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Los ojos cerrados, el cuerpo relajado, la mente en calma, sentir los rayos del sol en la espalda y los latidos del corazón, saborear el salitre en la boca, escuchar el silencio del mar. Es el momento, hacer una última respiración y sumergirse hacia el ... inifinito azul sin vacilar. La apnea o buceo libre, integrado en la Federación de Actividades Subacuáticas, es un deporte extremo que tiene como base la suspensión voluntaria de la respiración dentro del agua mientras se recorren largas distancias o se desciende hasta grandes profundidades. Es una disciplina que requiere mucha logística. No es como ponerse unas zapatillas y salir a correr. Se necesita material de buceo, un barco para salir al mar si no hay suficiente profundidad cerca de la orilla y un equipo de gente que acompañe. En la apnea existen varias modalidades de buceo y las sensaciones varían en cada una de ellas. La más cruda es la apnea estática (hacer el muerto boca-abajo), pero existen otras modalidades de distancia en piscina y de profundidad en el mar: una de nado a braza, otra con aletas y la de inmersión libre, en la cual el buceador se impulsa hacia abajo tirando de una cuerda.
«La de inmersión libre es la que más me relaja, la que me permite bajar más profundo, superando los 70 metros. A partir de los 20 o 30 metros, cuando el aire de mis pulmones está muy comprimido por la accidón de la presión subacuática, ya no floto y caigo al fondo como una piedra. Me hundo. En ese punto me dejo ir como un peso muerto y siento que es un sueño, como si hibernase». Habla Isabel Sánchez Arán, campeona de España de apnea estática (el lunes ha repetido esta hazaña por segundo año consecutivo). Cuando se le pregunta por esa obstinación por aguantar la respiración y por sufrir, ella responde que «esta disciplina se basa en la alternancia de concentración y desconcentración, en relajar tu cuerpo y vaciar tu mente para lograr consumir la menor cantidad de oxígeno posible y alargar así el tiempo de apnea. Quieres quedar lo más cerca posible de tu límite, pero sin pasarte o estarás descalificado. Es un deporte que implica desarrollar un cierto autocontrol y fuerza mental, pero cuando todo acaba y saco la cabeza del agua, es como volver a nacer», revela esta mujer, que narra sus vivencias en un blog, 'Apnealo'.
Como el agua, así fluye la entrevista a esta mujer que nació en Elche, creció en Madrid, tiene familia de Almería y ahora vive en Gerona y que habla de la apnea como una pasión que está muy alineada con todo su ser. Cuenta que descubrió el buceo durante unas vacaciones en Trinidad y Tobago, que volvió a practicarlo cinco años después de Chipre, «donde conocí al que ahora es mi jefe» en Aquadreams. «El buceo autónomo con botella está hecho para disfrutar del paisaje marino. En cambio, en buceo en apnea no es para mirar lo que te rodea, sino dentro de ti, es algo introspectivo. Con la apnea he aprendido cosas sobre mi cuerpo, sobre el reflejo de inmersión y sobre mi psicología. En el plano físico, sobre músculos y partes de mi cuerpo que no sabía ni que existían ni que podía controlarlas de forma voluntaria. En el plano psicológico, me ha ayudado a desarrollar la templanza, a mantener las emociones bajo control sin ser estricta y a ser muy sincera conmigo misma«. Isabel, de 34 años, que se formó en magisterio y lleva once años viajando por el mundo y desempeñando varios trabajos -en estos momentos está en un centro de buceo con botella llamado Aquadream en Chipre-, sabe que es de las pocas mujeres que practica apnea, pese a que la normativa dice que, en una competición, tiene que haber un mínimo de tres hombres y tres mujeres (en Euskadi está establecido que sean cuatro).
