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Lurdes Gabarain Garate fue la primera mujer española que corrió un maratón con dorsal. Lo hizo en el año 77 en Burdeos, en una carrera formada únicamente por hombres, y repitió la hazaña de completar los 42,195 kilómetros ese mismo año en Oviedo ... junto a otros trece atletas y para estupor de los organizadores de la prueba, que le pusieron mil y una pegas a la hora de inscribirse. Terminó la prueba en cuatro horas y 51 minutos. Hasta 1978 no empezaron a organizarse los maratones populares en España y no se normalizó la presencia de mujeres. En esos años Lurdes disputó hasta cinco maratones, además de tomar parte en numerosas carreras populares. Mientras otras mujeres se dedicaron a mejorar sus marcas, ella optó por pasarse al triatlón, al ciclismo y al esquí de fondo, deporte este último en el que llegó a ser segunda en España. Podría decirse que esta tolosarra, que hoy en día arrastra varios problemas de articulaciones y tiene una artrosis muy avanzada y se ha visto obligada a dejar de correr, es la Kathrine Switzer española.
Cuando Lurdes, que hoy tiene 59 años y dos nietos, completó su primer maratón, hacía diez años que esta estadounidense de origen alemán había hecho historia al convertirse en Boston en la primera mujer en completar uno con dorsal. Ambas tuvieron ocasión de conocerse hace seis meses en Donostia, durante los actos de presentación de la Behovia-San Sebastián. El encuentro, por inesperado, fue una agradable sorpresa para Switzer. «Es magnífico, es fantástico», repetía mientras abrazaba a Gabarain, feliz también de conocer a un icono del atletismo, el deporte que amó durante años. «Mantengo el contacto con corredoras de aquella época en Estados Unidos, y también con alguna en Francia y Alemania, y ahora me alegro de conocerte», indicó la atleta estadounidense con ayuda de un intérprete.
«Yo no me fijaba en las caras del público. A mí me encantaba correr y me encantaba ganar. Empecé en las carreras de los barrios de los pueblos de mi zona. Siempre ganaba, y eso me animaba aún más a continuar», recuerda Gabarain. Era la menor de ocho hermanos y en su casa estaban acostumbrados a este terremoto de mujer. «Siempre me han llamado marichico, pero nunca me ha importado. A aita le gustaba y ama se cansaba sólo de mirarme. 'Para qué tanto correr', me decía». «Empecé a entrenar con Roberto Jauregui, alias 'Canicas', en Tolosa y, después, con Ricardo Toro, dos entrenadores de la zona. Con ellos me fui presentado a las pruebas. Lo que más me gustaba eran los crosses de campo a través, más que las pruebas de pista. Ahora me llaman mucho la atención las carreras de montaña. Al principio, en Oviedo, no querían dejarme correr. Me decían que haría media carrera. Luego parece que hablaron con la Federación y me dijeron que me iban a hacer un chequeo a los 21 kilómetros. Qué tontería. Pero cuando les enseñé el diploma que me habían dado en Burdeos no les quedó otra que aceptarme», evoca. Al final corrió ese día escoltada por dos furgonetas, una por delante y otra por detrás «por si me pasaba algo».
Lurdes Gabarain conserva muy buenos recuerdos de sus carreras, como cuando corrió bajo el Montblanc. «Fue preciosa, pero también durísimo, con tales pendientes que había que ir andando». Tiene otra anécdota del transcurso de una prueba en Irún, el Cross de Txingudi. «Yo siempre he tenido mucho pecho. Me ponía el sujetador, una camiseta prieta y luego otra grande, para disimular. Y este tipo empezó a meterse con mis pechos, así que me paré, le pegué una torta y seguí corriendo». Con el parón de Lurdes, que iba primera, otra corredora consiguió pasarle. «Pero con todo logré ganar la prueba. Es una cosa de la que me acuerdo perfectamente», explica esta mujer. Con el tiempo, Lurdes Gabarin se sometió a una cirugía estética. «Me quité dos kilos y pico de pecho. Yo siempre vestía una camiseta ajustada y otra encima más grande. Pero así me resultaba más cómodo para correr. Creo que también fui pionera en eso, en aquellos años pocas mujeres se operaban para quitarse pecho«, comenta.
Nada que ver con las alabanzas de EE UU hacia Kathrine Switzer. La pionera del maratón en España sigue viviendo en Tolosa, donde nació. La vida de Lurdes Gabarain ha dado muchas vueltas, porque a finales de los 70 las carreras no daban para comer, y menos a una atleta. Sólo de tanto en cuanto Lurdes recibía algo de dinero si quedaba entre las primeras, «unas cinco mil pesetas». Ropa, zapatillas, desplazamientos... Corrían de su cuenta. «Había que trabajar por narices». Fue gruista en obras diez años, estuvo empleada en limpieza de montes, tuvo una sidrería en Hernani -«fui de las primeras que puse barricas de acero inoxidable»- y llegó a regentar dos gimnasios. También ha sido castañera ocho años y se ha sacado un curso para cuidar a personas mayores. Ahora trabaja como cajera en una gasolinera y cultiva alubias en su huerta. «Tengo también un dolor en el corazón», revela con la voz entrecortada. Cuando tenía 20 años, la banda terrorista ETA mató al que era su pareja y padre de su primera hija, Juan Costas. «Salíamos de una discoteca y a mí me encerraron varias horas en un maletero». Consiguió exhumar el cadáver y que su hija fuera considerada víctima de ETA. «Esta es mi vida», concluye.
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