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Hace cuatro años brilló en las aguas de la bahía de Guanabara durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y el confinamiento para detener el Covid-19 no le ha impedido seguir nadando aunque sea en una piscina de juguete. La holandesa Sharon ... van Rouwendaal no se resigna a quedarse sin entrenar y ha ideado un remedio para seguir dando brazadas sin exponerse a posibles sanciones. La campeona de la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas, una de las más extenuantes del programa olímpico, ha inflado una piscina portátil de goma y se ha atado a un árbol con una cuerda elástica para nadar a favor o contra resistencia.
«Siempre hay una solución, ¡sólo hay que ser creativo! Sólo pude entrenar durante 45 minutos porque el agua estaba muy fría», ha escrito Van Rouwendaal junto a un pequeño vídeo en el que demuestra su sistema para dar brazadas completas sin avanzar sobre el mismo punto en Instagram. La goma que ató al árbol va fijada a un arnés en su cintura. La piscina es tan pequeña que sólo tiene 3,2 metros de diámetro y 0,7 de profundidad. Sus seguidores le preguntan más detalles sobre este invento en redes sociales para seguir su ejemplo pese a que la deportista casi toca sus extremos con los pies y los brazos estirados.
Van Rouwendaal, habituada a completar dos horas de nado continuo en situaciones muy adversas, terminó su concentración de un mes en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada hace un mes. Entrena con el técnico Phillipe Lucas en Francia y, de regreso a Montpellier, se encontró con las restricciones de movimiento impuestas por el Gobierno francés. Nadó en el mar en un par de ocasiones con 13 grados y olas altas, pero tras su segunda incursión los gendarmes le advirtieron de que la multarían con 135 euros si volvía a adentrarse en el agua. Un tercer intento en un lago de Montpellior tampoco tuvo buenos resultados, y el río cercano a su casa estaba seco.
Otras deportistas como la trialeta catalana Judith Corachán también han adoptado medidas similares. La subcampeona en el Campeonato mundial de triatlón de larga distancia de 2019, tercera en el Ironman de Nueva Zelanda, ha improvisado una piscina en el garaje de su casa tras tomarse un descanso de una semana. «Me conformaba con hacer cinta y rodillo para mantenerme activa, pero mi marido, triatleta amateur, le dio vueltas a la cabeza para encontrar una solución que nos permitiera nadar», ha explicado Corachán.
Con la piscina comunitaria de sus padres descartada -el estado de alarma impide hacer uso de estos espacios-, utilizan una piscina hinchable de 1,10 metros de alto en la que el agua llega hasta los 90 centímetros. La falta de espacio les obliga a desarrollar una buena técnica para evitar golpear el suelo con las manos. La olímpica barcelonesa Jessica Vall también podría sumarse a esta tendencia en estos tiempos difíciles.
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