Isabel sánchez arán
«Si se sigue el protocolo de seguridad no es un deporte peligroso», sostiene Sánchez Arán. Hay un cabo guía, una cuerda que el apneísta utiliza para bajar y subir verticalmente, y la asistencia de un apneísta de seguridad, que acompaña a quien hace el descenso. El principal peligro para la persona sumergida se presenta en su ascenso, por eso el asistente tiene que acompañarlo en el último tercio de la subida. «A mí personalmente me da más miedo coger una moto o fumar. Además, en la apnea la competición, tal y como yo la veo, no es con otros, es contigo misma. El mar nos recuerda que siempre luchamos contra el mismo rival, contra nosotros mismos. Ellos son más competitivas y ellas van a asegurar, pero los chicos están muy aburridos, hacen falta chicas que compitan en la mar«, concluye. La esencia de la apnea, insiste esta campeona, no es bucear más profundo, es pensar menos y sentir más y comprobar que »para vivir la vida debemos tener nuestra mente como un mar en calma«. Isabel llega hasta los 76 metros en el mar sin bombona (más de cinco minutos y medio sin respirar) y, en piscina, es capaz de mantenerse seis minutos y medio sin respirar. Le gusta bucear en aguas de Chipre, Grecia y en el Mar Rojo, donde la luz llega hasta los 400 metros de profundidad.
En España no existe una norma específica que regule la apnea. La práctica de este deporte la regula la Orden 14 de octubre de 1997 de normas de seguridad para el ejercicio de actividades subacuáticas. La licencia para practicar es competencia de las comunidades autónomas, que piden una revisión médica que garantice el buen estado físico de la persona que la solicita. La Asociación Española de Apnea Deportiva recomienda la realización de cursos teóricos para la formación de estos deportistas. Xabi Murillas regenta en el municipio vizcaíno de Getxo una escuela de 'freediving' (buceo sin botella), la FreeFall Apnea. Allí enseña en grupos reducidos de cuatro personas y a partir de los 12 años, las técnicas necesarias para alcanzar las profundidades «sin más ayuda que la confianza en ti mismo y tus capacidades». Más que para aprender a respirar bajo el mar y a buscar la profundidad, lo que trata de que sus alumnos consigan es relajarse para poder disfrutar de esta experiencia. «Busco que los que acuden aquí consigan un autodescubrimiento».
Hay dos sesiones. En la primera, los participantes reciben conocimientos teóricos sobre el 'freediving' y comienzan a familiarizarse con esta disciplina en una piscina haciendo apnea estática y dinámica. Y en la segunda, salen al mar y realizan una inmersión con cuerda hasta los diez metros de profundidad. Los cursos incluyen equipación completa, seguro de buceo y certificación. Para quien no haya practicado antes snorkel, o para quien su única experiencia con el agua sea la bañera, hay un curso llamado 'Discover'. Entre sus clientes se encuentran aficionados al buceo a pulmón, pescadores submarinos y surfistas. Ainhoa Belaustegui, médica de urgencias de 42 años en excedencia y natural de Markina, acudió a esta escuela el verano pasado. «Empecé con la apnea en 2015. Necesitaba un reto en mi vida. Siempre me ha gustado el mar y practicar yoga y un compañero me habló de la apnea. Fue una experiencia de sensaciones. Aquí he encontrado mi espacio. Somos agua, la Tierra es un 75% de agua y nuestros cuerpos también. Para mí es como volver a casa, ser libre. Ahora mismo estoy entrenando en Menorca mientras preparo una oposición. En cada inmersión siento una paz infinita, una especie de conexión con Dios. Pero yo no soy animal de competición y no me gusta competir«, revela.
Por su parte, July Melo, colombiana afincada en Vitoria, acudió a FreeFall Apnea para continuar con una afición, a la apnea, que le enamoró hace cinco años. «Soy una amante del agua y de los deportes no convencionales. »Hice mi primer curso con la Federación colombiana en las Islas de San Andrés, allí lo llaman 'el mar de los siete colores'. Hicimos prácticas en altura a una altitud de 2.600 metros en Bogotá, después en una piscina estática y con aletas y por último en el mar. Cuando vine aquí quería volver a practicarla. Fue una experiencia súper, aunque diferente. La temperatura del mar en Colombia es de 26 a 28 grados, en cambio aquí es mucho más fría y, después de bajar hasta los doce metros, salí congelada. Yo me concentro en la cuerda todo el tiempo, cuando llegas abajo y tocas la pelota, el límite indicado, y vuelves a mirar hacia arriba, es una pasada contemplar la inmensidad del mar. A medida que subes tus pulmones están más liberados y los oídos ya no te duelen por la presión. Encuentras tu límite al borde del peligro«, resume. »Es una técnica que se entrena, es indiferente si la practica un hombre o una mujer. Ambos pueden estar igualmente capacitados«, concluye.
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