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Ella misma cayó en un pozo del que ha conseguido salir, la bulimia. La joven luchadora navarra Aintzane Gorria (Burlada, 1995) ha revelado el capítulo más oscuro de su vida en las redes sociales. Este grave trastorno alimenticio se apoderó de ella, sucumbiendo a ... sus garras y movida por el poder de la báscula, ese elemento que pone los límites a ciertos deportistas, con la que en muchas ocasiones protagonizan una lucha más encarnizada que en pleno combate. «Tuve que hacer un gran parón para recuperarme psicológica y médicamente de algo que a día de hoy estoy preparada para contar. Como muchas otras chicas las bajadas de peso, una realidad distorsionada y muchos otros factores como el estrés, me provocaron esta enfermedad«.
Una confesión que ha realizado después de haber logrado la medalla de plata en un torneo en Italia celebrado este pasado fin de semana, el primero en el que tomaba parte en los últimos casi diez meses. Y allí llegó, con su maillot y su recuperada sonrisa, dispuesta a comerse el tapiz, con el objetivo en mente de los próximos Juegos Olímpicos, cita a la que la campeona de España absoluta en 2018 y bronce en los Juegos del Mediterráneo todavía tiene oportunidad de ir.
Pero el camino no ha sido fácil. Acostumbrada a luchar en el tapiz, también lo ha hecho fuera, confesando que llevó en secreto su problema "durante mucho tiempo, hasta que toqué fondo y llegué a un punto de no retorno, ya no podía más". En ese instante se dio cuenta de que su salud era más importante que el deporte. "Fue la decisión más difícil que he tomado hasta hoy y todavía no sé cómo pude aguantar tanto tiempo en esa tortura. Muchos piensan que la bulimia es únicamente purgarse, pero hay mucho más detrás: una tristeza inmensa, una anulación como persona, una esclavitud completa hacia la báscula", asegura.
La navarra llegó a tener "pánico a comer, a engordar", y sufrió serios problemas tanto dentales como intestinales. "Tenía el metabolismo destrozado, me aislaba y apenas me relacionaba. Ante todo estaba el aspecto y el peso, y nada más importaba. No vivía, únicamente sobrevivía". La joven no consideraba que lo que le sucedía fuera un motivo de peso para apartar momentáneamente la lucha de su vida y buscar una solución, por lo que seguía inmersa en esa espiral destructiva. "Fue muy complicado afrontar esta enfermedad porque pensaba que era mi culpa. No era una rotura de ligamento, era algo que yo provocaba y que pensaba que podría pararlo sin ayuda, pero no era así. La vergüenza, el tabú en este tipo de trastornos, el miedo al rechazo y a ser juzgada te martirizan".
A poder volver a sonreír le han ayudado tanto su entrenador como sus amigos y familiares, además de su psicólogo. "Pero sobre todo la voluntad de querer curarme. He logrado el mayor de los premios, que es volver a ponerme un maillot y salir al tapiz de nuevo. Este es el mayor logro que he conseguido hasta hoy y ahora no tengo techo”.
Para Aintzane era importante poder contar su historia, una fase más en su recuperación, pero también para tratar de servir de ejemplo y ayudar a quienes están pasando por su misma situación. "Quiero luchar por que este tipo de trastornos dejen de ser un tabú y que la gente que lo padece sepa que se puede salir, y una vez que sales pasan cosas maravillosas. Este ha sido un bache que estoy segura que me ha hecho más fuerte”, añade.
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