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Maider Unda (Vitoria, 1977) cuenta que su hija Iraide, de seis años, juega a veces con la medalla de bronce que amatxu ganó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. «Todavía es pequeña para entender el esfuerzo que se necesita para llegar hasta allí», apunta.
– ¿A qué hora se ha levantado?
– A las seis menos cuarto. Hoy he tenido mañana cañera. Primero he ordeñado a las ovejas y después he hecho queso.
– ¿Cuántas tiene?
– Sobre trescientas, pero no he ordeñado a todas, ¿eh? Sé desde niña que no les puedes coger cariño. También tenemos en el caserío gallinas, pollos, conejos y cerdos. Y perros y gatos, claro.
– ¿A qué sabe su queso, Atxeta?
– Sobre todo a una tradición, a una forma de vivir. El sabor varía todos los años porque depende de los pastos, si es un año húmedo o seco. Cuando era muy cría no lo comercializábamos, pero con 14 años me acuerdo de acompañar a mi madre a las ferias.
– Usted ha cuidado ovejas y ha luchado toda su vida.
– Sí. Cuando estudiaba no ayudaba a mis padres en la cuadra, pero si tenía un día de fiesta cogía un libro y me iba a cuidar ovejas. A los nueve años empecé con el sambo en el colegio. Lo mismo podía haber acabado jugando a tenis.
– ¿Cuando luchaba pensaba en el campo?
– Cuando entrenaba me desconectaba del caserío y cuando estaba aquí me olvidaba de la lucha. Necesitaba el uno para el otro, nunca los mezclé.
– No sabemos mucho de la lucha.
– Hay un estereotipo, se asocia a darse puñetazos y patadas. Compitiendo te das cuenta de lo importante que es la estrategia. Tienes que gestionar emociones y situaciones. Necesitas una capacidad de sufrimiento increíble.
– ¿El boxeo nunca le ha llamado la atención?
– Buf, me da un poco de miedo, por la cara. Cuando hay golpes no me gusta.
– ¿Qué tiene que tener un buen luchador?
– Sobre todo, cabeza. Todo se trabaja, no te viene dado. Tienes que ser capaz de entender cómo funcionan las cosas, ser un poco listo y ver en cada momento qué se puede aprovechar.
– ¿Se tiene usted por violenta?
– No, para nada. De pequeña podía pensar que era violenta y agresiva. Pero el tiempo me ha enseñado que tengo un reflexivo mucho más potente que el activo.
– Pero habrá padecido que la tomen por una broncas.
– Sí. «Aquí viene la luchadora…». Soy una persona que prefiere entender las cosas hablando que no llegando a las manos.
– Se fue a Madrid a entrenar a un centro de alto rendimiento y regresó a hacerlo en el caserío.
– Fue un tortazo me que vino bien para saber lo que tenía en casa. Me di cuenta de que aquí podía entrenar igual o mejor. Y, de hecho, lo demostré. En un centro de alto rendimiento eres un número más, no una persona.
– Uno piensa que para los deportistas de élite el deporte es toda su vida.
– Ya. El deportista es muy egoísta, únicamente ves tu cabeza, no la de los demás. Cuando solo entrenaba mi cabeza no funcionaba, porque el deporte no es solo físico.
– ¿Y si Iraide le dice que quiere seguir sus pasos?
– Siempre digo que será lo que ella quiera. No me importaría.
– ¿Olaeta se le queda a veces pequeño?
– Huy, Olaeta es muy grande, hay sitio para todo. Ver mundo iba asociado a mucho trabajo y sacrificio, de eso me he dado cuenta después. Y no estoy dispuesta a volver a pagar ese precio. Yo siento que este es mi lugar en el mundo, estoy donde quiero estar, rodeada de un entorno privilegiado. Y disfruto de lo que hago.
– Los urbanitas tendemos a idealizar la vida en el campo.
– Claro, porque no sabéis las horas que hay que trabajar. Yo hago visitas guiadas al caserío. Y cuando preguntan cuánta gente trabaja y contesto que dos a tiempo completo, se sorprenden. Os quedáis con qué bonito el corderito y qué rico el queso. Cuando hace buen tiempo, claro.
– Ha triunfado en un deporte de hombres. ¿Lo siente como una lucha feminista?
– Es una lucha personal. En vez de pensar que somos hombres o mujeres, tenemos que vernos como personas que podemos conseguir lo que nos propongamos. Hay un machismo implantado en la lucha y tienes que pasar por encima de él. Hay países, como Irán, donde las mujeres luchan vestidas de arriba abajo.
– Ha donado su maillot de Pekín 2008 para apoyar al personal sanitario.
– Son gestos que a mí no me cuestan nada. Aquí confinamiento no ha habido, hay que sacar a las ovejas todos los días. Pero las ferias han desaparecido, porque nuestras instituciones no están por la labor de abrirlas. Reparto a domicilio y estoy haciendo un curso de marketing para vender los quesos por internet, pero tiempo no me sobra.
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