los siguientes choques entre las 'madres del rugby'.
Una de las capitanas del Lamiak Universitario es Inés Ibáñez. Tiene 47 años y sus dos hijos, Aratz (16) e Izei Berreteaga (14), también frecuentan mucho las melés. Ella es profesora en un Centro de Formación Profesional y se declara «encantada» con este proyecto. «Todo empezó cuando nos juntamos unas madres en las finales de la Champions en Bilbao, asiduas de los entrenamientos y los partidos de nuestros hijos sin tener ni idea de rugby. Decidimos ir al club y comentarles que estábamos interesadas en aprender a jugar». El esfuerzo les ha cundido. «Ya entendemos cómo se juega y es una gozada... Un deporte maravilloso», del que destacan especialmente el compañerismo que se adquiere peleando unidas sobre el césped. «Lo pasamos genial».
En el equipo hay mujeres con vidas laborales dispares. En empresas privadas, en el Metro, maestras, ingenieras o educadoras, por ejemplo, en la Fundación Síndrome de Down. Entrenan un par de días a la semana en el campo del polideportivo de El Fango, en Rekalde, y hacen grupo en torno a los valores tradicionales de una disciplina caracterizada desde su nacimiento por la integridad, la pasión, la solidaridad y el respeto entre los jugadores. «Somos las heroínas sin capa de nuestros hijos, su referente», coinciden. Ellas están para todo en el club. «Somos las responsables de llevarlos a los entrenamientos y a los partidos, y ahora también las que enganchan a los más pequeños y asombran a los mayores», detalla Ibáñez.
Leire Aberasturi, medio melé como Inés, tiene 51 años y también ejerce la docencia. Jefa de estudios en el instituto Eskurtze, tiene tres hijos: Urtzi, Unax y Markel. Los tres juegan al rugby. El primero, en el senior. El segundo, en el Bera Bera, ya que estudia en Donosti. Y Markel es sub'18 en el UBR. Aitor Jauregi, su esposo, es el presidente del club. «Estamos muy emocionadas y agradecidas, al borde de las lágrimas». Inscrita ya como 23 de sus compañeras para viajar a Sevilla, solo tiene buenas palabras para la aventura en la que se han adentrado. «Es un deporte que nos va muy bien a las mujeres porque exige disciplina, hay camaradería, contacto, lucha... Es como nuestro día a día», resume. Y lo precisa: «Las mujeres sabemos mucho de sufrir; todo esto va a resultar una experiencia increíble».
Aberasturi reconoce tomar muy bien los consejos de Unax. El chaval le dice que en el rugby «no hay excusas», que si no quiere sufrir tiene al lado «el campo de fútbol». Tal vez olvida su hijo que el frío pasado en las gradas viéndoles correr, a él y a sus hermanos, en pos de un ensayo también es padecimiento. Ahora le toca a ella disfrutar, por eso envuelve cada palabra que pronuncia con emoción incontenida. «Es que el rugby rejuvenece -salta-. Me gusta mucho el equipo porque es muy diverso. Este sábado vamos a pasarlo de miedo».
Se han aplicado en las últimas semanas para darlo todo en Mairena del Aljarafe. Salen a ganar. «Le decía a Mario Barandiarán (el entrenador del primer equipo) que en mi próxima vida me voy a dedicar a esto. Después de darte bien en el campo, hacer ese pasillo al final del partido…». Lo presiente «impresionante», capaz de borrar de un plumazo las incomodidades de la preparación -ni el granizo las ha retenido en vestuarios- y la complicación de organizar sus vidas maduras «con todo lo que tenemos». Llega la recompensa, y lo hace acompañada de un mensaje: «Animamos a cualquier mujer a que venga al club, porque hay un puesto para todas».
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