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Judith Romero
Jueves, 13 de junio 2019, 01:33
Las mujeres pelotaris que cada día se retan a sí mismas en frontones y trinquetes siguen abriéndose paso en un mundo que durante años ha estado considerado como «cosa de hombres», pero están lejos de ser las pioneras. Antes de ellas, entre los alocados años veinte y los no tan lejanos ochenta, cientos de mujeres se ganaron la vida y alcanzaron el éxito en frontones de Madrid, Barcelona, Sevilla, Tenerife y países como México, Canadá o Estados Unidos. Ellas son las raquetistas, las deportistas profesionales que, aunque no lograron la fama en Euskadi, fueron admiradas y compitieron en los jai alai de todo el mundo.
«Mi madre fue una de las últimas raquetistas y debutó en el 77, poco antes de que cerrarse el frontón Madrid», explica Jon Juanes, uno de los impulsores de la asociación Raketistak Lehen eta Orain. La ya fallecida Koro Iragorri se introdujo en este deporte gracias a una pelotari que conoció en la Universidad mientras estudiaba Farmacia en Madrid, y no tardó en destacar entre las jugadoras. «Se pagó los estudios, el piso y el primer coche, pero luego fue farmacéutica. En Euskadi no estaba bien visto ser raquetista, los frontones eran un lugar para los hombres», señala Juanes, cuya conexión con el mundo de las raquetas empezó buscando fotos de cuando su madre aún estaba en activo.
Estas mujeres fueron tan populares que incluso tuvieron su propia colección de cromos. «El dueño del frontón Tenerife tenía una tabacalera y los incluía en las cajetillas de tabaco, en estos cuatro años hemos reunido más de 500 gigas de material y una base de datos con los nombres de 230 pelotaris», celebra Juanes. Aunque el frontón de Rentería se rebautizó como Agustina Otaola en 2016 y el proyecto está vivo en la comarca guipuzcoana de Oarsoaldea, a los miembros de Raketistak les gustaría crear un museo sobre estas mujeres para que no caigan en el olvido y fomentar el deporte femenino.
Koro vivió los últimos coletazos de una época dorada que hizo que algunas de estas mujeres llevaran una vida cercana a la de las actrices de Hollywood, en especial en el extranjero. Atraídos por estas historias, los pamploneses Daniel Burgui y Andrés Salaverri codirigieron el documental 'Las pelotaris' en 2015, para lo que se trasladaron a México y Estados Unidos para recabar algunas de estas historias. «Todo empezó en Navarra, donde un entrenador me dijo que, de lo que más orgulloso se sentía, era de las palistas que había entrenado, algo que me llamó fuertemente la atención», explica Burgui, periodista encargado de su guion.
Se sospecha que las mujeres pelotaris fueron las primeras deportistas profesionales femeninas junto a las tenistas, que también gozaron de una gran popularidad en el Reino Unido. Tenían ficha de jugadoras, ganaban generosas sumas de dinero y cosechaban éxitos en lugares tan dispares como El Cairo, México o Filipinas. Las apuestas tuvieron mucho que ver en la popularidad de estos partidos. «Estas mujeres llevaban vidas duras como las cabareteras, pero tenían la opción de gestionar su sueldo y sus vidas, algo poco habitual en lugares como los conservadores Estados Unidos de la época», valora Burgui.
En México las raquetistas llenaban lugares tan imponentes como el frontón Metropolitano. «Tenían admiradores y su vida se parecía un poco a la del mundo de la farándula, las actrices o los toreros. Había lujos, descapotables, socializaban con personalidades en las cafeterías o restaurantes de los frontones… nada que ver con los frontones vascos», detalla el guionista. Aún así, quienes jugaban en Euskadi podían ganar el triple que un obrero de la época.Todo empezó a decaer en los ochenta y la vida de las pelotaris actuales poco tiene que ver con la de entonces. «Maite Ruiz de Larramendi tiene el mejor medallero de Navarra y trabaja como técnico de rayos en un hospital. La mexicana Rosa María Flores es una leyenda en su país pero se gana la vida como profesora, pese a que su madre se compró una casa jugando en el frontón. Hemos sufrido una auténtica involución», sostiene el periodista.
No obstante, las raquetistas españolas que se acercaron a los frontones tras los años treinta lo hicieron por necesidad. «Con la posguerra había hambre y vascas, salmantinas, valencianas, andaluzas y gallegas dejaron sus pueblos para ganarse la vida, sólo las mejores lograron ganarse un sustento», afirma Elene Lizarrondo, periodista y autora de 'El silencio de Clara Lyndon' (Ediciones B). Esta novela es de ficción, pero está basada en las experiencias y el ambiente de la época en la que vivieron once raquetistas entrevistadas por Lizarrondo. Mujeres como Carmen Sánchez 'Carmenchu' o Rosa Arregui 'Rosita'. «En aquellos momentos no eran conscientes de que estaban siendo pioneras, vivían al margen de las habladurías y entregadas a lo que tenían que hacer», señala la escritora.
La disciplina vivió a sus mejores momentos en 1943, cuando 734 de los 1.432 pelotaris del país eran mujeres. Pero el declive comenzó en 1946, cuando la administración del dictador Franco dejó de conceder licencias a las raquetistas hasta 1959. «Ese fue un golpe demasiado duro para este deporte», afirma Juanes. Desde entonces, quienes se dejan la vida en el trinquete no pueden ni imaginar una época como esa. «Ellas eran reconocidas como profesionales, pero nosotras, que jugamos por vocación en una época en la que supuestamente estamos por la igualdad, tenemos que conformarnos con ver la pelota como un hobby», lamenta la pelotari vitoriana Nagore Martín.
A sus 25 años, Martín ha sido campeona de España en dos ocasiones y se prepara para el Mundial que se celebrará en Francia el próximo otoño. «Hace falta visibilizar la pelota, de alguna manera mujeres como María Sáez de Arzamendi o Maider Mendizabal tuvieron que rehacer el camino que habían abierto las raquetistas», apunta la joven, que debe compaginar su carrera deportiva con ser profesora de clases de pala y monitora en un comedor escolar. Martín no conoció la existencia de las raquetistas hasta el año pasado, cuando fue invitada a jugar con paletas de cuero por la asociación Raketistak. «Si nos pasa a las que jugamos, estas mujeres han caído en el olvido para el resto de la sociedad», señala.
Para evitar que esto mismo les suceda a las generaciones futuras, el trinquete de Los Astrónomos, situado en la capital alavesa, luce un mural de Amaia Arrazola que homenajea a las pelotaris actuales desde el pasado sábado. El verde botella del frontón -adquirido para facilitar localizar la pelota blanca en la pantalla en los partidos televisados- y las camisetas azules y rojas decoran esta pared del barrio de Santa Lucía en el marco del proyecto Hormak, organizado por la asociación Soka con la Federación Alavesa de Pelota Vasca y el apoyo de EL CORREO.
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